Hace algunas semanas, una mami y lectora del blog me comentó que mencionaba mucho en mis posts el concepto del colecho pero que nunca había profundizado en él en un artículo. Y tenía razón. Hoy, aprovechando que el pasado domingo fue el Día del Sueño Feliz, me sumo a esta bonita iniciativa (más vale tarde que más tarde), para comentaros nuestra experiencia con el colecho. ¿Nos acompañáis?
Antes de Maramoto
Antes de que naciese nuestra pequeña saltamontes habíamos oído hablar sobre el colecho de forma muy superficial e incluso nos habíamos llegado a plantear el comprar una de esas minicunas especiales para la práctica del colecho (cosa que finalmente no hicimos porque las consideramos muy caras. Tontos de nosotros…). Pero nuestra idea, en un principio, influenciados por lo que te aconsejan familiares y conocidos, era que Mara durmiese en su minucuna en nuestra habitación. Y la verdad es que no nos planteábamos muchas más cosas. No os voy a engañar. Pensábamos que tendríamos un nenuco de aquellos que comen y duermen, pero luego la realidad nos dio un buen bofetón en la cara. Pero por aquel entonces éramos unos ilusos felices
Nada más nacer Maramoto
Cuando nació Maramoto ya comprobamos en las dos primeras noches de Hospital que dormir con la pequeña saltamontes no iba a ser fácil. No había manera de que aguantase en la cuna que teníamos en la habitación, así que una enfermera fue la primera que le propuso a la mamá jefa que durmiese con la bebé en la misma cama. Luego llegamos a casa y la cosa no mejoró. La peque lloraba y lloraba al mínimo contacto con la minicuna, así que la mamá jefa se pasaba toda la noche sacándola y dándole el pecho y el papá en prácticas intentaba pegar algún cabezazo esporádico pero poco reparador. Así estuvimos un mes, con nuestra cabezonería de que Mara tenía que dormir en su cuna, aunque eso nos estuviese matando en vida. Supongo, porque ya tengo un recuerdo difuso de aquello, que por aquel entonces empezamos a informarnos más sobre el colecho y al mes de vida de Maramoto y de nuestras fieles ojeras decidimos empezar a ponerlo en práctica. Primero con muchos miedos. Luego, una vez que vimos que funcionaba y que no había ningún riesgo (no somos fumadores, ni alcohólicos, ni drogadictos), disfrutándolo mucho.
Volvimos a dormir por las noches y nuestra pequeña empezó a disfrutar al fin de las horas de sueño. Evidentemente, como buena bebé lactante, cada poco tiempo demandaba teta. Pero al estar todos juntos en la cama el proceso de búsqueda de alimento se aceleraba, así que eran despertares que no nos llegaban a desvelar.
Hoy
Maramoto está a punto de cumplir nueve meses, así que podemos decir que llevamos ocho meses de experiencia con el colecho. Quién nos lo iba a decir antes de que naciese… La peque, entre constipados y dientes, está atravesando ahora una época más complicada con el sueño, pero al menos tenernos cerca hace que esté más tranquila y que en sus continuos despertares sea capaz de volver a conciliar mejor el sueño. Nosotros, entre despertar y despertar, podemos dormir un buen puñado de horas por noche. Al menos las suficientes para encarar el día con energía. Y lo más importante, vemos a nuestra hija feliz durmiendo con nosotros lo que nos hace inmensamente felices. La verdad es que ahora mismo no me imagino nuestra cama sin el torbellino de nuestra pequeña saltamontes saltando antes de dormirse, moviéndose mientras sueña y buscando despertarnos cuando se desvela.
Por qué practicamos colecho
1. Porque es la mejor forma que hemos encontrado para que todos podamos dormir. Y al final se trata de ser prácticos y buscar la mejor solución para todos.
2. Porque al tener entre nosotros a una niña muy demandante, la cercanía y el contacto físico han sido esenciales para que logre conciliar y mantener el sueño.
3. Porque una vez superados los miedos iniciales disfrutamos mucho con el colecho. Somos felices acostándonos y levantándonos los tres juntos. Y esa felicidad no la cambiamos por nada del mundo.