¡Buenos días a todas y feliz inicio de semana!
Tenía muchas ganas de escribiros este post, así que en seguida que he tenido un momentito me he puesto a ello. Durante los meses de embarazo el parto es un tema de te va rondando la cabeza y le vas dando vueltas y vueltas. Y sobre todo, en el caso de un segundo embarazo (en el que no hay miedos), lo que te ronda más la cabeza es cómo será y cómo nos organizaremos ahora que tenemos otro miembro en la familia. ¿Con quién estará, cuántas horas durará…? Hubo un punto en el que incluso me agobié, pero llegué a conclusión de que realmente, no podía controlar nada. No podíamos predecir cuánto duraría ni qué día de la semana sería, ya que eso lo condicionaría todo. Así que finalmente lo que hicimos fue hablar con las personas de confianza, pedirles que estuvieran disponibles y a medida que fueran pasando las cosas iríamos organizando conforme las viéramos venir. Y cerré el capítulo y no volví a pensar en ello.
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El sábado 20 por la noche, estaba tumbada en la cama con el portátil encima terminando un par de cosas mientras el amore ponía a dormir a Valentina. Cuando entró por la puerta, cerré el portátil y le dije: “Acabo de enviar la última factura, ya puedo parir”.
Y Julieta se lo tomó en serio porque en apenas media hora me venía la primera contracción. Del mismo modo que con Valentina, las primeras las notaba un poco ambiguas y como además la cena (creí) que me había sentado mal, no sabía hasta qué punto era o no una contracción. Pero a los 5 minutos, ¡Pam! Otra. Estaba hablando con La Tribu por WhatsApp y les dije: “Chicas creo que esto se activa”, risas y gritos virtuales, un par de contracciones más, decidí apartar el teléfono y centrarme en ello.
Nos pusimos a hablar con el amore, y sí, efectivamente cada 5 minutos como un reloj suizo, una contracción. Avisé a mi gine (que la pobre estaba de cena), y decidí darme una ducha de agua caliente para intentar calmarlas y así poder descansar. La experiencia con Valentina nos decía que teníamos para rato así que si conseguía dormir 3-4 horas tendría fuerzas suficientes para poder hacer frente al parto.
Pero no, ni la ducha de agua caliente ni el intentar descansar hicieron que aquello frenara, ni mucho menos que fueran a menos. Las contracciones empezaron a hacerse más fuerte, y recordé que aquella intensidad con Valentina llegó al cabo de 10 o 15 horas. Ya no podía hacer frente a las contracciones yo sola, si no que necesitaba que el amore me sujetara para yo poder hacer la fuerza inversa, o que me presionara los riñones, apoyarme en la pared…
Nos pusimos en marcha: avisé a mi madre y hermana, en 30 minutos podían estar en casa. El amore terminó la bolsa y colgó las cintas de gym en el salón para que pudiera sujetarme allí durante las contracciones. Y yo, empecé a mentalizarme de lo que estaba pasando y a tomarme algunas gotas de flores de Bach que me habían preparado. Me parecía increíble, Julieta estaba a punto de llegar.
Las contracciones cada vez eran más fuertes y sólo hacía una hora que habían empezado. Me resistí a creer que quedaba poco, pero el hecho de tener a Valentina y poder “organizarlo” todo, hizo que me decidiera que vinieran mi hermana y madre para yo saber que en 5 minutos podía plantarme en el hospital (lo tenemos a 3 calles de casa, así que “creía” que podría ir andando como la última vez). Cuando llegaron y mi madre me vio me dijo: “no apures mucho que contigo estuve dos días y con tu hermana horas”; y yo seguía en mis trece de que a aquello todavía le quedaba rato. Pero de golpe me vinieron un par muy fuertes y tomé la decisión de ir al hospital y que me valoraran. Así al menos podíamos hacer unos mínimos cálculos. Imaginaros que con Valentina después de 10 horas ¡solo había conseguido borrar el cuello del útero! Estaba convencida de que llegaríamos y nos mandarían de nuevo para casa.
Las contracciones empezaron a ser seguidas, cada tres minutos, así que mi hermana se quedó en casa y mi madre nos acercó en coche. En dos minutos estábamos en el hospital. Cuando nos vieron me querían hacer pasar directamente a paritorio sin hacer la entrada y nosotros ¡que va… tranquilos! Que esto va para largo… Cuando llegamos a Sala de partos y la comadrona me hizo un tacto me dijo: “Estas de 6 cm y la niña ya ha bajado y está encarada”. Yo creo que la chica todavía se acuerda de la cara que pusimos. Lo único que me salió fue decir: “llama a la anestesista” Y Miré al amore y le dije: “avisa a Laura”.
Si algo tenía claro es que no quería sentir dolor, quería seguir notando las contracciones y poder empujar pero no quería sufrir. Me dijeron que quizás no nos daba tiempo, que la cosa iba bastante rápido y mi cara era un poema… Miré el reloj que tenía delante y pensaba: ¿¡pero si solo han pasado 3 horas!?. Cerré los ojos, crucé las piernas y le dije: “Julieta hija, no tengas tanta prisa, espérate un poquito”.
Y se esperó. Dio tiempo a que llegara la anestesista, mi gine y que viviéramos un parto precioso. Súper consciente, súper despierta, notando todo y muy emocionada. En los últimos pujos, entre parada y parada esperando la contracción me dio por llorar. Estaba pasando, en pocos segundo nacería Julieta, y todo empezaría de nuevo. Era real. Y me acordé de Valentina, en ese momento sí que me di cuenta que hubiera tenido un parto en casa solo para que ella pudiera haber estado presente en un momento tan importante. Nos abrazamos con el amore, empujamos otra vez, y no hizo falta más porque Julieta se abrió camino sola. El amore pudo sacarla y ponérmela en el pecho.
Y en aquel momento empezó ese subidón hormonal, de mirarnos por primera vez a los ojos, de estar juntas, de empezar una nueva vida, una nueva aventura. Todo había salido bien.
Julieta, tu llegada al mundo ha sido increíble, me da la sensación de que no puedo pedir más, que te debo todo. Que esperaste al momento que podía estar al 100% por ti, que esperaste el momento que tu hermana dormía para que al despertarse recibiera la noticia de que ya habías llegado. Has llegado a la familia y parece que tu hueco siempre había estado.
¡Bienvenida al mundo Julieta! Ya verás, te va a encantar y créeme, tienes a la mejor compañera de viaje.