Siempre nos han hablado de tres estilos educativos: el democrático, el autoritario y el permisivo. Casi todas las personas nos movemos entre el estilo autoritario y el permisivo, e incluso aquellos que quieren adoptar un estilo democrático lo que hace es en algunas situaciones adopta un estilo permisivo y cuando ve las consecuencias de esta postura pasa radicalmente al estilo autoritario, y así está entre uno y otro.
El estilo democrático ha demostrado ser el que contribuye de un modo más eficaz al desarrollo de los hijos. Este estilo se caracteriza por existir un control y alto nivel de exigencias sobre los hijos presentando un alto nivel de comunicación y afecto. Es lo que podríamos llamar educar con firmeza y cariño.
Y entonces, ¿cómo podemos ser firmes y cariñosos a la vez? Un primer paso es entender que la cooperación entre adultos y niños basados en el respeto mutuo y en la responsabilidad compartida es más efectiva que el control autoritario. Hablo de cooperación porque cuando los niños se sienten parte de su propia educación y disciplina es mucho más probable que se comprometan a cumplir unas reglas y normas que han sido previamente comunicados y en algunos casos negociado y no simplemente impuestos. No estamos hablando de que son los niños los que deciden qué hacer o qué no hacer, sino que junto a ellos vamos a buscar soluciones a los problemas cotidianos para así desarrollar el sentido de la responsabilidad y de la pertenencia.
Propongo un ejemplo para darme a entender mejor: un niño llega tarde del recreo varias veces a la semana. El profesor lo que hace es castigarle sin el próximo recreo, aun así cuando tiene recreo nuevamente vuelve a llegar tarde. ¿Ha aprendido el niño el sentido de la responsabilidad simplemente porque le hayan privado de un recreo por haber llegado tarde? Lo más probable es que no, algún niño no llegará tarde simplemente porque no quiere volver a ser castigado sin recreo, más no porque haya aprendido que hay unas normas y unos tiempos y rutinas que hay que cumplir por lo que no ha aprendido el sentido de la responsabilidad. Sin embargo, qué pasa si ese profesor habla con el niño en privado en un tono abierto y no acusatorio y le pregunta las razones por las que llega tarde, le pregunta que opciones plantea el niño para que no vuelva a llegar tarde. Probablemente responda que no sabe, a lo que el profesor podría decir que lo piense y mañana le venga con algunas opciones.
Nos sorprenderemos de que los niños sean capaces de pensar por sí mismo alternativas y/o soluciones a determinadas situaciones. Pero sí son capaces, lo que pasa es que los adultos no hemos limitado a que simplemente hagan lo que los adultos le dicen.
Por esta razón nosotros como adultos tenemos que aprender a proporcionarles a los niños las oportunidades para que desarrollen responsabilidad y motivación. Este niño va a sentirse mucho más motivado a llevar a cabo una solución planteada por él mismo y previamente comunicada a su profesor, que una solución impuesta por él, ya que lo hará precisamente porque ha sido impuesta y esto puede traer consecuencias: rebeldía o sumisión.
Este profesor ha sido firme y cariñoso a la vez: le ha dejado claro al niño que su comportamiento de llegar tarde no es el correcto y que algo hay que hacer para corregirlo, y al dejarle formar parte de la solución ha sido cariñoso y respetuoso. Repito nuevamente que nos sorprenderemos al ver que los niños pueden y deben formar parte de su propia educación, de esta manera la experiencia tanto para ellos como para los adultos es mucho más enriquecedora y positiva.
Termino este post con una pregunta a los adultos: ¿Quieres que los niños desarrollen un sentido de la responsabilidad y habilidades básicas para enfrentarse mejor en la vida? Si la respuesta es sí entonces te animo a que tu lema sea: Educando con firmeza y cariño.
Viviana Villamayor Fleitas
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