Ya en casa mi bebé fue mamando y demandando más, se ve que le iba cogiendo el truco. Y a mi me dolía cada vez más, tanto que volvía a temer el momento de engancharse. No dejaba de observar mis pezones y si bien no tuve grietas, sí vi que tenía una especie de rozadura en la parte superior de los pezones, entendía que era lo que me causaba dolor y que debía haber una razón mecánica para ello.
Además noté que a mi bebé se le estaba formando una especie de callo en el labio superior, que así a ojo podía decirse que coincidía con la zona de mi herida a la hora de colocar la boca para mamar, y no podía ser casualidad.
Como la experiencia es un grado con barriga, a priori lo estábamos haciendo bien, pero si había dolor algo fallaba. Y comenzó a asomar la duda de un posible frenillo que le impidiera hacer un buen agarre, así que decidí observar e investigar a ese mi bebé que recién estaba empezando a conocer.
Vi que su barbilla estaba ligeramente retraída -lo que se conoce como retrognatia-, y que si bien su lengua estaba perfectamente, sí descubrí su frenillo labial superior, es decir, esa membrabilla que une el labio superior con la encía.
Así que ya sabía el origen del dolor, solo faltaba poner remedio. Y lo primero era intentarlo por la vía mecánica, buscando esas posturas y posiciones de lactancia favorables a un buen agarre con retrognatia y frenillo labial.
La primera en intentar fue el agarre espontáneo en postura biológica, que es básicamente la que se realiza al momento de nacer, dejando que el bebé busque solo el pezón y se enganche de manera natural por instinto. Como ésta la había probado varias veces y no acababa de enganchar procedí a la siguiente recomendada en estos casos, la postura sentada -sentada la mamá- y el bebé a caballito, que aunque menos cómoda por el hecho de tener que sujetar al bebé, lo cierto es que noté desde el primer momento que no me dolía como antes.
Durante las primeras semanas fue alternando posturas y posiciones favorables a un mejor agarre en sus circunstancias con otras más cómodas para mi, las rozaduras desaparecieron en cuestión de días y el dolor poco a poco fue yendo a menos. Fue pasadas tres semanas cuando noté una gran mejoría y antes de llegar a cumplir el primer mes de vida mi bebé, ya podía decir que estaba disfrutando plenamente de la lactancia, sin dolor.
En cuanto a demanda, no me puedo quejar, pues no puedo decir que sea un bebé muy demandante. Al principio como es lógico las tomas eran más cortas y frecuentes pero, como es dormilón desde que nació, sus horas de sueño me permitían cierto descanso. Por el día demandaba más, sin ninguna frecuencia concreta, lo mismo podía pedirme a los 45 minutos que a las dos horas, sin embargo por la noche, salvo las dos o tres primeras noches que demandó más, desde entonces solo hacía dos o tres despertares en los que se satisfacía y volvía a dormir plácidamente tras mamar.
Hemos pasado la crisis de lactancia de los 15 días y del primer mes con los síntomas típicos pero sin dar mayor problema y, eso sí, con la teta fuera más tiempo de la cuenta los dos o tres días que ha durado cada crisis, con mi bebé un poco más peleón con su teta. En la crisis de los 15-20 días coincidió que lo mismo que demandaba y mamaba como si le fuera la vida en ello echaba leche tras las tomas, algo que es totalmente normal porque coincide con el cambio de la leche de transición a leche madura, y que suele ser el típico mito de "se empacha con mi leche porque vomita".
Es curioso cuántas falsas creencias ponen en juego el mantenimiento de la lactancia materna.
En cuanto al peso podemos decir que va bien, pues a la primera semana había recuperado el peso del nacimiento -aunque no lo pesaron al salir del hospital se entiende que hay una pérdida de peso fisiológica de hasta un 10%- y ganado 50gr, y desde entonces, aunque no lo peso todas las semanas, ha ganado 1,100kg aproximadamente hasta hoy mismo que lo he pesado por última vez. En cuanto a su tamaño, en el control del niño sano del primer mes había crecido 4cm, lo que tampoco está nada mal.
Mi ojo de madre me dice que está estupendamente porque tiene un color de piel precioso, es muy activo, yo sí noto la diferencia de peso al cogerlo y, como me suele decir la gente, "está muy larguito". La ropa que se le va quedando pequeña da buena fe de ello.
Puedo dar la lactancia materna por establecida -con sus problemillas, eso sí- prácticamente desde que mi cumplió su primera semana. Hoy por hoy, con siete semanas de vida la lactancia marcha con total normalidad, puedo decir que está casi regulada ya que su demanda suele ser cada dos horas mínimo aproximadamente; la peor de las noches tiene dos despertares, las noches normales un despertar y las maravillosas son las que se duerme cuando yo me acuesto y se despierta cuando me levanto.
Hoy por hoy es un mamoncete experto. Ya no me hace daño, se engancha a la primera, hace tomas muy rápidas y efectivas y me vacía muy bien el pecho. Como cada vez está más espabilado e interactúa más con su entorno comienza a cogerme el pecho como si fuera un bocata de jamón, agarrándolo con sus manitas, y cuando mama despierto me mira con sus ojazos azules y me vuelve loca. Eructa nada más lo incorporo un poco tras las tomas, rara vez echa leche y hace pis y caca de manual que a este paso no me va a dar la economía para más pañales.
Todos los signos evidencian una lactancia totalmente normal y estoy muy contenta de que sea así.
Para mi lo más importante es que es una experiencia que de nuevo estoy disfrutando muchísimo, con la paz, la tranquilidad y la serenidad que da la experiencia y la plena consciencia de que esta será la última y, dure lo que dure, tenemos que vivir a tope.