No tenía previsto publicar este post tan pronto, de hecho en un principio había pensado hacerlo cuando hubiese pasado más tiempo y yo lo hubiese tenido todo superado. Pero la realidad es que llevo varios días con unas ganas enormes de desahogarme y de algún modo tengo la necesidad de expresar como me siento. Porque, en el fondo, creo que escribir sobre ello puede ayudarme.
Hace aproximadamente un mes y medio que acabó mi lactancia con Gala. Ha sido una de las decisiones más difíciles de mi vida, incluso más que dejar mi trabajo hace dos años. Y en parte ha sido así porque hubiese preferido no haberle puesto fin.
Mis inicios con la lactancia fueron bastante complicados: dolor, heridas en los pezones, obstrucciones, y una mastitis. Las cosa empezó a ir mejor al mes y medio de nacer Gala y fue entonces cuando pensé que ya se habían acabado los problemas y que ahora sí todo iría más rodado. Pero me equivoqué. Aproximadamente a los 5 meses de lactancia, volví a tener mucho dolor en uno de los pechos. Me presenté en la consulta de Anna, mi asesora de lactancia, sin pedir hora y con la intuición de que algo no iba bien. Me hizo unos cultivos de mi leche y dos días más tarde me llamó y me confirmó que tenía una bacteria que provocaba la mastitis, y que empezara ya a tomarme antibiótico para que la cosa no fuese a más. Estaba otra vez como al principio. Esa circunstancia me desmoralizó bastante pero aún así no quise tirar la toalla. Después de esa segunda mastitis la lactancia no mejoró demasiado. De hecho empecé a producir muchísimo, coincidiendo con que Gala ya dormía del tirón. Muchas noches me despertaba de madrugada totalmente empapada de leche. A veces me había levantado a sacarme porque el dolor que tenía no me dejaba dormir. Tenía gracia el tema pero es que yo prefería que Gala hiciera tomas nocturnas porque si no por las mañanas me levantaba con los pechos como piedras y el pijama chorreando.
Imágenes: toc toc vintage
Cuando Gala cumplió 8 meses empecé a valorar seriamente dejar la lactancia. Fue entonces cuando sucedió algo que me resultó definitivo. Era agosto y nos fuimos de escapada a l’Empordà al hotel rural Casa Migdia. El día que llegamos estuve tomándome un café con Marie, la propietaria, y en la conversación salió el tema de dar el pecho. Yo le expuse mis inquietudes y que me estaba planteando dejarlo y entonces ella me explicó su experiencia. Me dijo que destetó a sus 3 hijos a los 8 meses porque por esa época le mordían (algo que a mí también me pasaba, por cierto) y amamantar ya no le resultaba placentero. En 3 días redujo las tomas, se ayudó con el sacaleches para dejar de producir, y ya está. A mí me parecía imposible destetar Gala en 3 días, pero bueno, su historia me hizo reflexionar al respecto. Por la noche, en la habitación, empecé a encontrarme mal. Otra vez mucho dolor en un pecho, y además, me puse a 38 de fiebre. Otra vez. Tercera mastitis.
Al regresar a casa, decidí substituir la toma de la mañana por biberón, no de leche de fórmula sino de la mía, y se lo daba su padre. Al principio no quería bebérsela pero poco a poco se la fue tomando. El resto del día seguía igual, dándole el pecho a demanda. A la semana y media, más o menos, introduje la leche de continuación, que Gala se toma mezclada con cereales y en cuchara porque el biberón no está hecho para ella (y el chupete tampoco). Estuve con la lactancia mixta unas dos semanas más hasta dejar solo la toma de antes de ir a dormir. Me llegué a plantear dejar así las cosas, es decir, no dejar la lactancia por completo y mantener esa última toma, hasta que un día noté que ya apenas tenía leche y que Gala me mordía y me hacía daño al querer succionar. Entonces ya se acabó.
A partir de ese momento me he sentido muy triste. Es como un sentimiento de pérdida. De despedida. En definitiva, como un duelo. Físicamente ya me encuentro muy bien, sin ninguna molestia, y por si fuera poco, yo que siempre he tenido complejo por tener los pechos demasiado grandes, tras la lactancia, he perdido dos tallas, y me veo mucho más compensada. Pero emocionalmente, lo he llevado peor. Y aunque ahora ya estoy mucho más animada, aún me queda algo dentro. Tengo la sensación -a lo mejor me equivoco- que en general se está mucho más acompañada en el inicio de la lactancia y en cambio, cuando se acaba, no se sabe muy bien qué hacer y a quién acudir. Un dia, al salir del gimnasio, me encontré con Carles, el matrón con el que hice el curso de preparación al parto y le comenté lo triste que me sentía por haber dejado de dar el pecho. Me dijo que era algo normal y que tenía que sentirme feliz y afortunada por haber podido amamantar a mi hija durante 9 meses y medio, y pensar en otras madres que no habían podido hacerlo o que habían tenido que abandonar al volver a trabajar. Así que con eso me quedo, y a pesar de todas las adversidades, la lactancia ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado la maternidad.