Ahora mismo me siento un poco ballena, tengo un barrigón de 9 meses estando de 7 y la sensación de explotar en cualquier momento. Aún así no puedo parar de comer.
Si me hubiese dado por la fruta y la verdura no habría problema, lo malo es cuando te da por comer “mierdas”. Cuanto más calórico, azucarado y grasiento mejor, y claro todo eso tiene sus consecuencias.
Estoy de 31 semanas y he engordado unos 8 kilos, que tampoco está tan mal, pero nos quedan los peores meses, en esos en los que se engorda por días, y aunque me prometí que en este embarazo lo haría mejor que con Olivia, voy por el mismo camino (quizá un pelín mejor, pero tampoco mucho). Total, 14 o 15 kilos en total, tampoco son tantos, ¿no?
Me consuelo y excuso pensando que este será mi último embarazo, y que si no aprovecho ahora que tengo excusa para “ponerme como el Kiko”, ¿cuándo lo voy a hacer?. Ya me pondré las pilas cuando dé a luz. Pero seguidamente mi conciencia llama a la puerta y me grita muy fuerte lo “gocha” que soy y me recuerda que después del parto vendrá la lactancia y mi cuerpo me pedirá seguir comiendo, comiendo mucho.
Mi fuerza de voluntad para controlar lo que como es y siempre ha sido inexistente, pero oye, quizá algún día aparezca y la báscula vuelva a marcar el peso pre-embarazo de Olivia, nunca se sabe.
La última vez que tuve revisión, la ginecóloga me hizo llegar por email una dieta. No me dijo “tienes que hacerla”, pero me sugirió esa opción de una manera muy sutil. Yo lo barajé, lo consulté, incluso lo compartí con vosotras por Instagram y tome una decisión. La decisión del “no a la dieta”. Se que no merezco un premio a la embarazada con mejores hábitos alimenticios, ni al peso mejor y más proporcionalmente ganado de la historia, pero creo que el tema tampoco es como para ponerme a dieta.
Después de valorarlo y reflexionar decidí modificar algunas cosas de mi alimentación. Mejorar algunos hábitos, eliminar algunos alimentos o comerlos de manera más esporádica y añadir otros, hacer desayunos más saludables y cenas más ligeras. Coja el peso que coja, mi conciencia está muy tranquila.
¿Cuánto debemos engordar en el embarazo?
Esta pregunta no tiene una respuesta cerrada, dependerá del peso inicial de la madre y de muchos otros factores. De esta manera, si la madre cuenta con un peso alto en el momento de quedarse embarazada, la teoría dice que deberá engordar mucho menos, que una mujer muy delgada. Para un peso normal, lo ideal es que se engorde entre 1 y 1,5 kg mensuales. Es decir, deberemos coger entre 9 y 14 kilos a lo largo de los 9 meses de embarazo. Además, lo normal es que se cojan de manera progresiva, es decir, en el primer trimestre a penas se cogerá peso, en el segundo ese peso irá aumentando progresivamente, y en el tercer trimestre será cuando el aumento de peso se haga más notable.
¿Cómo se reparte el peso ganado en el embarazo?
Todo el peso que cojamos no va a ir directamente a nuestras “lorcillas”, tened en cuenta que de ese peso total que ganemos, unos cuantos kilos se quedarán en el paritorio. Dependerá de la mujer, hay quienes en el paritorio dejan hasta el higadillo y hay quienes dejan bastante menos de lo que les gustaría.
El bebé, si todo va bien, rondará los 3 kilos y entre la placenta, líquido amniótico y demás, perderemos otros 2 o 3. Así que durante el parto, así de buenas a primeras, nos quitaremos entre 5 y 6 kilos. Visto de esa manera, la cosa cambia, ¿verdad?.
Los días después del parto, no sé si por la falta de sueño, o por la falta de tiempo para comer, suele irse algo más de peso de manera más o menos sencilla (también tiene que ver la involución del útero y el resto de cambios físico que se producen en nuestro cuerpo). El problema, al menos desde mi experiencia, viene con los kilos restantes. Esos que se quedan pegados a nuestro cuerpo como si no hubiese otro lugar en el mundo al que ir. De aquellos, en mi caso, hubo un par que no se fueron ni con agua caliente.
¿Y este barrigón es por culpa de los kilos o es que voy a dar a luz un bebé enorme?
Pues ni lo uno, ni lo otro. La barriga no va directamente ligada al peso del bebé, ni tampoco a coger más o menos kilos (a no ser que sea una cosa drástica). Evidentemente si cogemos 30 kilos vamos a tener más barriga que si cogemos 9, y más culo, más lorzas, más pecho y más papada, eso es así. Igual que si vamos a tener mellizos la barriga, por lo general y lógicamente también será mayor. Pero a pesos similares y embarazos de un solo bebé, el tamaño de la barriga, es más una cuestión de fisionomía de cada mujer que de cualquier otra cuestión.
Yo misma, a mismo peso ganado, mismo cuerpo, y bebé de un tamaño teóricamente normal, exactamente igual que en el embarazo de Olivia, tengo mucha más barriga ahora que en la otra ocasión. Mis músculos, piel y tejidos en general, están menos tonificados y eso se tiene que notar por alguna parte.
En resumen, que cada cual es un mundo y los kilos y la barriga de cada una, suyos son. Disfrutad de vuestros embarazos que es lo importante, y mientras estemos en un “marco saludable” y “normal”, no vamos a obsesionarnos con el peso, ni la alimentación.
¿Cuántos kilos cogisteis en vuestros embarazos? ¿Os costó mucho quitároslos después?