Un director de un colegio de Singapur escribió esta carta a los padres de sus alumnos:
“Los exámenes de sus hijos tendrán lugar dentro de poco. Sé que todos esperan que sus hijos saquen buenas notas. Pero les pido que piensen que, entre los niños que se examinan, habrá un artista que no necesite entender de matemáticas. Entre ellos, también habrá un empresario al que le dé igual la historia o la literatura inglesa. Entre ellos, habrá un músico al que no le parezcan importantes sus notas de química. Si sus hijos sacan buenas notas ¡estupendo! Pero si no es el caso, les pido que no les roben la confianza en sí mismos y su dignidad. Díganles a sus hijos que no pasa nada. Solo es un examen. Sus hijos están hechos para cosas más grandes en la vida. Díganles a sus hijos que les quieren y que no les van a juzgar, a pesar de la nota que obtengan. Van a ver cómo sus hijos conquistan el mundo. Un examen o una mala nota no les van a privar de sus sueños ni de su talento. Y les pido que no crean que los médicos y los ingenieros son las únicas personas felices en este mundo.”
De esta manera les ayudaremos a aceptarse a sí mismos, a mejorar en lo que necesiten mejorar pero siempre desde una sana autoaceptación eliminando esa excesiva autocrítica que muchos niños terminan por hacer suya y la arrastran durante toda su vida.
Admitamos, tanto con los niños como con los adultos, que el error forma parte de nosotros mismos como seres imperfectos que somos, aceptemos el error, aprendamos de ello y no nos avergoncemos por hacer cosas mal pues la vergüenza hacia nosotros mismos es el peor sentimiento que podemos tener.
Trabajemos de cara a la autocompasión. La autocompasión es ser amable y comprensivo con nosotros mismos, especialmente ante nuestros errores. Modifiquemos el diálogo interno y en vez de machacarnos por lo torpes que somos, aceptemos que no somos perfectos y que nos podemos equivocar. Eso no significa “pasar de nuestros errores” sino reconocer que podemos hacer daño sin querer. Responsabilizarnos de nuestros actos, de nuestros errores, pero eliminando el excesivo sufrimiento innecesario que nos generan.
Transmitamos estos valores a nuestros hijos para que sean personas seguras de sí mismas y se puedan convertir en adultos confiados y felices, porque no olvidemos que el CAMBIO en cada uno de nosotros sólo se producirá cuando la persona consiga aceptarse tal y como es.
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