Dicen que la lactancia materna adelgaza y que durante el período de lactancia se deben ingerir 500kcal más al día para compensar las nuevas necesidades nutricionales. Pues que sepas que la primera es una norma que no siempre se cumple y que no debes confiar ciegamente en ello y comer a placer como si no hubiera un mañana. Porque la lactancia materna es maravillosa pero no milagrosa, no al menos para recuperar la figura.
Cuando supe que estaba embarazada por primera vez tuve meridianamente clara una cosa: que daría el biberón a mi bebé. ¿Por qué? Pues porque sí. La lactancia me parecía un rollo anticuado, para qué andar sacándome la teta con todo el niño colgado, dependiendo de mi, con lo fácil que era darle un biberón. Así se lo dije al futuro padre, a mi familia, a la enfermera cuando me hizo la cartilla de embarazo.
Sí, lo reconozco, era una profunda ignorante de la maternidad. Pero mi marido se empeñó en que diera el pecho aunque sus argumentos no me convencían y yo le decía que la madre era yo, y yo decidía. Y punto. Vamos, que lo tenía claro.
Me enteré de mi embarazo a mediados de noviembre y mi madre en reyes me regaló un libro sobre el embarazo, Qué se puede esperar cuando se está esperando. Me lo leí con sumo interés, como todo lo que tenía que ver con el embarazo. Y mientras mi marido me daba la matraca con lo del dar el pecho sin convencerme, de repente llego en el libro al apartado de la lactancia materna y leo eso de que ayuda a la madre a recuperar la figura tras el parto.
Y ya no quise saber más, si dar el pecho iba a obrar el milagro de dejarme cual sílfide tras dar a luz, acepté pulpo. Sí, era una ignorante de la maternidad. Luego tuve la fortuna de seguir informándome, conocer experiencias e historias de otras madres, formarme una idea más aproximada y real de lo que era la lactancia materna y tomar una decisión informada y consecuente. Eligiera lactancia materna o artificial, por lo menos ya no era tan absolutamente ignorante.
Bien, parí, comencé la lactancia materna con mi hijo -con problemas que superé con constancia, información y mucha paciencia, no fue un camino de rosas-, y de alguna manera entre otras cosas había fijado en mi mente el mantra:"La lactancia materna adelgaza... la lactancia materna adelgaza...
la lactancia materna adelgaza..."
Venía una visita. Le ofrecíamos un café, un refresco, unas pastas. Y yo me comía las pastas. Total, no solo la lactancia materna adelgaza, es que debo ingerir 500 kcal más al día.
Venía otra visita. Le ofrecíamos un café, un refresco, unas galletas danesas. Y yo me comía las galletas danesas, a manos llenas. Total, no solo la lactancia materna adelgaza, es que debo ingerir 500 kcal más al día.
Venía otra visita. Le ofrecíamos un café, un refresco, unas mini napolitanas de chocolate. Y yo me comía las mini napolitanas de chocolate, como si me fuera la vida en ello. Total, no solo la lactancia materna adelgaza, es que debo ingerir 500 kcal más al día.
Tenía un hambre atroz, y me comía a mi madre por las patas si hacía falta. Total, estaba convencida de que la lactancia materna adelgazaba. Claro, la lactancia materna adelgaza si sigues una dieta normal, sana y comes de manera sosegada, no como si en vez de parir e hubiera tragado una tenia.
Y sucedió lo que tenía que suceder: que engordé más durante los primeros meses de lactancia que en todo el embarazo, no exagero. Mi mantra favorito se volvió en mi contra y me puse fondona, como nunca había estado. Vale que nunca he sido una sílfide, soy de constitución delgada pero de naturaleza tripona y con un pecho generoso, no obstante esos michelines generosos y rebosantes no eran propios de mi.
Me costó volver a un apetito normal, a controlar la dieta y no comer lo que no debía hasta que poco a poco mi cuerpo y mi peso fueron volviendo a su sitio. Hay que tener en cuenta que mis lactancias son largas y al menos mi cuerpo se toma su tiempo en volver a su ser, en mi caso una media de año y medio, dos años.
Y me volví a quedar embarazada, porque yo soy así. Cuando vuelvo a la 36, a ponerme blusas y vaqueros ajustados, tacones, a "lucir palmito", me vuelvo a preñar, me va la marcha. Me embarazo, engordo, doy a luz pero...
¡¡¡Ya se lo que me espera!!! y en esa segunda lactancia intento cerrar el pico a las tentaciones y comer de manera sana y controlada. Me cuesta ¿eh? porque aquí servidora no es melindres a la hora de jamar, me gusta más comer que a un niño un juguete nuevo y disfruto de una buena comida como Peppa Pig saltando en los charcos de barro. Pero, asumiendo que voy a estar más gordita que normalmente, eso es inevitable, intento no plantarme de nuevo en caso 10kg más de mi peso habitual, y más cuando apenas he engordado 7kg durante el embarazo y más de la mitad se han ido en el parto.
Consigo controlar mi apetito, comer sano, variado, esta vez a las visitas ni galletas, ni dulces, ni pastas ni nada, que me lo como todo. Cafelito y refrescos, que además con dos niños no estoy para ser la perfecta anfitriona, ni falta que hace. Aunque engordo y los primeros meses estoy más fondona de lo normal, consigo no salirme de lo permisible, mantenerme aceptablemente para lo que viene siendo haber pasado un segundo embarazo y a partir del año y medio aproximadamente tras dar a luz comienzo a reconciliarme de nuevo con mi cuerpo.
De nuevo aunque no tan pronto como anteriormente, me quedo embarazada cuando. Una ya asume las consencuencias de la maternidad y la verdad, no me pesan las lorzas que me han regalado los embarazos de mis hijos. Mis hijos son el mayor regalo de mi vida y a los 36 años no espero tener el cuerpo que tenía a los 20. Es más, para tener 36 años y dos hijos ¡estoy estupenda! y a quien no le guste que no mire. No engordo mucho durante el embarazo, que además discurre con una inapetencia inusual en mi que deseo se mantenga tras dar a luz.
¡AY!, va a ser que no. Es dar a luz y de repente despertar el oso voraz que hibernaba en mi. A la media hora de dar a luz más o menos, en pelotas, con mi bebé desnudo sobre mi y solo una sábana cubriéndonos, servidora devoraba un paquete de galletas que tuve a bien llevar porque ya me las veía venir. Eso es el ansia viva tras el parto, pensaba. Sí.
Pero es que me plantaron la bandeja de la comida por delante y devoré cosa mala. Ídem con la cena. Y no me saciaba, se puede decir que pasé más hambre en el hospital que un león en ayunas, tanto que hubo una tarde que me salí de la habitación en busca de una máquina expendedora a comprarme una palmera de chocolate, qué hambre que tenía.
Al llegar a casa no fue menos y cansada, con las hormonas a mil y unas lloreras de la leche por verme sola ante la trimaternidad, mi apetito no se mermó. Me he pasado los dos primeros meses de vida de mi bebé comiendo como si viniera el apocalipsis y los pocos kilos que engordé en el embarazo se quedaron en mi y si hicieron amigos de unos pocos más. Y sí, soy consciente de ello pero entre que tengo hambre y que poco me importa mi imagen ahora mismo, porque acabo de parir y no espero salir en la portada de ninguna revista del cuore, ahora mismo es el menor de mis problemas.
Yo se que estoy más gorda, yo, mis pantalones morcilleros y mis camisas reventonas. Más bien los dos pantalones que me suben del muslo parriba, y menos mal que hacía tiempo que gustaba vestir blusas y camisetas holgadas que sino... En fin, lo dicho, morcillica de Burgos porque si bien no debo hacer dieta, que estoy lactando, tampoco cierro el pico a los excesos.
Conste que conozco a muchas mamás que la lactancia las absorbe más que la pajita de un refresco, envidia cochina que me dan. Pero a mi no, ni aunque coma como un pajarito. La lactancia me da un hambre voraz y aunque procure no caer en excesos no hay quien me libre de estar más carnosa los primeros meses, bien porque el embarazo deja huella, bien porque retengo líquidos, bien porque no todos los cuerpos son iguales cada cuerpo reacciona de una manera, bien porque los milagros a Lourdes.
Así y todo, en esta ocasión y teniendo la friolera de 10kg de más en mi cuerpo, la gente me dice "pero niña, qué bien te has quedado después de parir, ¿no?", así que mira, no estaré divina de la muerte en mi peso ideal pero al menos tengo el don del disimule, que también tiene su mérito. Y mientras tanto, con mis kilos de más si puedo luzco, si no puedo no me importa, pero disfruto de mi bebé... Y de mis bocatas de Nocilla.Y tú ¿eres de las afortunada que has perdido peso con la lactancia materna?
¿O eres de las mías que acumulas kilos al igual que litros de leche materna?