Ayer hubo un duelo en casa: Princesa Vs Mamá. ¿Y sabes quien ganó? La Princesa. Oye, en dos asaltos. Un me enfado, un reproche y touché, mamá derrotada. Todo empezó por mi letra. En un momento de cansancio por su parte me dijo que mi letra era horrorosa. En un momento de cansancio por la mía contesté que no más fea que la suya. Y allí comenzó la batalla. Si hubiera perdido a su muñeco preferido no hubiera estado más disgustada. Y cuando parecía que se mascaba la tragedia soltó el golpe que me dejó KO: "Mamá nunca me dices que las cosas están bien y siempre me dices las malas". Entonces mi cerebro empezó a recabar datos como cuando tu jefe te dice " Fulanita, ¿mandaste el e-mail de confirmación a Zutano?" y buscas ávida en la bandeja de enviados hasta que lo ves y respiras. Pues de igual manera busqué en el apartado de refuerzos positivos y allí estaban todos. Y de la misma manera que enseñas victoriosa el e-mail así empecé a enumerar las veces que le había dicho algo bueno a la Princesa; ¿no te dije que habías hecho muy bien la cama en Galicia? Para su criterio esa no valía porque era en Galicia (parece que el tema territorial importa); ¿no te dije lo bien que habías pintado el dibujo para llevar a la parroquia? Esa no valía porque se lo dije poco (también la cantidad influye); ¿no te dije lo bien que me ayudaste a hacer la cena el otro día? Tampoco valía y la verdad es que no sé por qué. Así que asumí mi culpa y pedí perdón.
Hoy, más descansada, tengo muy claro que lo de ayer no estuvo bien. Y no lo de echarle en cara lo de la letra (que la tiene bonita cuando quiere y cada vez quiere menos). No puedo permitir que mi hija, de 7 años, juegue con mis sentimientos. Sí que la educo con el refuerzo positivo, sí que le laureo lo que hace y también le reprocho y la enmiendo lo que está mal. Y si se enfada, que se enfade. Ella sabe muy bien como hacer las cosas para que le regalemos los oídos. Pero bien regalados, justificados y educativos. Nada de lisonjas gratuitas y alabanzas vacías. Y si con eso se frustra, genial. Soy de la opinión de que para hacer feliz a un niño, pero felicidad duradera y estable y no del momento, hay frustrarle por lo menos tres veces al día. Así, en su día a día, cuando no estés sabrá gestionar esa emoción tan habitual como es la frustración, ¿estás de acuerdo?
¡¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!!