Y es que la presidenta, Cristina Cifuentes, ha decidido dar más importancia a los centros a los que hay que desembolsar dinero (y no poco) que a las instituciones educativas públicas. ¿Sabía que esto iba a pasar? Puede que sí, pero no de una forma tan exagerada. En muchos centros de la Educación Pública, se están haciendo tales recortes que los propios maestros son incapaces en muchos aspectos, de hacer correctamente su trabajo.
Muchos docentes, tienen en sus aulas más de 25 alumnos en Primaria sin ningún tipo de ayuda. Muchos colegios se están deshaciendo de orientadores y pedagogos indicando que no tienen dinero para pagarlos. Y no hablemos de los profesores interinos que se ven “completamente” negros para poder optar a un puesto fijo en cualquier centro público.
Mientras tanto, eso sí, les tienen ahí, les pagan un sueldo bastante inferior a lo que deberían y pueden echarles en cualquier momento. Todos pensamos que la Educación Pública es un derecho básico, sí, ¿pero a qué precio? ¿Al precio de ir despidiendo a educadores infantiles? ¿Al precio de ir subiendo la ratio de los alumnos en las diferentes etapas educativas? ¿Al precio de no valorar a los profesionales que se esfuerzan cada día?
Educación Pública. Qué bien suena, ¿verdad? Una Educación para todos, a la que todos puedan acceder. Una Educación de calidad. Pero, ¿cómo va a ser una Educación de calidad si cada vez tiene menos recursos para aplicar nuevas metodologías? ¿si cada día que pasa maltrata más y más fuerte a sus maestros y profesores? ¿cómo va a proporcionar la Educación Pública algo de calidad si es la menos respetada, la más ofendida y casi olvidada?
[ctt template=”8″ link=”cU8Qg” via=”no” ]Los despidos, los recortes y la falta de recursos están a la orden del día en la mayor parte de centros educativos de España[/ctt] Los centros privados y concertados ocupan toda la atención de los actuales políticos que nos gobiernan. Como se siga así, va a llegar un momento en que el derecho a una educación gratuita y pública va a desaparecer, quedándose únicamente las instituciones educativas más elitistas y a las que la mayor parte de los alumnos no pueden acceder.
Ahora hablemos de las familias. Familias trabajadoras, de clase media, con hijos. Familias en las que un miembro se ha quedado en paro, le han echado de su trabajo. Familias que matriculan a sus hijos en la Educación Pública porque tienen claro que es la mejor, que es una educación de calidad, de igualdad, de valores, que tiene en cuenta la diversidad, las necesidades educativas especiales y que cuenta con grandes profesionales para formar a sus hijos.
Esas familias han tenido que vivir como se quedaban sin becas para los libros de texto y material escolar, han tenido que ver como el centro educativo ha ido disminuyendo en personal, han tenido que vivir como en la clase de sus niños únicamente hay un maestro para más de 25 alumnos. Y hay alumnos que terminan el bachillerato, después de poner todo su esfuerzo, toda su ilusión, todas sus ganas, todo su optimismo y finalmente, cuando están solicitando la beca para poder estudiar la carrera que más les gusta, se la deniegan.
Y no, no se la deniegan a familias “privilegiadas” en la que ambos padres tienen empleo, se la deniegan a hijos de familias que de verdad la necesitan. Que de verdad no tienen dinero para pagar la matrícula de la universidad. O familias que para conseguirlo tienen que hacer grandes y grandes esfuerzos. Si ni siquiera la Educación Pública acoge y ampara a los que más lo necesitan, ¿entonces qué va a pasar? “Es que los recortes…” dicen, “es que la crisis económica…” vuelven a decir. Pero incontables políticos y diputados siguen robando. Y seguirán haciéndolo a pesar de ser conscientes de que cientos de alumnos se quedan sin acceso a la universidad y a una carrera.
Manifestaciones, luchas, concentraciones, conferencias. Muchas personas cada día, salen a la calle a protestar por un derecho básico. Por un derecho de todos los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Por un derecho de todos. Educación Pública, dijeron. La educación de calidad, repitieron. Pero desgraciadamente, eso no es así. Por supuesto que hay estupendos profesionales, por supuesto que hay increíbles profesores y maestros.
Pero, ¿cómo van a desempeñar un correcto trabajo sin recursos? ¿Cómo van a desempeñar bien su trabajo sin ayuda? ¿Creemos acaso que un único docente tenga a más de 20 alumnos en el aula es lo normal? ¿De verdad creemos que pueden proporcionar una atención personalizada e individualizada? Obviamente, la culpa no es de los docentes, ni mucho menos.
La mayor culpa de que estemos perdiendo la Educación Pública es de los que administran el país. De los que se creen que todas las personas pueden costearse un centro educativo para sus hijos con valor de 600 euros al mes. O de los que piensan que todos los alumnos pueden acceder a universidades privadas que cuestan “únicamente” entre 3000 y 6000 euros al año (y desgraciadamente, las hay más caras.)
Me parece genial que existan este tipo de instituciones pero lo que no parece bien es que se les promocione y encima se les proporcione subvenciones y ayudas. Y hablando claro, ¿quién puede acceder a ellos? ¿Todas las familias? No, desde luego que no. Está claro, que de esta manera, con tantos recortes, con tantos despidos y con tanta falta de recursos lo único que están consiguiendo es fomentar la desigualdad. La desigualdad entre familias y alumnos. Pero, esperad, quizás sea eso lo que quieren en realidad.
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