Ante la gran acogida la semana pasada del retorno de los greatest hits de las frases del gran manual de la crianza, no he tenido más remedio que continuar con esta sección que, por otra parte, es una de mis favoritas. Es decir, que hubiese continuado igual, pero que siempre viene bien ver que la gente se enciende y debate apasionadamente sobre algo que has escrito en un blog que cuando creaste pensabas que no leería ni tu madre. Llámalo subidón de autoestima o llámalo x, pero la cosa es que se agradece y mucho, compañeros de batallas domésticas.
Así que sin más dilación nos metemos de lleno con la novena frase del gran manual de la crianza. Y de paso, nos metemos de lleno en la escena. La localización puede ser cualquiera, pero es imprescindible que en la primera escena el bebé esté sentado o tumbado, ya sea en el cochecito, en la trona, en la cuna o en la hamaca de rigor. Y también que a parte del propio bebé y sus padres, allá algún protagonista secundario. Cuantos más mejor. Y si pueden ser de cincuenta años para arriba mejor, aunque también valen jóvenes que hayan mamado desde pequeños el guión del prototipo de personaje antes mencionado.
Plano general en el que se ve a la bebé, en este caso Maramoto, sentada en su parque de bolas. Aparentemente está tranquila jugando con las bolas y dos mordedores mientras su papá en prácticas, su mamá jefa y los otros actores secundarios la observan y hablan sobre la evolución del euribor y su influencia en el sistema hipotecario español (por ejemplo). Plano medio de la pequeña saltamontes acompañado de música de suspense de fondo que, mediante un zoom, se va acercando a su cara hasta que ésta ocupa toda la pantalla en un gran primer plano en el que vemos cómo cambia el gesto de nuestra bebé, que tras unos pucheros de rigor se pone a llorar y a gritar desconsoladamente.
La cámara enfoca ahora en un plano americano a los papás de Mara la exploradora, que ya se levantan sin prisa pero sin pausa a coger a su renacuaja antes de que siga llorando. Vemos como la mamá jefa gana la carrera y en un igualado sprint final alcanza a la bebé antes que el papá en prácticas, que paga caro haberse hecho el remolón para levantarse. Entonces la imagen se centra de repente en uno de los personajes secundarios, que por la expresión de su cara parece no entender las prisas de los padres de Maramoto por cogerla antes de que llore más. Plano de detalle de la boca, de la que emerge un sonido gutural y molesto:
FIN
La verdad es que no sé cuántas veces hemos visto ya este corto. Y aún así, y aunque no nos guste, tenemos que seguir viéndolo. Cada dos por tres. ¡¿Déjala que llore que ensancha los pulmones?! ¿Hay algún estudio científico que demuestre eso? ¿Y qué pasa si no le dejas llorar y, por tanto, no ensancha los pulmones? ¿Tendrá problemas de crecimiento? ¿Será una niña con problemas respiratorios?
Además de ser una de las grandes frases de manual de la crianza, éste es uno de los grandes falsos mitos que rodean a los bebés en sus primeros meses de vida. Porque no, llorar no ensancha los pulmones, pero por el contrario si que puede tener otras consecuencias de orden psíquico, ya que el bebé se siente solo y desprotegido y no es capaz de entender por qué motivo nadie va a auxiliarle cuando lo necesita.
Y vosotros, ¿habéis sido protagonistas principales de este corto en alguna ocasión?