Es difícil que el maestro no sufra de estrés durante su ejercicio profesional. Puesto que el entorno organizacional donde se desenvuelve suele ser muy exigente, debido a las constantes demandas que recibe de la institución donde labora, los alumnos y sus representantes. Casi siempre son muchas demandas y poco reconocimiento y, en la mayoría de los casos, poca remuneración económica en relación a sus esfuerzos.
Esto sin mencionar los problemas personales que enfrenta el maestro como ser humano que es. Bajo estas condiciones es probable que muchos maestros no cuenten con las herramientas y recursos personales para afrontar y manejar el estrés de forma efectiva. Es por ello que a veces incluso un buen maestro grita, se altera, pierde el manejo del grupo, toma decisiones o medidas improvisadas, pierde el sentido de justicia y equitatividad, tiene problemas de comunicación con sus compañeros de trabajo y con los representantes.
Esta dificultad (que muchos podemos tener) para manejar el estrés y mantener un equilibrio socio-emocional se hace evidente en el salón de clase cuando un maestro:
Deja de ser empático con sus alumnos.
Les exige mucho y no reconoce sus avances o logros (inconcientemente repite en los otros lo que vive). O por el contrario, es muy permisivo, evitando colocar límites firmes y consistentes.
No escucha ni deja hablar a sus alumnos, ignorando lo que piensan y sienten.
Se enfoca más en los problemas o conductas negativas de los alumnos y menos en las soluciones o conductas positivas.
No comprende la etapa evolutiva ni las diferencias individuales de sus alumnos, malinterpretando sus conductas.
Sonríe y juega menos, regaña y crítica más.
Todo ello no sólo afecta el vínculo docente-alumno, sino que también puede afectar la autoestima del niño, su autoconcepto, capacidad de integración escolar, su manera de colaborar con las normas del salón, su motivación para aprender, pudiendo percibir el entorno escolar y la relación con su maestro como hostil o amenazante. Desde mi experiencia profesional, mientras más dificultades de manejo emocional presente un maestro más difícil será la conducta de sus alumnos; volviéndose el aula un campo de batalla, donde la lucha de poder predomina sobre el afecto, la comprensión, el respeto y la admiración.
Si vemos el salón como un sistema, eso nos lleva a notar que el comportamiento de cada uno de sus integrantes afecta a los otros y el sistema en algún punto deja de funcionar satisfactoriamente. El motivo de este escrito no es el de responsabilizar al maestro de lo que puede generar en el niño; sino hacer entender a los padres que sus hijos y ellos mismos pueden afectar al maestro, así como el maestro puede afectarlos a ellos. Si no existe una colaboración mutua, un trabajo en equipo, una comprensión y tolerancia constante, si no hay empatía entre todos los que confluyen en el salón de clases, entonces puede aumentar las condiciones de estrés para todos.
Y no es suficiente con colaborarle al maestro; es necesario que éste busque maneras sanas para drenar su estrés y darle un significado a su trabajo que lo llene de motivación y satisfacción personal. Entre los aspectos más importantes que debe cuidar y cultivar un maestro como fuentes antiestrés son: tomarse un tiempo para disfrutar y compartir con sus alumnos, hacer ejercicio físico, contar con una actividad extra de su agrado, recrearse con frecuencia y mantener relaciones familiares positivas. Cuando el estrés escolar o familiar sobrepasa su capacidad de respuesta, lo mejor es buscar ayuda profesional.
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