Ser una "experta" en lactancia materna no te garantiza que el comienzo vaya a ser fácil, porque la lactancia depende de muchos factores. Pero sí te ayuda a identificar los posibles motivos por lo que ésta no se inicia de la manera deseada y ponerle remedio antes de que lleguen las consecuencias negativas.
Cuando digo "experta" hablando de mi, me refiero a mi propia experiencia personal a lo largo de estos años de lactancia con mis hijos, a mi experiencia y la información recabada durante todo este tiempo de maternidad y crianza, no a nivel profesional, por supuesto. Y es que dos lactancias prolongadas en siete años dan casi para escribir un libro.
La principal ventaja de contar con tantos años de experiencia en este aspecto -y es que realmente hoy en día se cuentan con los dedos las mamás que hayan dado lactancia a más de un hijo durante tanto tiempo- es que a estas alturas pocos consejos me puede dar la gente, y poca razón me puede quitar. Puede que no sea la persona que más sabe de lactancia en el mundo, eso seguro, pero soy la que más sabe de mis lactancias, de mi cuerpo, de mis experiencias. Eso no me lo quita ni me lo rebate nadie y me da la autoridad suficiente como para desacreditar cualquier consejo desafortunado.
A estas alturas nadie me puede decir que si mi leche es mejor o peor, que si la leche después de los 6 meses no alimenta, que si doy teta después de X tiempo no va a haber quien destete a mis hij@s y un largo etcétera... porque todos esos prejuicios y falsos mitos los he desmontado con mi experiencia, ni más ni menos. Y no solo eso, es que nadie puede decirme cómo he de hacerlo porque con casi total seguridad cualquier madre que se atreva a decirme algo habrá dado el pecho a alguno de sus hijos -si tiene más de uno- mucho menos de lo que yo se lo he dado a mis hijos.
Tanto es así que incluso en el hospital la matrona tras el parto,y la ginecóloga y el pediatra que nos visitaron en la habitación, al decir yo que era mi tercer bebé me decían con gesto relajado "ah bueno, entonces no te decimos nada que de esto sabrás casi más que nosotros". No me extraña, ya que al entrar en la habitación me veían tan pichi sentada sobre la cama o en el sillón dando de mamar a mi bebé, totalmente tranquila y relajada.
Pero empecemos por el principio, que me pongo a divagar y me lío yo sola con mis pensamientos y mis recuerdos.
La lactancia con mi tercer hijo ha empezado como deben empezar todas, nada más nacer. Como decía al relatar mi tercer parto, en cuanto mi bebé salió la matrona lo puso sobre mi, desnudo, e iniciamos la lactancia de la manera más natural, por puro instinto: él solito fue acercándose al pezón hasta que se enganchó.
No fue a la primera. Por alguna razón que en aquel momento desconocía le costaba engancharse, se peleaba con él y yo intenté ayudarlo como pude, así fue que solo se enganchó a uno de los pechos, el otro parecía no acabar de cogerle el truco pero aún así lo matuve piel con piel y se durmió sobre mi pecho. Los bebés también hacen mucho esfuerzo durante el parto y necesitan descansar tras él.
Ya en la habitación, más relajada una vez pasado el subidón del parto, cómoda y con más movilidad, conseguí que se enganchara a ambos pezones. Mi bebé mamaba con normalidad, hacía tomas muy cortitas pero muy frecuente, estaba aprendiendo. Además si apretaba un poquito el pezón veía esas gotitas amarillas, el oro líquido llamado calostro, un signo inequívoco de que mi cuerpo estaba respondiendo a la necesidad de mi bebé.
Sin embargo no pude evitarlo, cada vez que se enganchaba sentía el pellizco doloroso en el pezón, y aunque la lactancia se había iniciado bien, algo fallaba, estaba claro.
A pesar de todo fui la envidia de mi compañera de habitación, cuyo bebé tardó más de 24 horas en lograr engancharse totalmente a su pezón y hacer una toma decente. Compañera a la que, desde el respeto y la prudencia, ayudé en todo lo que estaba en mi mano. Por más que lo intentaba cada vez que acercaba a su bebé al pecho lo rechazaba, lloraba o directamente cerraba la boca, su familia afortunadamente la apoyaba -a veces con cierta presión-, pero logró salir de allí dando lactancia materna. Ojalá haya conseguido mantenerla, porque lo deseaba de verdad.
El mejor signo de que la lactancia había empezado muy bien fue que tuve la famosa subida de la leche apenas 48 horas tras el parto. Todavía no nos habíamos ido del hospital y ya tenía los pechos a rebosar, por lo que tuve que ir variando la posición de mi bebé a la hora de mamar para que me vaciara bien el pecho y evitar así una mastitis. Por suerte no hubo mayor problema, ni siquiera tuve décimas de febrícula y las molestias por la subida de la leche fueron muy leves.
Continuará...
PD: Por no alargarme mucho y hacer la lectura eterna, he dividido la entrada en dos partes. En unos días publicaré la segunda, gracias por vuestra paciencia.