Hasta que un día, al repartir los exámenes a sus alumnos de quinto de primaria comprendió que estaba cometiendo el mayor de sus errores. Cuando se acercó al último estudiante para darle la hoja él dijo alegremente: ¡profe, voy a sacar un diez porque me lo he aprendido todo de memoria. Ya lo verás!
En ese momento fue consciente de que los años de experiencia que tenía como docente lo había hecho todo al revés. Había caído en lo más sencillo: transmitir conocimiento, mandar deberes, corregir exámenes y etiquetar a los estudiantes con las calificaciones. Cuando se dio cuenta de ello, hace ya tres años de eso, decidió hablar con el director y el jefe de estudios del centro.
Les expuso que en verano quería investigar y estudiar nuevas metodologías alternativas de aprendizaje para aplicar en el aula con sus alumnos. Había comprendido que el único fin y objetivo de los estudiantes era estudiar el contenido para aprobar los exámenes. Y a eso no se le podía llamar proceso de aprendizaje.
Me dijo que al pasar unos días y antes de que se acabara el curso escolar, el personal directivo le comunicó que no iba a ser renovada para año académico siguiente con la excusa de que “tenían que seguir formando a los mejores alumnos de la zona para mantener el privilegio del centro educativo”. Mi amiga me contó que en ese instante sentía la mayor de las decepciones y creía ser la persona más impotente del mundo.
Pero ahora es capaz de reconocer que la hicieron un gran favor ya que en ese colegio ni valoraban a los estudiantes ni les estaban proporcionando una educación de calidad. Simplemente, trataban a los alumnos como miembros de una empresa y fomentaban una excesiva competitividad entre los estudiantes que siempre acababa con un clima desagradable y tenso en las aulas.
Vamos a destacar lo importante de la historia de mi amiga. La frase que a ella le hizo recapacitar, cambiar e investigar por su propia cuenta: “¡profe, voy a sacar un diez porque me lo he aprendido todo de memoria!”. Posiblemente, esos estudiantes se olvidan de prácticamente todo lo que han “aprendido” en vacaciones o incluso más pronto. Os hablo de mi experiencia: a los niños a los que doy clases particulares les hace sentir más seguros que les pregunte los temas si tienen algún examen cerca.
Y debo admitir que me dejan completamente sorprendida por su más que buena memoria. Son capaces de decirlo todo tal cual como viene en los libros como los apuntes que les ha dado el docente. Pero cuando les preguntas qué es lo más importante para ellos de lo que han dicho, si les preguntas lo que han comprendido no son capaces de expresar nada.
Ha habido veces que los estudiantes me han llegado a decir que al día siguiente después del examen no recordaban la mayor parte del contenido. Y muchos de ellos reconocen que únicamente lo han estudiado para conseguir obtener una buena calificación en la asignatura. Los que trabajamos investigando en educación llamamos a esa situación APRENDIZAJE FINGIDO.
¿Qué significa ese término? Pues justamente lo que he explicado antes: el único fin del alumnado es aprobar y para ello utilizan solo la memoria. No hay placer, no hay voluntad propia y libre, no hay entusiasmo, no hay pensamiento crítico y por supuesto, no hay emoción que valga. Podríamos estar hablando también de APRENDIZAJE FORZADO Y OBLIGADO. Desgraciadamente, todavía muchos centros educativos siguen como si no hubiera mañana esa frase que tan poco me gusta mencionar: “la letra con sangre entra”.
De esta manera, se está “formando” a estudiantes que no saben lo que es el placer por aprender, que no tienen ni idea de lo que significa ser protagonistas de lo que se está adquiriendo y mucho menos se les está dando la oportunidad de fomentar las reflexiones, la comprensión, el razonamiento, el debate y el pensamiento crítico. Pero este aprendizaje fingido o forzado del que os hablaba antes, viene de algo concreto que está muy arraigado en España: la evaluación.
Se sigue evaluando a los alumnos mediante una prueba o un examen y muchos profesores se creen que eso es más que suficiente para saber si un estudiante ha aprendido o no la materia. Obviamente, desde mi perspectiva creo que se equivocan totalmente. Y pienso que al igual que el sistema educativo, la evaluación se encuentra obsoleta, anticuada y que no da importancia a muchísimos aspectos del alumnado.
Aprendizaje significativo: motivación, actividad, pensamiento crítico, proyectos y colaboración
Cabe destacar que para mí únicamente debería darse un aprendizaje significativo en las aulas. Un aprendizaje que estuviera lejos de la sumisión, de lo tradicional y de lo inflexible. Un aprendizaje que hiciera a los estudiantes protagonistas de todos sus días. Un aprendizaje en el que haya diversión, juegos, actividad y sonrisas. Un aprendizaje que fomentase la búsqueda de información, la investigación, las preguntas, la reflexión, el pensamiento crítico y el razonamiento.
Un aprendizaje en el que el docente motive a los alumnos, les de esperanzas y crea en ellos. Un aprendizaje en el que haya espacio más que suficiente para emocionarse, ilusionarse, inspirarse y compartir opiniones con los compañeros. Un aprendizaje abierto, de calidad y realmente útil para los estudiantes.
Expectativas sociales y académicas: aprender no significa aprobar un examen y sabérselo todo de memoria
Como decía antes, bastantes estudiantes tiene como único objetivo aprobar los exámenes e ir pasando cada etapa escolar. Se rigen simplemente por las expectativas sociales y académicas: “qué dirán mis padres si no apruebo”, “quizás mis compañeros se rían de mí por saber una mala nota” “tengo que sacar más de un cinco para no tener que ir la recuperación”. Todos esos pensamientos son más obligaciones que otras cosas.
Y es ahí cuando el alumnado decide estudiar todo el contenido de memoria sin comprender absolutamente nada ni asimilar ningún concepto. De esa manera, llegarán a la meta y habrán cumplido con todas las expectativas que se había puesto en ellos. Obviamente, estos estudiantes concretos no tienen ni voluntad libre por aprender, ni emoción, ni ilusión.
Todavía hay muchos profesionales de la educación que no se han dado cuenta de que los estudiantes necesitan experiencias, necesitan descubrimientos, necesitan asimilar los contenidos a su manera, necesitan opinar, expresar sus ideas y necesitan reflexionar y razonar. Solo así el proceso de aprendizaje será el adecuado y los alumnos estarán motivados, inspirados, emocionados e ilusionados por adquirir nuevos conocimientos.
¿De qué sirve memorizar los contenidos sin haberlos comprendido y asimilado? Puede que de esa forma, bastantes alumnos saquen buena nota y cumplan con los objetivos académicos, pero, ¿están realmente aprendiendo? ¿están sintiendo placer al hacerlo?
.