Acabamos de celebrar el cumpleaños de S. ¡ya tiene 6 años! Y es un momento vital tan significativo que he querido desarrollar este artículo para dar a conocer la importancia de esta etapa y cómo acompañarla como padres y madres, pues últimamente he estado leyendo mucho sobre ello.
Y es que la llegada de los 6 años es un momento de grandes cambios para un niño/a y su familia.
No es que sean simples cambios en su desarrollo, es que en esta edad el niño/a se convierte en un ser totalmente diferente, podríamos compararlo con el proceso de metamorfosis de oruga a mariposa.
Porque en el niño/a todo cambia: su físico, su esfera emocional, intelectual, social… Cambia su cuerpo, su conciencia y su conexión con el mundo.
En la pedagogía Waldorf a este momento se le conoce como la “primera pubertad” y suele ocurrir entre los cinco años y medio y los siete, y según las palabras de la maestra Waldorf Michelle Brighwater de la Maple Village Waldorf School se caracteriza por:
Cambios físicos notables
Todo el cuerpo se estira, las extremidades, el cuello, se marca mucho más la cintura, el vientre se aplana…
Aumenta el apetito e incluso pueden aparecer dolores de crecimiento (en las piernas, en las articulaciones o hasta en el estómago).
También caen los primeros dientes de leche y empieza el cambio de dentición, un proceso emocionante, aunque a veces angustioso (ya te conté aquí lo poco que le está gustando a S. perder sus dientes tan rápido, y lo que nos ayudó este libro).
Incluso el ritmo cardíaco cambia en esta transformación.
Podemos decir que en este momento el cuerpo hace un gran trabajo a nivel físico, casi un sprint de crecimiento, y a veces esto es incómodo para el niño/a, que tiende a estar más irritable o de mal humor.
De ahí la importancia que como padres y madres entendamos lo que está ocurriendo en su cuerpo, le acompañemos amorosamente y con ternura, facilitándole un buen descanso (es habitual también que duerman más horas) y alimentos nutritivos de calidad.
Intelectualmente empieza a abrirse al mundo
Desde que nació todas sus fuerzas de vida estaban concentradas en desarrollar el cuerpo.
Ya sabemos que al nacer nuestros órganos internos están incompletos, y tardamos aproximadamente 7 años en completar la mayor parte de su desarrollo.
Una vez que esto sucede, esas fuerzas de vida quedan como liberadas, para trabajar entonces en dos esferas emergentes: la intelectual y la emocional.
Y esto empieza a ser evidente a los 6 años.
De repente el niño/a comienza a ver el mundo de otra manera, empieza a entenderlo.
Se da cuenta que es un ser separado e individual del resto, ya no está tan centrado en sí mismo/a, ve que los adultos cometemos errores, y tiene muchas preguntas todo el tiempo.
Su intelectualidad también empieza a florecer, y llegan algunos interrogantes y cuestionamientos. De repente quiere saber cuál es el número más grande, o qué es el infinito (preguntas recientes de S.).
Comienza a estar preparado para abarcar aprendizajes académicos, si bien sigue recibiendo la información mejor desde las historias y las imágenes creativas. Todavía percibe y habita en la magia de la primera infancia, aunque pronto desaparecerá.
Podemos presenciar como un florecimiento hacia afuera, por lo que en este momento se da una separación mucho más clara de los padres.
En nuestro caso hemos vivido como S. quiere hacer muchas más cosas ella sola, desde dormir por la noche (hasta ahora uno de los dos se quedaba con ella en el cuarto hasta que se durmiera, ahora después del cuento ya quiere que nos vayamos), hasta hacer sus primeros recados.
Necesitan encontrar nuevos límites
Como todo lo siente diferente, a esta edad se necesitan también encontrar nuevos límites.
Esto es muy importante entenderlo, pues pueden aparecer entonces conductas y palabras inapropiadas, el rechazo rotundo (“¡Tú no me mandas!”), la falta de respeto, hacer cosas con frenesí, decir mentiras…
¡Pero es imprescindible que así sea! Los niños/as necesitan probar todo esto para encontrar su camino.
Así que abordemos estos cambios desde la comprensión, que el niño/a entienda que seguimos ayudándolo para mostrarle cómo hacer las cosas y que sienta que haga lo que haga, o diga lo que diga, lo amamos incondicionalmente.
Cambia su forma de jugar
El juego también cambia.
Antes veía un objeto y lo utilizaba y lo transformaba con el juego. Ahora todo sale mucho más desde dentro. El niño/a imagina primero a lo que quiere jugar y busca entonces objetos y materiales que le permitan construir esa escena que ha imaginado. Puede incluso dedicar más tiempo a crear ese mini-mundo que realmente a jugar luego con él.
Y como todo viene de dentro, hay momentos en los que no puede encontrar la inspiración, y empiezan a salir a menudo los “me aburro”, ¡pero eso es bueno!
Para la pedagogía waldorf esta es una buena señal de que el niño/a está ya predispuesto para la educación primaria.
En estos casos una manera de acompañarle es dándole trabajos reales que le ayuden a movilizar su energía.
Por eso todo tipo de tareas domésticas (cortar verduras, poner la mesa, sacar la basura, barrer, quitar el polvo, limpiar los cristales, quitar malas hierbas…), lo que sea que estemos haciendo en casa, puede servir. Esta acción en movimiento, le guiará, y por lo general al poco rato el niño/a encuentra su inspiración y encuentra un nuevo juego. ¡Lo he comprobado tantas veces con Sunflower este verano!
Escena típica por la mañana:
Yo trabajando en mi taller de hadas. Ella está dibujando en su rincón de arte. Al cabo de un momento…
-Mamá, ¡me aburroooooo! ¡Es un rollo jugar sola!
-¿No se te ocurre nada para hacer?
-¡Noooo! ¡Esto es aburridísimo! ¡Ya no tengo ganas de pintar más y no encuentro otra cosa interesante!
Alguna vez me he animado a darle alguna opción e idea o que recurra al bote de las sorpresas, pero claro, ahora nunca le sirve, pues ella necesita encontrar el juego por sí misma, no un mandato externo que nunca le satisface. Lo que hago entonces y esto sí que funciona es aprovechar para hacer alguna tarea pendiente:
-Hoy tenemos que hacer las magdalenas para merendar, me vendría bien una ayudante.
-¡Sí! ¡Yo les pongo las pepitas de chocolate!
Cuando estamos en la cocina, y ya tenemos la masa hecha, pone pepitas de chocolate a la primera magdalena y luego exclama:
-¡Mamá, no puedo poner más, tengo que ir a mi cuarto a hacer una cosa!
Me acerco al ratito a ver qué hace y está sentada en la alfombra, organizando todo un escenario con sus muñecas. ¡Ha encontrado la inspiración!
Cambios en la esfera emocional: del “hacer” al “sentir”
El primer septenio se caracteriza por ser la etapa de la voluntad y del hacer. Su voluntad le ha ayudado a aprender a caminar, a hablar, a adaptarse a nuestra cultura. Pero con la transformación de los 6 años, el niño/a empieza a estar centrado en el sentimiento, en el sentir.
Empieza a ser sensible a las palabras y a las acciones de los demás, y pueden aparecer comentarios relacionados con sus sentimientos “no le gusto a nadie”, ” se han reído de mí”,…
Es un momento sensible parecido a la adolescencia en el que también se da cuenta que sus acciones desencadenan emociones en los otros.
Se da cuenta de ese gran poder que puede ejercer sobre los demás, que con palabras pueden hacer que otro haga lo que él/ella quiera, que puede hacer reír a los demás o hacerles sentir mal.
Esto es algo que también deben explorar pero que hay acompañar necesariamente con una buena comunicación, nombrando las emociones, ayudando a empatizar, y en donde los cuentos de hadas o los cuentos sanadores pueden ser de gran ayuda, pues con una imagen sutil muestran el camino a seguir, el de la nobleza y la bondad.
También es un momento en que la sexualidad empieza a emerger. Y aparecen los primeros novios, las bodas, los besos…
Esto lo hemos vivido también este tercer trimestre en la escuela de S., pues ella y su amigo R. son novios, ¡y se van a casar! “Pero mamá, de verdad, de verdad.” ¡Todos en la escuela conocían su historia de amor! Hasta la madre de R. me decía que su hijo tenía una foto en su habitación con S. de lo enamorado que estaba de ella y cada día le decía que quería venir a verla. Y nosotros preguntándonos ¿ya, tan pronto? ¿Cómo puede ser? ¡Ay, qué rápido crecen!
En definitiva, la transformación de los seis años es un momento de gran belleza, de expansión, de crecimiento, también una época muy sensible, de confusión, y de muchos cambios.
Una etapa única en la vida que debemos entender y acompañar siempre desde el respeto, la atención y el amor, permitiendo que se ponga a prueba, que busque nuevos retos, y estar allí para abrazarlo/a cuando lo necesite.
Entender que puede haber momentos de regresión al apego, de inseguridad, de necesidad de sostén, pero también de libertad y frenesí.
En cualquier caso debe quedarle muy claro que no está solo/a y que estaremos a su lado para que se convierta con total plenitud en el ser que ha venido a ser a este mundo.
Si te interesa este tema y quieres ampliar información te recomiendo este libro: ” You’re not the boss of me! Understanding the Six & seven-years-old Transformation”. Spiral-bound – 2007 (eso sí, está en inglés).
Cuéntame ahora tú:
¿Habías oído hablar de la transformación de los 6 años?
¿Has vivido esta etapa con tus hijos?
¿Cómo fue?
Recibir al niño con respeto, educarlo con amor, dejarlo ir con libertad. – R. Steiner
Aguamarina