Cómo explicar la muerte a los niños

Llega un momento en el que es inevitable que los niños se planteen la muerte. Y no hablo de tener que explicar a una niña de 3 años cómo su pez se ha muerto - perdóname +Maca Mamaporbulerias  por tomar como ejemplo vuestra historia - o de explicar que cuando uno se muere se va al cielo, se convierte en estrella o fantasías varias.

Hablo de la muerte como monotema. De que vayas tranquilamente andando con tu hijo por la calle y así, sin venir a cuento, te pregunte:

"Mamá, ¿tú qué día te vas a morir?"

Y se te pone una poker face que ni Lady Gaga, doy fe.

Estamos en "esa fase". Iván mostró su interes por la muerte muy pronto, para qué nos vamos a engañar. Tendría poco más de dos años cuando surgió el tema de preguntar por la Abuelita Trini, la madre de Papá, y por entonces le explicamos que se había ido y ahora era una estrella en el cielo. ¿Qué le vas a contar a un niño con esa edad?.

Siempre ha sido muy inteligente, muy curioso y con una capacidad extraordinaria de entender lo que se le explica. Eso y que con 2 años hablaba perfectamente dio lugar a este tipo de preguntas. Pero su inocencia también era muy grande y, aunque preguntaba por qué se había ido su abuela, una vez respondido, no ahondaba más. Dentro de la mentira piadosa de decirle que estaba en el cielo, le explicamos que se había ido para siempre porque estaba enferma y no se pudo curar. No era del todo cierto ya que no estaba enferma, pero explicarle que no superó un cateterismo no hubiera resuelto nada.

Pareció encajar bien el hecho de que llegado un momento puedes dejar de estar en esta vida y no se cuestionó nada más, totalmente lógico con dos años.

Y desde entonces ha tenido bastante claro el concepto de la muerte, sin dramatismos. Nacemos, morimos. Supongo que porque no ha caído en la cuenta del verdadero sentido de la muerte, el irse para siempre y no volver, o quizás porque ha tenido la suerte de n vivir una experiencia de que se vaya un ser cercano. Hasta ahora su única persona cercana que ya no está es su Abuelita Trini, pero ya no estaba cuando él nació, por lo que no ha sufrido su falta ni ha podido echarla de menos.

Lo que hasta el momento llevaba con normalidad, como una trivialidad más, de un tiempo a ahora le ha entrado una perra con la muerte que no hay quien lo calle.

No recuerdo exactamente cuándo o a raíz de qué, pero un día empezó a preguntarnos pues eso, que cuándo nos íbamos a morir. Y claro, va camino de los 6 años y sigue siendo un niño muy inteligente y aún más curioso que no se conforma con respuetas vagas y condescendientes, quiere saber la verdad. Así que una se las tiene que ingeniar para responder la verdad de manera que la pueda entender y sin que se la tome a la tremenda.

- ¿Mamá, Qué día te vas a morir?
- Cariño, yo no lo se, nadie sabe qué día se va a morir. 
- ¿Y por qué? 
- Pues porque no, porque eso no depende de nosotros.
- ¿Y cuándo te vas a morir? 
- Pues no se Iván, espero que cuando sea ya muy viejecita. Pero no hay que pensar en la muerte, cariño, hay que pensar en la vida, vivir y disfrutar.
- Mamá, ¿y tú ya eres viejecita? 
Y aquí me puse un poco gallega.
- Pero a ver, ¿Tú me ves vieja? 
- No mamá, tu eres joven y guapa.
Da gusto los buenos ojos con los que me mira mi hijo.
- Pues entonces no te preocupes, que no me voy a morir todavía.
- Y papá, ¿es viejo? 
- Ays Iván, ¿tú ves a Papá viejo? 
- Bueno, sí, un poquito, más viejo que tú sí lo veo. 
Sinceridad ante todo, jajaja.
- Vale, pero papá aún no es viejo, es joven, muy joven para morir.
- Entonces mamá, ¿Cuándo serás viejita? 
- Pues mira, cuando tenga el pelo muy blanquita, la cara muy arrugada y  me veas andar con un bastón, encorvada, seré muy viejita. Pero aún así a lo mejor no seré tan vieja para morirme, porque hay gente que vive muchos años.
- Ah vale, entonces como el abuelo no lleva bastón aún no es viejito, qué bien, ¡Aún no se va a morir!

Esa conversación la tuvimos hace unos días, mientras íbamos a recoger a la peque a la guarde. Pero hemos tenido conversaciones muy similares en las que Iván se ha sensibilizado mucho.

- Mamá, cuando tú te mueras ¿Quién va a cuidar de la hermanita y de mi?
Lo escucho y se me parte el corazón, no miento. Y lo dice con una preocupación que me estremece.
- No te preocupes Iván, cuando yo me muera tú serás mayor, hasta serás papá, no necesitarás que yo te cuide. Seguramente tú tendrás que cuidar de mi entonces como yo te cuido ahora.
- Mamá, yo siempre voy a necesitar que me cuides.
Ays, que me lo como.

Luego tenemos el momento "niño fatigas de Poli de guardería", si habéis visto la peli, ¿os acordáis del niño que solo hablaba de morirse, que todo el que no estaba o estaba enfermo se iba a morir?, pues ese.

Hablando de salir con su tito A, mi hermano, le digo que vamos a ir con él no recuerdo dónde y me dice:
- ¿Viene también la tita Eli?
- No cariño, la tita Eli ya no está.
- ¿Por qué? ¿Se ha muerto?
Toma ya.
- No hijo, es que ya no es la novia del tito.
- ¿Y por qué ya no es su novia?
- Pues porque ya no se quieren.

Y la conversación derribó por otros derroteros, el amor, las relaciones, cuando se acaba el cariño y etc... que también hay que explicárselo.

Es un tema que puede surgir en cualquier momento y de detalles cotidianos, sin darnos cuenta.

- Ay Munki, que viejote estás ya, llevas 10 años con nosotros que parece mentira, aún me acuerdo cuando eras un cachorrillo pequeño y mírate, eres un gato goooooooordoooo.
- ¿Mamá, si Munki está viejo es que se va a morir ya?
- No hijo, es una broma, Munki tiene 10 años pero los gatos viven muchos más, y está muy sano y nosotros lo cuidamos mucho, seguro que nos dura mucho.
Y veremos si no nos entierra el jodío, con lo bien que vive.

La más triste fue la que mantuvimos hace unas semanas camino de la guarde, se nota que aprovechamos ese ratito para hablar de nuestras cosas.

- Mamá, ¿de quién nació Papá?
- Pues del abuelito J y de la abuelita Trini.
- Pero la abuelita Trini se ha muerto.
- Sí, pero se murió poco antes de nacer tú, Papá ya era mayor.
- Entonces, ¿Papá no tiene madre?
Nudo en la garganta. Eso no me lo esperaba.
- No cariño, Papá ya no tiene mamá.
- Pero mamá, eso es muy triste.
Lo dice ya con lágrimas en los ojos.
- Sí Iván pero no te preocupes porque tiene un papá que lo quiere mucho, tiene a sus hermanos que también lo quieren mucho, nos tiene a nosotros y ha tenido una mamá que lo ha cuidado y lo ha querído muchísimo. (Doy fe).
- Y la abuelita se murió porque era viejita?
- No cariño, aún no era viejita pero se puso enferma, a veces eso pasa.
- Mamá, yo no quiero que te mueras nunca, quiero que siempre estés conmigo, prométeme que no te vas a morir.
- Iván, no te puedo prometer eso porque todos nos vamos a morir, es parte de la vida. Pero te prometo que me voy a morir cuando yo sea muy viejita, seré tan viejita que hasta tú serás viejito.
Juro por lo más grande que espero cumplirlo.

Así que se lo lleva todo al extremo del tremendismo. Si hablamos de que alguien está enfermo la pregunta inmediata es ¿se va a morir?, si digo de broma que estoy vieja - ya intento cerrar la boca antes de que se me escape porque me lo veo venir - me pregunta si me voy a morir, si hablamos de una persona que ya no está pregunta si se ha muerto, si le digo que me de la mano al cruzar o que no se quite los cinturones de la silla en el coche me pregunta si es para no morirse en un accidente... Parece que la muerte se ha convertido en el epicentro de la existencia y todo el que no está, está viejo o enfermo - aunque no estar sea haberse ido de viaje, vieja me lo llame a mi misma con 35 otoños o enfermo sea el que tenga un resfriado -, es que o se ha muerto o se va a morir.

Y claro, cuando uno se muere, no se muere y ya está, a esa conclusión también ha llegado. Y lo de la estrella en el cielo no cuela, no en un niño que tiene pasión por el conocimiento del cuerpo humano y del universo - son sus temas favoritos y se bebe todos los libros que puede sobre ello -.
Así que también pregunta qué pasa con nuestro cuerpo cuando nos morimos y eso me cuesta más trabajo por lo escabroso del tema. Porque claro, no quiero entrar en detalles de que cuando uno se muere y lo entierran se lo acaban comiendo los gusanos, o bien te meten en un horno y te hacen ceniza.
Me toca suavizar un poco explicando que sí, nos llevan al cementerio para que nuestros seres queridos sepan que estamos allí y así puedan visitarnos, ponernos flores y recordarnos. Sin más.
Y como es un niño que saca sus propias conclusiones, tiene respuestas así de fantásticas:

- O nos hacen una estatua, porque Colón está muerto y en la plaza hay una estatua suya.

Y no puedo evitar reirme de su lógica aplastante.

- No cariño, si hicieran una estatua de cada persona que se muere no cabríamos, el mundo estaría lleno de estatuas. Las estatuas se las hacen a aquellas personas que han destacado en su vida o han hecho algo importante, como Colón, que descubríó América.
- Pues cuando te mueras yo te haré una estatua porque eres lo más importante para mi.
Ole ahí, este niño le levanta el ánimo a un muerto - qué bien traído jajaja- .

Un día de estos le contaré que a veces hay gente que no quiere ser enterrada y entonces se les convierte en ceniza y se guardan o se vierten en un lugar especial. Como la abuelita, cuyas cenizas están en un jardín, y en su lugar crece un rosal precioso. Y le diré:
- ¿Ves? Donde está la abuelita hoy crece una flor preciosa, y la abuelita siempre estará en esa flor.
De verdad que yo lo creo así.

Confieso que a veces estas conversaciones se me hacen difíciles porque entiendo su curiosidad, se que puedo hablarle con sinceridad porque lo asimila mejor de lo que se espera en un niño de su edad, y es una fuente incansable de preguntas y porqués que no se conforma con respuestas vagas, pero a la vez es un niño muy sensible y sentido, por lo que temo meter la pata y ser demasiado realista, o que la realidad que tan bien parece comprender se convierta en un arma de doble filo, siendo una fuente de preocupaciones y miedos.

Así que intento quitarle hierro al asunto, contarle que gracias a la medicina y los avances de la ciencia, a lo bien que nos alimentamos y nos cuidamos cada vez vivimos más - así además aprovecho para inculcarle la importancia de una buena alimentación, hacer deporte, salir al aire libre y llevar una vida sana -, que nos queda mucha vida por delante y que lo que tenemos que hacer es disfrutar de la vida sin pensar en la  muerte.

Estoy convencida de que esto es una fase que pasará. Porque si hago memoria y echo la vista atrás, casi puedo recordar cuando era yo misma la renacuaja que le hacía estas preguntas a mi madre. Y también recuerdo el dolor que me producía pensar que mi madre, que era todo mi mundo y mi existencia, me pudiera faltar. Dolor que todavía se produce, solo que soy adulta y puedo focalizar mis pensamientos de otra manera. Y no puedo más que decirle...

"Cariño, estoy aquí contigo, y estaré contigo, a tu lado y queriéndote, toda mi vida.". 

Es la verdad más cierta que le puedo decir.

Y vosotros, ¿habéis llegado a esta fase?, ¿cómo capeáis el tema de la muerte con vuestros peques?.
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