Hace algunos días te hablé de la culpabilidad a la hora de criar un hijo. Todas lo intentamos hacer de la mejor forma posible, estoy segura, pero todas somos personas. Y nos equivocamos. Y volvemos a empezar.
Parece que en el blog últimamente sólo hablo de la parte fea de la maternidad, pero es que creo que la parte bonita la vivimos todas y la contamos, nos enorgullecemos porque estamos haciendo las cosas bien. ¿Y cuándo las hacemos mal? También forma parte de nuestra maternidad. Y lo escribo porque muchas veces me gustaría leer historias tristes y feas en las que poderme sentir identificada. Y un poquito menos la mala de la película.
En mi caso estoy 24 horas con Manuel. Me encanta. Es como ser dos en uno, siempre juntos. Muchas personas me dicen que me separe de él algunas horas, pero es que no quiero. Y luego tenemos días malos y sin palabras me dicen ¿Ves? Tienes que separarte más a menudo de él. Pues no. Los días malos también los quiero para mi. Y para él. Nos estamos conociendo, sabiendo que nos molesta, que nos enfada. Porque nos queremos a morir, pero él en un futuro será una persona independiente, con su carácter, sus decisiones. Y sus enfados, claro. ¿Y qué hago esos días? ¿Lo echo de casa?
Ayer fue un día de esos. Un día para olvidar. O no. Para recordar que hacemos mal y poderlo evitar. Y mejorar cada día un poquito.
¿Tienes tu también días feos? ¿Algún truco para la culpabilidad?
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