¿Quien no se ha atrevido a fantasear con la idea de irse de Alemania? Y no es que aquí estemos mal, al menos no es mi caso. Si no que como en todos sitios, hay cosas que me gustan más y otras, que me gustan menos. O que directamente no me gustan de vivir en Alemania.
Kartoffel Tortilla, un blog sobre costumbres y vida en Alemania que deberías visitar si aún no lo conoces, publicaba hace unos días una blogparade sobre este tema. Si tienes curiosidad por saber qué no echaremos de menos de Alemania los que llevamos ya un tiempo por aquí , no te pierdas su entrada.
Irse de Alemania. Qué NO echaría de menos
Sin pensar demasiado, se me vienen a la cabeza los típicos tópicos de siempre, aunque no por ello menos ciertos. El clima, la oscuridad del invierno, la comida… Pero voy a intentar dejar a un lado lo obvio, para ir algo más allá.
Subir las escaleras
Ya te he contado alguna vez que en Hamburgo, y en Alemania en general, hay mucho piso antiguo (Altbau) sin ascensor. No es raro ver un carrito (con niño incluido) solo en el portal de un edificio (en la calle). Esperando pacientemente a que su madre o padre suba la compra, a su hermanito, la bicicleta, o qué sé yo. Para luego subirle a él.
Así que si llegara el momento de irse de Alemania, por favor, a un país donde haya llegado el ascensor.
Los horarios de los comercios
Aunque poco a poco me he ido acostumbrando, eso de que panaderías y algunas tiendas cierren a las seis de la tarde no lo llevo bien. Hay días que cuando Mr B llega a casa, aprovecho para darme una vuelta y despejarme de un día intenso de Minis. Esto suele ser como muy pronto, sobre las 7 de la tarde. Pues a esta hora, mi única vía de despeje es meterme en un supermercado. Ya sea más tipo droguería o de alimentación. Super interesante, ¿verdad? Realmente motivador… Al final termino sentándome en algún Café que no haya cerrado aún (si no sirven cenas, suelen cerrar sobre las 19:00h).
Las obras
Imagino que esto es algo que encontraré en todos lados, y hasta cierto punto es lo normal. Pero en los últimos años tengo la sensación de que las obras proliferan de un modo agotador. Rara es la vez que salgo de casa con el coche, sin que me sorprenda una obra nueva. Aparecen como setas y me resultan eternas. Por no hablar de los atascos que generan.
Que amanezca a las 4:30 de la mañana
Esto es sólo en pleno verano, pero despista un poco. Y sobre todo si tienes un Mini hiper sensible a la luz, que a las 5 de la mañana piensa que ya es medio día.
Ya sabemos que a grandes males, grandes remedios. El año pasado nos hicimos con unos rollos de Ikea que se cuelgan en las ventanas y que amortiguan bastante el efecto “amanecer de madrugada”. No obstante la luz, aunque en menores cantidades, sigue entrando.
Lo de que no haya ni un piso con persianas es algo que, considerando lo que te acabo de contar, no alcanzo a entender.
Rascar el coche en las frías mañanas del invierno
Aunque no pasa todas las mañanas, ya que Hamburgo no es de las ciudades más frías de Alemania. Para alguien de Sevilla o Jerez, lo de tener que rascar la luna del coche por la capa de hielo que se forma, tiene un poco de aventura. El año pasado descubrí un spray como el que se usa para limpiar cristales. Lo pulverizas sobre la luna helada y en cero coma dos se derrite la capa de hielo. Después, un golpe de parabrisas y crisis solucionada. Si hay cinco dedos de nieve, entonces me parece que te va a tocar arremangarte.
El abrigo y las botas de pelo
¿Sabes esto de estar casi seis meses con el mismo abrigo y las mismas botas? Que sí, que me tendría que comprar otras para alternar. Pero al final, tampoco quieres tener 5 pares de botas con Lammfell por dentro (borreguito). Y con el abrigo tienes varios, pero sólo uno de los que abrigan de verdad. Al final, me paso el invierno con el que abriga de verdad, por aquello del “por si acaso”. Cuando llega febrero estoy de él que no puedo verlo más.
Lo difícil que es encontrar un taxi para ir con Minis
En Alemania se toman muy en serio la seguridad de los bebés y niños en los taxis. Nada de que vayan encima de la madre (o padre) detrás, como pasa en otros sitios. Cada niño o bebé debe ir en su silla correspondiente a su edad y peso. Con Mini C esto se ha solucionado bastante, porque casi todos los taxis llevan la silla en la que él puede viajar (aunque no a contramarcha, por cierto). Pero encontrar alguno con Maxicosi o similar para Mini A es más que complicado es una odisea.
La poca variedad de pescado y sus precios
Cuando vamos a España nos hartamos de pescado. Y no es que aquí no lo comamos, sino que el de aquí es muy aburrido (además de caro). Dorada, lubina, merluza, bacalao y salmón, mucho salmón. Que está buenísmo por cierto. Almejas, mejillones, (los hay a veces, pero es difícil verlos). Todo mucho más caro que en España. Encontrar una pescadería de barrio es también más complicado de lo que sería en España. Los supermercados suelen ser más pequeños y son los menos, los que cuentan con mostrador de pescado y carne fresca. Y de encontrar carne de cerdo ibérico mejor ni hablamos. Casi una utopía.
La dificultad que implica cada nueva etapa
Vivir en otro país implica estar siempre “alerta”. Un error de principiantes, que cometí al mudarme a Alemania, fue pensar que aprendiendo alemán y consiguiendo un trabajo “de lo mío” ya lo tendría todo hecho. ¡Ay ingenua de mí! Vivir en Alemania, en mi opinión, implica ser extranjero siempre. En cada nueva situación que se presente. La maternidad, el inicio de la escuela de los Minis, los médicos. Todo es diferente e implica un esfuerzo nada despreciable ponerse al día para poder valorar y elegir como lo haríamos en nuestros países. Es esto lo que a día de hoy me sigue dando más pereza y una de las principales razones por las que me decidí a escribir este blog. El día que nos volvamos a España la vida se nos simplificará (esperemos) en este sentido.
¿Y tú? Si llegara el momento de irse de Alemania, ¿qué NO echarías de menos?