¡Hola a todas! Cómo ha ido vuestro finde? ¿Alguna más por aquí que me lea desde la sombra de un cocotero? Por aquí todavía nos quedan 3 semanas para coger vacaciones y algunas más para irnos de vacaciones.
Así que de mientras aquí seguimos, trabajando, aunque a un ritmo un poquito más bajo y escribiendo sobre lo que más me gusta. Desde que Instagram nos ofreció la posibilidad de las preguntas por stories, ha sido un no parar de entrevistas en todos los perfiles, y la verdad, es que a pequeños sorbitos a mi me gusta, conocer un poquito más a esos perfiles que sigo día tras día.
Es curioso que una de las preguntas que más hicisteis (además de si queremos tener más hijos, si volveré a ejercer de maestra o cómo me organizo mi día a día) fue que cosas tenía claro que quería cambiar en mi segunda maternidad.
Lo de que la experiencia es un grado, claro que está que sabes a que lo enfrentas, en cuanto a bebé se refiere. Lo de cómo reaccionará el mayor, es otro tema. Lo que puedo afirmar desde YA es que con este segundo embarazo no he idealizado la maternidad como sí que lo hice en el primero. Supongo que pequé de ilusa, de enamorada o sencillamente la no experiencia de bebés y maternidades a mi alrededor, me hicieron únicamente imaginarme los momentos bonitos y Pinterest con Valentina. Y eso fue un gran chasco. Fui la primera de mis amigas, de nuestros grupos de amistades; pero es que incluso en mi familia. Hacía muchísimo tiempo que no había bebés, con lo que yo no había vivido en primera persona ambas realidades de una crianza. Para que me entendáis: yo no recordaba haber visto dar de mamar a nadie. Claro que había visto en la calle o en algún parque, pero aquello de tener a una amiga que amamantara, o una prima, o una tía. Alguien que sufriera por establecerla, nada. Lo viví todo en primera persona.
La suerte de tener una madre joven es enorme, aunque también tiene la otra cara de que no puede ayudarte del modo que te gustaría en uno de los momentos (si no el que más) vulnerable de tu vida. Aún así, tengo que admitir que Ramon tiene un buenísimo horario, así que no he vivido aquello de estar sola con un bebé hasta las 7 o las 8 de la tarde. Lo que sí que tengo claro que haré respecto a la no ayuda que voy a seguir sin tener al respecto es:
Cocinar y llenar el congelador como si no hubiera un mañana. Recuerdo vagamente que alguien durante el primer embarazo me lo dijo. Pero yo pensé “bah, que exagerada, ni que no fuera a tener ni 10 minutos para hacerme una ensalada”. Por supuesto que hay madres que lo tienen, pero no fue mi caso. Y me pasé mucho meses comiendo mal y siendo algo que me generaba todavía más presión.
Recordarle a la gente que me pregunte “¿qué necesitas algo? ¿te algo algo? ¿qué necesitáis para el bebé?” – “pues un táper con comida para mi sería estupendo”. Así, en tono de broma pero diciendo de corazón que lo mejor que pueden hacer las visitas en llegar con un táper de macarrones en las manos. (Indirecta directa a tod@s mis queri@s amig@s y familiares que me estáis leyendo
Comprar un microondas en wallapop. En nuestra casa somos de la liga anti microondas. No voy a entrar en el tema porque no es el caso, pero en definitiva no tenemos, y de verdad creedme que nunca lo hemos echado en falta meeeeeeenos cuando parí a Valentina. Ganar tiempo y practicidad son las claves para el éxito, así que ya estoy en búsqueda de un microondas por wallapop, baratito y que se instale en nuestra cocina durante lo meses que lo necesite.
Hasta aquí, las cosas prácticas que cambiaré y tendré claro en mi posparto. Para temas básicos como la lactancia o el sueño, de verdad os digo que no voy a cambiar nada. Y eso que durante los primeros meses con Valentina tenía la sensación de que no lo podía hacer peor. Sin duda, no me voy a esperar 3 meses y no me voy conformar con los “todo es normal” que tuve que escuchar cuando dentro de mi había una vocecita que me decía que aquello no podía ser normal. Ahora sí tengo claro, porque la experiencia me lo ha enseñado, lo que es un buen agarre, lo que es que te vacíe el pecho, el dolor que no tengo que sentir porque dar el pecho no tiene que doler, y a quién acudir el primer día que note que algo no va como tiene que ir. A día de hoy, habiendo superado esos meses de crianza y adentrándome de lleno en la etapa de educación, puedo afirmar que no cambiaría nada de las decisiones que tomé. Las hice escuchando mi corazón, lo que sentía en cada momento, y aunque recuerdo momentos muy muy duros que no me gustaría revivir, no guardo la espinita de haberme quedado por hacer con algo que finalmente no hice.
A padre no nacemos enseñados, y las generaciones de antes tenían muchas pegas, pero sin duda tenían algo muy bueno y es que convivían muchas mujeres juntas en una misma casa (abuelas, tías, madres e hijas) con lo que todo lo que he descrito anteriormente quedaba cubierto (hacerte la comida, encargarte de la casa, tener experiencia dando de mamar), y sobre todo, no te sentías sola que creo que es de las peores cosas con las que tenemos que lidiar las mujeres cuando parimos. La maternidad a veces es un proceso que se vive en solitario y echas mucho en falta una tribu de mujeres, que te respete, aunque no decidan criar como tu, pero con la que te sientas acompañada, apoyada y empoderada. Yo tardé en encontrarla, pero llegó y sin duda si algo tengo que agradecer a las RRSS y a mi blog fue encontrarla en el 2.0 y traspasarla al mundo real.
A estas alturas, Julieta no tiene una habitación preparada cuando Valentina sí que la tenía. Pero no me arrepiento. De hecho si volviera a estar embarazada por primera vez, la volvería a montar. Y es algo que lejos de lo materialista que pueda sonar, es algo que si me preguntan y la madre siente que le apetece, lo recomiendo 100%. Es una manera de esperarlo, de hacerlo un poquito más real, de conocerlo, de tener contacto con tu bebé. Ahora, para mi no es importante, no lo necesito (y tampoco tengo tiempo), y porque ahora sé que va a estar en nuestra habitación durante bastantes meses, así que será algo por lo que preocuparse más adelante.
Y sin duda, algo que me ha enseñado Valentina y que creo que será el mejor regalo que le podré dar a Julieta, será el de dejarme llevar, en vivir el momento, saber que tengo que poner el freno de mano. No esperar nada, no organizar más allá de aquella misma tarde y vivir el presente sin tener en mente el “¿ésto cuando pasará?.
Porque pasará, lo sé. Ahora sé que todo pasará. Lo sé ahora y no cuando me lo decían por primera vez. y también sé que pasará todo lo bueno. A veces me cuesta acordarme de los primeros meses de Valentina porque entre la lactancia, las mastitis, mis llantos, mis miedos, no había espacio para nada más. Sé que el posparto de Julieta tampoco será fácil porque tendré que hacer frente a una operación de hernia con una bebé muy pequeña y una niña de 3, pero tengo la suerte de saberlo con tiempo y poder prepararme para ello.
Así que para todas aquellas que me preguntáis qué es lo que voy a cambiar con esta nueva maternidad, van a ser, resumiendo, muchísima más practicidad, los pies en el suelo y con muchas ganas de poder disfrutar de Julieta desde el minuto 0.