Hola de nuevo; hoy me apetecía compartir con vosotras un post más personal, de esos que me gustan (y que necesito) escribir cuando hay algún momento duro en el camino o cuando sencillamente necesito dejarlo ir. Estaréis de acuerdo conmigo en que la maternidad tiene mucho de estos momentos y es por ello que hace unos dos años que mi afición (y necesidad) por escribir han vuelto a vuelto a aflorar.
Hace 28 meses que una frase se repite muchísimo a mi alrededor: “tranquila, todo pasa…” Creo que el todo pasa es la frase más repetitiva, significativa y representativa de la maternidad. Me explico: desde que empiezas a gestar a tu bebe en tu vientre y sientes los primeros malestares, las náuseas, los mareos, los vómitos… Y lo compartes con aquellas que crees que te pueden entender, siempre recibes un: “tranquila que pasa, a los tres meses pasa”.
Cuando ves que se acerca el momento del parto, y eres primeriza, y temes a lo desconocido, a lo que podría pasar y lo transmites a las mujeres que ya lo han vivido y recibes un: ¡uy! Tranquila que el parto pasa, lo complicado viene después…
Y después, cuando tienes por fin a tu gran y esperado bebé encima y con él las millones de incógnitas, miedos, temores y dudas… Las hay de todo tipo, desde las más llevaderas como las primeras curas, que si el ombligo, que si los ojos, aspirarle o no los mocos; hasta las más angustiosas: los cólicos, los llantos que parece que no terminan jamás, cuando no se cogen al pecho, cuando no cogen peso, cuando no quiere carrito, cuando sólo se calman en brazos, cuando sólo quieren a mamá, cuando el carro no lo quieren ver ni en pintura…
Y cuando todo esto se convierte en una pelota, en una rueda que se repite día tras día, semana tras semana, y llega un momento en el que petas, explotas, arrancas a llorar, lo sueltas todo, te sientes mal, mala madre, mala persona y recibes: tranquila, que todo pasa.
Todo – pasa
…
Respiro ahora tranquila, pero en ese momento, recuerdo mi yo débil, despeinada y cansada que lo único que tenía ganas de gritar era: pero mientras no pasa, qué!?!!?!?
No sé vosotras, pero a mi esas respuestas no me consolaban, y ahora me doy cuenta de que no era lo que necesitaba escuchar. Por supuesto, nadie nos puede decir cuando pasará, ya que los tempos de cada bebé y de cada familia son distintos. Hay algunas familias que a los 3 meses ya han recuperado un poco la calma, y que las piezas de sus vidas que explotaron a la llegada de su bebé ya empiezan a estar en su sitio; y hay otras familias a las que esas piezas tardan mucho más en recomponerse. 6 meses, 10, 1 año…o 1 año y medio como en nuestro caso.
Sí, hemos tardado 18 meses en “ver La Luz al final del túnel”. Ojo, y eso no quiere decir que ahora todo sea bufar i fer ampolles (como decimos por aquí); no, no. Tenemos nuestros momentos, por supuesto, como toda familia que incorpora hijos, pero todo tiene otro prisma.
Hace apenas dos meses que nuestra burbuja se ha abierto hacia el exterior, que tanto Valentina como nosotros nos hemos visto capaces de levantar la mirada hacia arriba. Nos hemos sentido preparados para cosas tan normales para otras familias como salir a comer con más gente sin miedo a que no hubiera manera humana de hacerle dormir la siesta en un sitio que no fuera casa; nos hemos visto seguros que irnos de vacaciones sin miedo a que las no-rutinas hicieran que nuestros días fueran un infierno, nos hemos visto capaces de ir a cenar solos, los dos, sin Valentina, perdón, nos ha APETECIDO ir los dos a cenar solos, sin Valentina.
Hace apenas dos meses que cuando llegamos a una situación o lugar nuevo, o que estamos con personas desconocidas, Valentina sólo tarda 10-15 minutos en sentirse a gusto, y que después ya no la volvemos a ver en horas. Hace un tiempo, era todo muy distinto. Uno de nosotros se quedaba “disfrutando” del plan, y el otro se iba con Valentina a pasear, a jugar, a dormirla o lo que necesitara, ya que no podía canalizar esa situación nueva, no la aceptaba.
Muchos pensaban y pensaran, “bueno, eso es que no la habéis acostumbrado”… Si la vais poniendo poquito a poco en el carro, en la cuna, la lleváis con mas gente, salís, no cambiáis vuestros planes, no, no… ella se acostumbra.
Claro. Me río, porque realmente quien dice eso es porque o no ha sido madre o ha tenido otro tipo de hijo. Por supuesto que nosotros hicimos y repetimos mil y una veces las situaciones anteriores. Pero la respuesta siempre era la misma: llorar, llorar y llorar como si no hubiera un mañana.
Y no, nosotros no queríamos acostumbrar a nuestra hija a base de llantos. Así que hemos necesitado 18 meses para que nuestra pequeña aceptara todas esas situaciones tan normales y cotidianas para el resto, sin llorar. ¿Y por qué? Pues por que ahora sí que está preparada, y antes no. Hay bebés que están preparados con tres meses, hay quien a los 8, hay quien al año y los hay que nunca. Por que el tema del carro casi que lo hemos desterrado…
Ha sido muy duro, durísimo. Y ahora que todo ha pasado, me doy cuenta de que cuando pasaba necesitaba otro tipo de acompañamiento, otro tipo de personas que quizás no eran las que tenía. No quería a alguien que me dijera: tranquila, todo pasa; y con ello apartar mi dolor y mi angustia… Nos cuesta tanto aceptar el dolor del otro, nos cuesta tanto acompañarlo, no nos hace sentir bien y lo que queremos es hacerlo pasar rápidamente.
Y yo no quería eso, yo quería tener al lado a gente que me acompañara, que no buscara los por qués, ni las soluciones… si no alguien que me aceptara a mi y a mi hija, que nos quisiera de la manera que éramos y de la manera que habíamos decidido construir nuestra familia. Y esto es difícil… es muy difícil.
Es dificil para quien lo vive y para quien lo sufre, pero como todo en la vida, te enseña y te hace más fuerte. Conoces a personas maravillosas, personas que quizás estaban allí pero que nunca te hubieras imaginado que responderían de ese modo. Personas que están tan lejos pero que a la vez están tan cerca. O personas que ves que cada vez se alejan más…
La maternidad que yo he escogido no es fácil, ni para mi ni para los que me rodean, pero es la que mi hija necesita y la que a mi me hace feliz. Y cualquiera que no pueda entender o verme así no quiero que esté dentro de ella. Porque ahora la maternidad forma parte de mi vida, de mi yo, y cada día de pasa estoy más segura de ello.
Ahora que ha pasado, que yo estoy más tranquila, que Valentina está más tranquila, ahora que puedo levantar la cabeza y fijarme en otros horizontes, veo todo lo que ha pasado en estos 18 meses y puedo afirmar sin lugar a duda que repetiría todas y cada una de las decisiones que tomé desde el día que supe que estaba embarazada.
Desde aquí, un abrazo y un apoyo enorme a todas las que estáis pasando por momentos duros, por momentos oscuros… Mucha fuerza a todas las que estáis dentro del pozo y no sabéis ni por donde empezar. Escuchad a vuestro corazón tomad las decisiones que os manda… Os envío muchísimo amor y un pequeño mensaje que a mi me ayudo muchísimo: abrazad fuerte a vuestros pequeños y amad, amad mucho. AMAD en mayúsculas, porque será lo único que os aleje del miedo.