Este mes de marzo decidí abrir mi corazón y confesar mis conflictos sobre la maternidad y fertilidad. Pero más allá de esta iniciativa, tanto yo desde aquí, como todas las que se han acercado a mí a través de las distintas plataformas, hemos creado una comunidad de apoyo donde hemos podido sentirnos acompañadas, porque todas tenemos conflictos y no estamos solas en esto.
La vida cada persona se define a partir de cómo reaccionamos ante lo que nos pasa. Porque todos tenemos problemas, angustias e inseguridades, pero también todos tenemos habilidades, fortalezas y sueños. Así que aquí deseo sacar lo bueno de una crisis que tuve.
Ahora que finalmente estoy esperando a Lorenzo puedo mirar atrás y reconocer cómo durante estos casi tres años llegué a sentirme deprimida. En el momento no lo reconocí, o no lo quise aceptar. Mi incapacidad por lograr la meta de quedar embarazada mes tras mes llegó a desgastarme sin darme cuenta, hasta ahora que he recobrado mi energía puedo ver que había dejado de ser yo.
Me estoy levantando pero no me mortifica lo que haya pasado. Todo pasa por algo y lo importante es aprender de ello. Así que quise pensar en diez enseñanzas durante este proceso:
Sigue siendo importante para mí plantearme metas y trazar el plan para alcanzarlas. Sin embargo la vida trae sorpresas inesperadas, que usualmente han sido mejores a lo que tenía en mente. También muchas cosas que “no llegan” es porque no son para nosotros y está bien.
Debía aprender a agradecer cada día por cada detalle. Debía fortalecer el sentimiento de agradecimiento al universo porque cada cosa es importante y marca una diferencia en nuestra vida.
Cada vida es distinta y no podemos vivir a través de nadie ni para nadie. Siempre habrá alguien que tenga o sea más y otro que tenga o sea menos. Es parte del balance de la vida y lo que nos hace especiales.
El destino que Dios tiene planeado para uno va a suceder cuando está programado. Si o si, eso llegará pero en el momento adecuado, el tiempo de Dios no se discute.
Yo debía aprender a amarme a mí misma antes de poder dar vida. Para poder amar a Lorenzo debía pasar por esta etapa, donde aprendí a conocerme más, a tenerme compasión, a entener que a veces al darlo todo igual no se alcanza, a conocer mis talentos innatos y mis habilidades, y aprender a creerme que soy capaz de grandes cosas, que me merezco ser lo que soy.
Yo me defino por mi esencia y no por lo que tenga. Me define mi actitud positiva, mis talentos y mi perseverancia. No me define si soy madre de un bebé o de un par de gatas, a partir de julio seré el mismo ser humano que soy hoy y que fui siempre.
Quien desea algo encuentra una manera, quien no lo quiere encuentra una excusa. Yo deseaba ser feliz a pesar de mis conflictos, y a pesar de que tube momentos difíciles no me dejé abatir ni perder la fé. Fue una etapa para consolidar mi perseverancia.
Debo disfrutar de mí, de mi soledad, de mi tiempo. Está bien tener esos momentos, está bien hacer algo exclusivo para mí, no dejo de ser productiva o diligente por sacar un rato para el ocio personal.
La maternidad es una parte del matrimonio pero no puede ser la razón de existir. Los hijos pueden llegar o no, pero eso no puede condicionar la relación que tengas con quien has decidido compartir tu vida.
Cualquier día es un buen día para empezar. No hay que esperar a que sea 01/enero o que “todas las estrellas se alineen”. En un inicio cuando planeaba que mi embarazo iba a ser inmediato “como otras” empecé a postergar planes de una manera absurda; viajes, clases, deporte, tratamientos, etc. Al final cuando llegue el momento se ajustan las cosas pero no podemos vivir por el “si acaso llega”.
En fin, podría quedarme escribiendo por días pero quise sintetizar esta etapa en enseñanzas más que en tratamientos o angustias. Si alguna desea saber cuáles fueron mis tratamientos, mi médicos, mis terapeutas pueden escribirme en privado. Sin embargo este mes ha sido de trascender a pesar de lo que haya pasado más allá de las inyecciones y la espera.
un abrazo,