Esta generación no respeta nada…
Es como hablarle a una pared…
¿Cuántas veces has pronunciado una de estas frases?
¿Las tres?
¿Por qué no pueden ser como nosotros? solemos insistir los adultos ante actitudes que no comprendemos (o no queremos comprender).
La comunicación entre padres e hijos es un camino lleno de obstáculos.
Los adolescentes se enfrentan a importantes cambios físicos, mentales y emocionales.
Están creciendo.
Empiezan a separarse de nosotros, algo que, aunque no lo parezca, es tan doloroso para ellos como para nosotros.
Sienten una lucha interna porque quieren mayor autonomía.
Más privacidad.
Más tiempo con sus compañeros.
Quieren probar identidades diferentes.
Y sienten todo eso a la vez que experimentan cambios fisiológicos radicales en su cuerpo.
Y no creas, que nosotros, los adultos, ¡también pasamos por nuestra propia crisis de desarrollo!
Piénsalo: ¿verdad que a veces te supera la idea de hacerte mayor?
¿El perder control?
¿El verte limitado al hacer cierto tipo de cosas?
Y claro, llegan estos “jóvenes rebeldes” desafiando nuestra autoridad, y nos sacan de quicio.
Con las emociones a flor de piel y los participantes en plena crisis hormonal, ¿cómo vamos a hablar con estos “alienígenas” que en su día eran los pequeños que tanto adorábamos?
Evidentemente, no son las condiciones ideales para establecer una comunicación positiva.
Pero hay que intentarlo.
El libro “Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen”, de las psicólogas estadounidenses Adele Faber y Elaine Mazlish es el punto de partida ideal para entablar las bases de una buena comunicación entre adolescentes y adultos.
Habilidades para conversar con adolescentes
Sí, habilidades.
Para comunicarte con adolescentes se requieren habilidades especiales.
En cierta manera, es como aprender otro idioma.
Primero, admitimos las diferencias.
Hablamos en códigos distintos.
Porque, padres, hijos, docentes, alumnos… somos personas muy distintas.
No podemos utilizar una ‘lógica’ de padres o docentes y esperar que los adolescentes la sigan.
Hay que aprender su lógica.
Su idioma.
Faber y Mazlish nos recuerdan que ciertas habilidades comunicativas no son naturales.
Hay que aprenderlas.
Si alguien está expresando algo que realmente no nos gusta, lo natural es rechazarlo.
Por ejemplo, imagina que tu hija está molesta porque no le gusta su nuevo corte de pelo.
Lo natural es decir: “Te queda bien, no te preocupes, venga, que tienes que ir al cole“.
Pero, lo ideal sería decir “Entiendo que estás realmente molesta por el corte de pelo. Te sientes incómoda, ¿verdad? Te asusta este cambio de aspecto tan radical…”
“Los sentimientos nunca son correctos o incorrectos”, dice Faber,
“simplemente lo son.
Solo las acciones deben ser limitadas.
Los sentimientos siempre deben ser aceptados”.
Así que, no le juzgues.
No le des soluciones.
No le consueles.
Demuéstrale que realmente le estás escuchando con un “Ah, ya veo”.
Verás cómo de esa manera, acaba por reconocer cómo se siente.
Si el adolescente se siente realmente comprendido, lo más probable es que encuentre su propia solución.
¡Porque eso es lo que va a tener que hacer cuando se convierta en adultos!
Una de las historias que Faber y Mazlish explican en el libro demuestra lo que puede llegar a suceder si “te muerdes la lengua”.
El hijo de Jim tenía un trabajo a tiempo parcial.
Un sábado regresa del trabajo de mal humor, maldiciendo a su jefe.
Parece ser que este le había preguntado la semana anterior si podría hacer horas extras este fin de semana.
A lo que el chico respondió: “Tal vez”.
Al llegar al trabajo este sábado dispuesto a hacer las horas adicionales, el jefe le había dado el trabajo a otra persona.
La reacción natural de Jim era decirle que dejase de maldecir y que creciera: “¿Qué esperabas? ¿Cómo quieres que tu jefe gestione un negocio con un empleado que le dice que ‘tal vez’ puede trabajar?!”
Pero, Jim contiene esa inclinación natural a reñirle.
Y la conversación se desarrolla de la siguiente:
Jim: “Uh-huh”
Hijo (todavía enojado): “¡Es que tengo otra vida además de este trabajo!”
Jim piensa: “Esto no está funcionando”, pero se las arregla para no decir nada.
Después de un rato, su hijo de repente dice: “Supongo que… debería haberlo llamado cuando llegué a casa y no dejarlo colgado”.
Admite la realidad: somos seres con lógicas distintas.
Escúchale.
No le juzgues.
Confirma lo que escuchas.
Dale espacio para que dé el siguiente paso.
Esas son las habilidades que vas a necesitar para comunicarte con el adolescente.
Cómo iniciar una conversación con adolescentes
Sí sé que, a veces, querer iniciar una conversación con un adolescente es como pescar en un río seco.
¡Poco vas a sacar de ellos de manera espontánea!
Así que, pregunta.
Pregunta con respeto e interés.
Sin intención de fisgonear.
Con honestidad.
Con sutileza.
Con muchísima empatía.
Con intención de participar, entender y ayudar si es necesario.
¿Qué trabajo te imaginas haciendo en unos años?
¿Crees que te sentirías feliz?
¿Por qué?
¿Qué aspectos de tu vida actual son los que más te preocupan?
¿Qué es lo que más/menos te gusta acerca de ti mismo/a?
¿Qué sueles hacer para sentirte mejor cuando estás estresado/a?
¿Cómo crees que yo puedo ayudarte?
¿Qué te provoca tristeza?
¿Qué te provoca ansiedad?
¿Cuál es el elogio más bonito que te han dicho?
¿Estás contento/a con tus amigos?
¿Qué ha sido lo mejor/peor que te ha pasado en el cole?
Verás cómo a partir de esos “desencadenantes” la comunicación va a mejorar.
Intenta no irritarte con las respuestas del adolescente.
Intenta no juzgarlas.
Intenta evitar el ¡ya te lo dije”…
Cómo mantener conversaciones fluidas con adolescentes
Antes de iniciar una conversación con adolescentes, asimila todo lo que hemos comentado en este artículo.
Ten presente que van a haber diferencias.
Que el lenguaje, si no es totalmente distinto, sí que va a tener connotaciones muy diferentes.
Que vas a tener que controlar tu instinto natural a llevar la contraria y alterarte.
No hables incesantemente.
No le contradigas continuamente.
No impongas tu opinión.
No sueltes afirmaciones dogmáticas.
No generalices…
Si consigues superar estos obstáculos iniciales, tienes medio camino andado.
A partir de ahí, crea un clima que conlleve a la comunicación.
Dedícale el tiempo necesario.
Sin interrupciones.
Sin móviles.
Sin prisas.
Lanza preguntas como las que te he sugerido en el tema anterior o cualquier otra pregunta relevante a vuestra relación en ese momento.
Y sobre todo, escucha.
Pon toda la atención en el adolescente.
No en ti.
No en la emoción que te provocan sus palabras.
Escucha y habrás creado el entorno ideal para ser escuchado.
Deja que el adolescente sepa que lo que dice y cómo se siente es importante para ti, incluso cuando no estás de acuerdo.
Y sobre todo, controla tus reacciones.
De lo contrario, todo el trabajo que estás haciendo se derroca.
El adolescente debe entender que tienes la habilidad de recibir lo que te dice.
Y si no la tenías estás haciendo un esfuerzo por aprenderla.
Si no controlas tus emociones le das a entender que no pueden hablarte de cualquier cosa.
Y así no verán la necesidad de buscar esa conversación fluida y desinteresada en otra parte.
Cómo hablar de un tema concreto con un adolescente
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