Compartir tiempo de ocio con nuestros hijos afianza el vínculo afectivo y facilita la comunicación familiar
Buscar formas en las nubes, pisar las rayas del suelo, contar los números de las matrículas, escuchar el ruido de las canicas o llenarnos de tiza pintando una pita. ¿Hay algo mejor que jugar?Cuántas veces he imaginado tener un botón de rebobinar que me llevase a esa época de la infancia donde jugábamos sin parar, ahora con India ya tengo ese botón, ya no tengo que aprender a jugar sólo tengo que recordar y volver a jugar como una niña.
Por eso, cada vez que me dice mamá, ¿jugamos?, intento dejar lo que esté haciendo por unos minutos y jugar un rato con ella. Para sumergirnos en ese mundo mágico del juego, donde nos transformamos en sirenas, súper héroes, animales o médicos imitando, explorando, creando o investigando.
¿Por qué es tan importante jugar?
Jugar es una forma de conocer a nuestros hijos, de mover las neuronas o, incluso, de hacer ejercicio, pero lo más importante es que jugando ayudamos a que nuestros hijos se conviertan en personas. El juego es un factor indispensable para el desarrollo del cuerpo y la personalidad.Compartir juegos con nuestros hijos afianza el vínculo afectivo y facilita la comunicación padres-niños. Nos ayuda a conocernos, fomenta la confianza, nos enriquece, desarrolla la creatividad de ambos y nos divierte.
El juego es una forma de adaptación a la realidad, ¡es una forma de descubrir el mundo!
Les encanta, les divierte, les entretiene y les crea felicidad. Un niño que haya crecido feliz tendrá más posibilidades de ser un adulto feliz.
Es una poderosa herramienta de aprendizaje. Los colores, las formas, los números, los animales, les ayudan a identificar y clasificar.
Les ayuda a madurar, porque jugando se conoce y asimila el entorno.
Muchas veces, nos empeñamos en apuntar a nuestros hijos a todo tipo de extraescolares y ocupar su tiempo con actividades como inglés, fútbol, música, ballet, también muy recomendables, pero nos olvidamos de que jugar es tan o más importante y no les dejamos apenas tiempo para ello. Jugar no es perder el tiempo.
Con nosotros o ellos solos dando rienda suelta a su imaginación, esa libertad de jugar solos sin la intervención de los adultos es lo que les ayuda a madurar, a ser autónomos y dueños de sus situaciones, les permite resolver problemas, compartir, resolver conflictos y buscar alternativas evolucionando por sí mismos.
Y el aburrimiento, tan importante, porque es necesario que los niños se aburran de vez en cuando. Es una fuente de inspiración y les obliga a crear e imaginar.
Dediquemos más tiempo a jugar con nuestros hijos y dejémosles más tiempo libre para que jueguen ellos solos.
Tírate al suelo, cualquier lugar es bueno para jugar. Olvida las normas, deja que el niño tome las riendas y gane confianza en sí mismo, conviértete en niño por unos minutos.
¡Yo de mayor quiero ser pequeño!
Podéis leer este artículo en EL Diario Montañés.