Le recomendaron que no se centrara tanto en el lado emocional ni social de los niños porque así no iba a conseguir cumplir los objetivos académicos. Y por último, antes de irse, le dijeron tal cual: “usted dedíquese a corregir exámenes, a calificar a los alumnos, y a impartir las lecciones. Para eso le pagan, ¿no?”. Mi amiga, que tardó unos segundos en reaccionar, salió de la sala de reuniones y les contestó alto y claro: “los maestros hacemos mucho más que corregir exámenes”.
Como os podéis imaginar, los padres no tardaron en remitir una queja al director del centro educativo en la que expresaban la mala actitud de una docente. Una queja por supuesto, que mi amiga recibió con su advertencia de turno “tenemos que seguir manteniendo el prestigio del colegio. Y no podemos permitirnos perder a ningún alumno”. Antes del fin de semana, volví a hablar con ella y me confesó que iba a dejar su trabajo.
Prefería estar en el paro a ser maestra en un colegio que no tiene ningún respeto por sus profesores. Por mucho que me doliera, no podía llevarle la contraria. No podía decirle que se lo pensara, que le diera otra vuelta a la decisión. ¿Quién soy yo para decirle a una persona que se quede en un trabajo en el que no está cómoda? La cuestión es que no hizo falta que se despidiera, el director del colegio lo hizo por ella: “no encajas en nuestro centro. Eres demasiado innovadora y a nosotros nos gusta más la tradición”
Eres demasiado innovadora y a nosotros nos gusta más la tradición. Por eso, te voy a echar a la calle en vez intentar renovar el centro y adaptar las metodologías a los alumnos. Otro docente de corazón más que está en el paro mientras que, otros que no lo son tienen su empleo bien asegurado por acatar órdenes injustas y sin sentido. Los maestros, al menos los que son auténticos, hacen mucho más que corregir exámenes.
Hacen mucho más que entrar en clase e impartir la lección correspondiente. Y hacen mucho más que mandar deberes para casa. De hecho, los profesionales que hagan únicamente eso, no sé cómo pueden considerarse así mismos profesores. Sabiendo de lo que trata la enseñanza, no sé cómo pueden quedarse de brazos cruzados sin más, no sé cómo pueden sentarse en la silla sin hacer gran cosa. Y no sé cómo pueden llegar a esperar que sin involucrarse, y sin motivar a los alumnos, éstos van a aprender lo que dicen.
Los maestros de vocación, brindan experiencias y oportunidades para que los estudiantes sean conscientes de su propio aprendizaje. Son humanos y siempre se van a preocupar por el bienestar de los alumnos. Los maestros de corazón emocionan, inspiran y escuchan a los estudiantes. Se divierten y se apasionan cuándo están en el aula, y ellos también aprenden de cada momento que están en el colegio.
Y sobre todo, los maestros que sí merecen ser llamados así, intentan ofrecer una atención personalizada a cada estudiante, intentan sacar a la luz todos sus talentos y lo mejor de todos ellos. Y eso, en muchas ocasiones sin recibir ninguna ayuda y estando solos en clase. Expresar que un docente auténtico simplemente corrige exámenes es igual que decir que un médico solo hace recetas en los centros de salud y en los hospitales. Pero está claro, que siempre tiene que haber personas que desprecien el trabajo y el esfuerzo de los demás.
“Dedícate a corregir exámenes, que para eso te pagan”. Desgraciadamente, todavía son muchas familias que no se dan cuenta de lo que pasa. Todavía son muchas familias que dan excesiva importancia al contenido académico, a las notas, y a las calificaciones. Todavía, hay muchos padres que se llevan las manos a la cabeza cuando un maestro no tiene intención de seguir un libro de texto, y se alarman cuando escuchan que no van a mandar deberes.
Y ni os quiero contar cuando oyen hablar de educación emocional, de creatividad y de educar para la vida. Muchas más familias de las que creemos creen que evaluar a los alumnos a través de los exámenes, es la única manera de saber si han comprendido el tema. Pero no quieren escuchar que aprobar un examen no quiere decir que el estudiante haya asimilado los contenidos. Y tampoco quieren oír que el estado de ánimo de sus hijos influye muchísimo en el proceso de aprendizaje.
La enseñanza es más que impartir conocimiento, es inspirar el cambio. El aprendizaje es más que absorber hechos, es adquirir entendimiento.-William Arthur Ward.
Creía, y dejadme comentarios si me equivoco, que la educación y la enseñanza era mucho más que burocracia, creía que era algo más que tener los exámenes y los trabajos de los alumnos a tiempo. Creía que era mucho más que redactar boletines de calificaciones para que los padres tengan bien presente el rendimiento de sus hijos. Creía que la educación, era mucho más que transmitir conocimientos.
Pero a veces, más de las que me gustaría, esas creencias se vienen abajo al ver cómo colegios despiden a maestros de corazón y auténticos, se vienen abajo al comprobar que la educación en muchos sentidos no es más que elitismo, prestigio y dinero. Se vienen abajo al ser conscientes que bastantes alumnos son tratados como mercancía y objetos materiales.
Y se vienen abajo al darnos cuenta que para una parte de la sociedad, la educación no es más que un juego político y que los profesores únicamente tienen que cumplir objetivos. Mientras se tengan esos pensamientos, me temo, y perdonad por ser tan pesimista, que no vamos a ir a ninguna parte.
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