Seguramente muchas.
“Tengo que dejar de ser impulsivo/a ante el comportamiento de mi hijo/a o alumno/a adolescente”.
“No puedo reaccionar a su comportamiento impulsivo con más comportamiento impulsivo, ¡yo soy el/la adulto/a!”
“Sé que mi falta de autocontrol en nuestras comunicaciones solo comporta consecuencias negativas”.
Pero, aún y así…
Aún y sabiendo que perder el control nunca es la respuesta, te resulta difícil no perder los estribos.
Pero, si no te importa, me gustaría insistir.
La conducta compulsiva, la falta de control no es el camino útil para conversar con adolescentes.
Lo he repetido una y otra vez: Existen otras maneras mucho más efectivas y respetuosos de comunicarse.
No son solo un mito de la psicología “new age”.
Son formas de gestionar la comunicación entre padres e hijos que funcionan, y se alejan de esa falta de autocontrol que comporta tantas consecuencias dolorosas.
¿Por qué respondemos con impulsos ante ciertas situaciones?
Porque somos humanos.
Y como humanos respondemos con una pérdida de control, ante ciertas situaciones que nos sorprenden o descolocan.
La conducta impulsiva en sí es un mecanismo de defensa humano.
Además, el estrés con el que vivimos hoy en día…
Este ritmo de vida tan ajetreado…
La necesidad imperativa de obtener resultados al instante…
La competitividad…
El tener que atenernos a ciertas actitudes sociales y demostrar ciertas habilidades…
Todos esos factores y muchos otros, contribuyen a que tú, como padre/madre y/o docente, pierdas el control emocional sobre ti mismo/a al comunicarte con el/la adolescente en tu vida.
El malestar que sientes en ese momento es tal que intentas buscar acciones impulsivas, rápidas, inminentes, que te alejen de la fuente de dolor emocional.
¡Cuidado!
No estoy intentando normalizar este tipo de comportamiento impulsivo.
De ninguna manera.
Simplemente te explico por qué respondemos con impulsos ante ciertas situaciones.
De hecho, si temes que pueda ser más que una simple explosión puntual ante un evento concreto, te recomiendo que lo pongas en manos de profesionales expertos.
En ocasiones, estos episodios repentinos y repetidos de conductas impulsivas podrían encerrar lo que se conoce como “trastorno explosivo intermitente”, que como explica la Clínica Mayo:
“Supone episodios agresivas y violentas, o arrebatos verbales agresivos en los que reaccionas con demasiada exageración para la situación. La violencia, el maltrato intrafamiliar, lanzar o romper objetos u otros berrinches temperamentales pueden ser signos del trastorno explosivo intermitente.”
Si es así, el trastorno explosivo intermitente tiene que ser gestionado y tratado.
Métodos para dejar de ser impulsivo frente a los adolescentes
El día que estés a punto de dejarte llevar por la impulsividad, ante una habitación que no está recogida…
O una cena que se queda en el plato…
O unos deberes que no se han hecho…
Piensa que existen alternativas a las acusaciones…
A los calificativos descalificadores…
A las amenazas…
A las órdenes.
Ese día, recuerda que existen formas de obtener la cooperación de nuestro/as hijo/as y alumno/as que no os dejarán a todos con una “resaca de sentimientos perjudiciales”.
En su libro “Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen” Adele Faber y Elaine Mazlish describen cinco habilidades que crean un ambiente de respeto en el que se evitan los desencadenantes de conductas impulsivas, y ayudan a desarrollar el espíritu de cooperación.
Describe la situación
Posiblemente te parezca ilógico que ante un ataque de ira mi consejo sea poner ese mar de emociones en pausa, y empezar a describir la situación.
Pero, lo que sucede es que, cuando tú le describes el problema (¡que está a punto de hacerte perder los estribos porque ocurre por enésima vez!), él o ella tiene la oportunidad de decidir lo que debe hacer en ese momento.
Él o ella toma la decisión.
No tú.
Y lo hace sin sentirse presionado por una marea de emociones que sabe que van a estallar en cualquier momento.
Entonces, en vez de perder el control cuando ves la botella de la leche fuera de la nevera de nuevo y ponerte a gritar un “¡Otra vez has dejado la leche fuera de la nevera, no te importa nada que nos pasemos 15 horas al día trabajando!”…
¿No crees que el/la adolescente reaccionaría mucho mejor a: “Mónica, recuerda que la leche se agría cuando no está en la nevera? ¿Puedes guardarla?”
Faber y Elaine Mazlish explican que, al dar información, en cierto sentido “se le está ofreciendo al adolescente un don que podrá usar eternamente. […] El chico/a parece percibir eso como un acto de confianza en él/ella. Se dice a sí mismo/a: “Los adultos confían en que yo actuaré de una manera responsable una vez que esté enterado de los hechos””.
Habla de tus sentimientos
Adele Faber y Elaine Mazlish nos recuerdan que “los hijos/as tienen derecho a escuchar los sentimientos honestos de sus padres. Al describirles lo que sentimos, podemos ser genuinos sin ser hirientes.”
Y yo añado que tú tienes todo el derecho a expresar lo que sientes en ese momento.
A hablar de las emociones que te provoca la conducta del adolescente en ese instante.
Así que, el día que te sientas frustrado/a porque el chico/a no para de interrumpirte, no le digas:
“¡Eres un maleducado! ¡Siempre me estás interrumpiendo!”
Dile:
“¡Me siento muy frustrada cuando empiezo a decir algo y no puedo terminar la frase”!
O el día que vuelva a dejar la puerta de la cocina abierta y te entren moscas a casa, no le digas:
¿Estás tonto/a? ¿Cuántas veces te tengo que decir que cierres la puerta?
Dile:
¡Me molesta que la puerta esté abierta porque no me gusta que entren moscas y se pongan sobre nuestra comida!
¿Has visto?
Y recuerda, es posible cooperar con alguien que esté expresando irritación o cólera, siempre y cuando tú no te sientas atacado/a.
Si gestionas tus sentimientos desde que los sientes florecer, estarás sentando las bases para una comunicación mucho más respetuosa.
Una comunicación que no se basa en el ataque, si no en el respeto y humanidad de cada persona.
Valora las consecuencias
Como persona adulta, sabes perfectamente a dónde te va a llevar esa explosión de ira.
¿Merece la pena?
El 100% de las veces, la respuesta a esa pregunta es no.
No merece la pena atacar o sentirse atacado.
No merece la pena jugar con los sentimientos del adolescente o que juegue con los nuestros.
No merece la pena amenazar o sentirse amenazado.
Nunca.
Por eso te recomiendo que valores lo que va a suceder si tomas el camino de la impulsividad.
¿Por qué no escribir una nota en lugar de soltar una ristra de insultos y amenazas?
El adolescente se sentirá conmovido al ver que te preocupas lo suficiente por él/ella como para escribir una nota divertida.
¿Aún y así te resulta difícil gestionar la comunicación con los adolescentes en tu vida?
En tal caso, te invito a asistir a nuestra Certificación de Facilitadores en Barcelona, los días 1, 2 y 3 de marzo.
Estoy segura de que las técnicas de comunicación que comparto en te ayudarán a evitar situaciones potencialmente conflictivas y a “apagar” fuegos emocionales.
Se trata de una certificación presencial en Barcelona de tres días de duración, dirigida a Educadores, Psicólogos, Coachs y a todas aquellas personas que trabajen con familias y niños y adolescentes.
Basada en el trabajo de las expertas estadounidenses en comunicación entre adultos y niños, Adele Faber y Elaine Mazlish, la certificación de Facilitadores te ayudará a descubrir un nuevo paradigma para entender las relaciones y la interacción entre adultos, niños y adolescentes y gestionar sus respuestas emocionales para comunicarse de manera empática, respetuosa, afectiva y efectiva.
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¡Hasta pronto!
Júlia