En esta família de tres somos todos un poco culo inquieto. A veces nos llevamos las manos a la cabeza viendo las que se trae Valentina, y siempre hay alguien de nuestro alrededor que nos dice: “qué os esperabais? ¿Os habéis visto vosotros?”
Tanto el amore como yo no sabemos estarnos sin hacer nada, eso de estar un domingo en casa en plan casero sin hacer nada, no va con nosotros. A veces nos esforzamos, pero siempre nos acaban “saliendo” cosas y ya estamos liados hasta las tantas. Ya sea ponernos a cocinar, hacer algún DIY’s, reestructurar toda una habitación… lo de estar sentados en el sofá nunca ha ido con nosotros. Quizás por eso nos planteamos tantas veces quitar la tele del salón.
Aún así, hay veces que parece que el tiempo se para (y no me refiero a las interminaaaaables noches que Valentina nos está regalando durante estos 17 meses). No. Me refiero a esos momentos en familia, preparados o no, organizados o no, en los que se crean situaciones mágicas, momentos increíbles, risas y recuerdos que espero que también queden grabados en Valentina.
No quiero tentar a la suerte, así que si su memoria todavía no es lo suficiente madura como para recordarlo, lo hacemos en modo de fotografías. A quién no le ha pasado que guarda recuerdos de su niñez gracias a las fotos?
Desde que nos casamos me he enamorado de los reportajes fotográficos de familia, pienso que en nuestro día a día no paramos a guardar momentos. Tenemos el móvil siempre a mano y hacemos mil fotos, pero nunca de aquellas en las que salgamos los 3, o que realmente se puedan después pasar a un álbum de papel.
Soy muy analógica, y aunque me pirra Instagram, me encanta mirar y tocar los álbumes de fotos, así que cada año hago uno con los best moments. El primer año de Valentina estuvo lleno de reportajes de fotos (podéis ver algunos aquí y aquí), parece que con el primer año no hay excusas, pero estamos ya en el Segundo y sin darme cuenta han pasado casi 6 meses y me da la sensación que no tengo fotos de estos momentos.
Así fue, como lié al amore, cogí unas cuantas flores frescas, una silla antigua, unos vestidos preciosos que tenía guardados en el armario para una ocasión especial y nos plantamos en los campos de cereal que hay al lado del pueblo.
Para las que me seguís desde los inicios, los inicios inicios, por allá el 2013, os acordaréis de estos campos, ya que fueron los mismos que visitamos para hacer nuestro reportaje pre-boda. Son preciosos, da igual si ya están segados o no, con balas de paja o sin ellas, quedan unas fotos espectaculares, y lo único que necesitas es un trípode o una alma caritativa que se ofrezca a tiraros fotos durante un buen rato.
Sí, lo confieso, cuando se me ocurren cosas como estas, la única que está emocionada soy yo. Valentina todavía no se imagina lo que preparo, el amore ya suda imaginándoselo pero una vez ahí, se lo pasan pipa, y cuando después ven el resultado siempre tiene que darme la razón y confesar que ha valido la pena.
Aunque haya días (y sobre todo noches) que me parezca imposible la expresión de que el tiempo vuela, sé que un día estaré mirando estas fotografías, Valentina ya será mayor, quizás ni tan siquiera viva con nosotros y estaré súper agradecida de tenerlas de recuerdo. Fotografías que te hacen recordar el olor de los campos, la arena de los caminos que se levanta cuando entras con el coche, los murmullos de amore quejándose por vicio porque en realidad le encanta como a mi hacerlo pero le queda más machote no decirlo, a Valentina corriendo por ahí cogiendo todas las amapolas…
Sí, hace un tiempo mi plan perfecto de domingo por la mañana hubiera sido dormir, dormir y dormir, después de una larga noche de cenita y copas. Ahora, casi que me estoy acostumbrando a despertarme a las 7, desayunar dos veces y disfrutar de la ciudad (o del pueblo) cuando ni tan siquiera están las calles puestas.
De hecho, pocas opciones más tenemos: cuando los hijos llegan, es para cambiarlo todo, ponerlo de arriba a bajo, y quedarte tu y tu ombligo en un segundo plano, así que puestos a hacerlo, mejor hacerlo con una actitud positiva, ¿no creéis? Para muestra un botón: la foto no engaña ni los relojes tampoco, eran las 8.35 de la mañana cuando estábamos en plena faena
Así que ya sabéis, si queréis haceros con un repor familiar low cost, lo único que tenéis que hacer es coger el coche y poner rumbo a tierras con campos de cereal, unos vestidos bonitos a conjunto, unas flores y cualquier cosa de atrezzo que os pueda servir. Nosotros llevamos el maletero lleno y al final no utilizamos casi nada. Me llevé una silla antigua de mimbre, una maleta vintage, una sábana y algunos peluches para la peque. Pero como siempre, el mejor atrezzo es el que te encuentras en el camino.
Espero que os hayan gustado mis propuestas, seguro que más de una se ha sentido identificada. Si os animáis, convencéis a vuestros amores y os echáis a la carretera en busca de localizaciones, estaré encantada de ver vuestras fotos. Un saludo y hasta mañana, ¡gracias por estar siempre ahí!
Relojes Daniel Wellignton
Vestidos Son De Flor
Flores de Flobox