Muchos sabéis que mi padre nos dejó hace unos meses después de poco tiempo luchando contra el cáncer. Al poco tiempo empecé esta entrada pero no ha sido hasta hoy que me he sentido preparada para publicarla.
Uno cree que se ha preparado para el adiós, uno sabe que es lo mejor para él pero a veces quiere lo mejor para uno mismo que es no sufrir y es que todos antes o después nos despedimos de nuestros padres, es lo natural, pero las despedidas nunca son bonitas y nunca nos viene bien que ocurra.
Y si nosotros no lo entendemos ¿cómo puede entenderlo mi niña de 4 años?
Tras enterrarle se lo dije, no quería que preguntara ¿dónde está el abuelo? Y tener que improvisar o lo que es peor, mentirle para posponer otro de esos momentos que uno no sabe como afrontar.. . No. Así que se lo dije cuando me encontré serena para hacerlo y lloró como no me imaginaba que lo haría, lloró todo lo que estos meses de hospital no había llorado. Y la dejamos llorar porque es imprescindible permitirles pasar su duelo como les salga.
Pasó el llanto y volvió a ser una niña feliz, quizá ajena a muertes y enfermedades. Pero por la tarde volvió de nuevo, llamó mi madre y ella empezó a llorar y a decirme "tienes que contarle lo que le ha pasado al abuelo". Se me hizo un nudo en la garganta pero no lloré, no podía llorar delante de ella en ese momento. Desde luego que no pasa nada por hacerlo pero quería y quiero evitar condicionarla demasiado ante este tipo de cosas inherentes a la vida. Deseo que desarrolle sus propios sentimientos y que no se sienta condicionada por mi actitud aunque también le mostramos que todos estábamos tristes pero que siempre estaría en nuestro corazón y eso ya, el haberle tenido en nuestra vida, era una suerte.
Le animé a llorar si era lo que necesitaba, y la abracé mucho, mientras le preguntaba porque lloraba y que sentía pero no lo sabía sólo sabía que no podía parar.
"le echo de menos Mamá " "pero ¿va a volver verdad? "... esta pregunta la tuvo que hacer dos veces porque no me atrevía a responder en alto.
Poco a poco se iba calmando mientras seguía preguntando cosas, dudas normales en esas circunstancias "¿donde esté tendrá casa verdad? "" ¿y que va a comer? "... respuestas que uno va improvisando en una mezcla de esperanza y fantasía.
Fue duro ver su reacción pero me gusta que me hable de ello, me pregunte y llore si lo necesita. Me gusta que vea que de la muerte se puede hablar, y que la tristeza es tan imprescindible como la alegría.
En esencia he tratado de mantenerme serena y calmada, (aunque por supuesto que nos ha visto tristes y llorar en ciertos momentos) le he explicado que es normal sentirse triste pero que el abuelo ya no sufre y ya no tiene dolor, por eso cuando estaba malito mamá lloraba y ahora ya no lloro. He intentado qué entienda que siempre estará con nosotros pero ¡qué difícil explicarle algo que casi ni yo puedo comprender!
Pasados unos meses de nuevo nos tocó afrontar la muerte de nuestro perro y de nuevo se lo dijimos pronto y de forma sincera, pero le resultó mucho más fácil al pensar que ahora estaba con el abuelo aunque se que le sigue entristeciendo su recuerdo.
Meses después hemos llegado a la siguiente fase y aunque hablamos de ambos de forma normal y recordamos muchos momentos con ellos, ahora es cuando es consciente de que un día su padre y yo moriremos, de que todo el mundo muere. Le consuela que su hermana morirá más tarde porque teme quedarse sola pero es importante no mentir con frases tipo "Nunca me voy a morir" porque no podemos afirmar eso, ni tampoco ser muy duros y decir "si " rotundos así que yo uso mucho el asociar la muerte a ser muy muy muy viejito (como el abuelo que por desgracia parecía muy muy viejito, como Butch que tenía el pelo muy blanco porque era muy muy viejito) y el enfatizar que en ese momento tendrá hijos y nietos y ya no necesitará una mamá.
Es otro momento duro en el avance hacia la madurez pero aquí de nuevo recuerdo casi todo lo que aprendí hace años en una conferencia de Yolanda González y de la que ya os hablé aquí.
Con objeto de tratar este tema los reyes han traído "La Isla del abuelo ", un libro precioso lleno de color y con un mensaje muy bonito que produce nostalgia pero a la vez ayuda a entender la pérdida.
Se que ha ella también le produce nostalgia y cierta tristeza pero nos parece importante normalizar todo esto con todas las herramientas de que disponemos.
Hay otros libros que también se recomiendan para estos momentos y que vamos a ir viendo con calma como "No es fácil pequeña ardilla", "El árbol de los recuerdos", "Yo siempre te querré", "Más allá del gran rio"...
Otra herramienta que he descubierto hace muy poco ha sido la Guía gratuita "Explicame que ha pasado" que Parcesa ha editado en colaboración con psicólogos infantiles para ayudar a los padres y educadores a enfrentar ese momento. Todavía la estoy leyendo pero me gusta ver que va en la linea que nosotros hemos tomado y que enfoca de forma distinta estos momentos según la edad (y por tanto la etapa) en que se encuentran nuestros hijos.
Es mejor estar preparado porque somos inmortales hasta que dejamos de serlo...
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