Estos días, en los que los niños esperan con anhelo la llegada de Papá Noel o ahora a los Reyes Magos, la ansiedad parece apoderarse de ellos. Están nerviosos, excitados, sobrepasados, desbordados y desbordantes. Quien tenga niños de entre 2 y 8 años sabrá exactamente de lo que hablo. Niños inquietos que no hay quien les pare porque no saben parar, no pueden parar, sus emociones les superan y los padres debemos armarnos de una paciencia infinita. Paciencia que no siempre sabemos o podemos recargar pero, sin duda, imprescindible para la buena convivencia familiar y para la principal labor que se espera de nosotros: educar.
Pero es cierto que a pesar de la buena voluntad y de toda la paciencia que los padres pongamos, las emociones en la infancia son a veces incontrolables. Hay que ayudar a nuestros pequeños a gestionarlas, poco a poco, pero sin esperar a que se hagan mayores. Cuánto antes empecemos a educarles emocionalmente mejores resultados obtendremos. No obstante, vale decir que, hay niños que les resulta más complicado que a otros expresar cómo se sienten y qu e no siempre resultará tan fácil como habíamos imaginado ayudarles a gestionar sus emociones y por tanto sus sentimientos.
En Navidad podemos pedir que dibujen, escriban cuentos o canten canciones relacionadas con estas fechas. Los dibujos, al igual que las narraciones, ayudan a elaborar esos estados emocionales que tanto les desbordan. Algunos niños se portarán mal, otros se sentirán tristes o excesivamente contentos, sea como sea, su comportamiento está condicionado por esas emociones a flor de piel que estas fechas despiertan.
Si las emociones superan a nuestros hijos podemos ayudarles sentándonos a su lado y pedirles que nos cuenten cómo se sienten, qué es lo que su cuerpo les dice: si sienten que tiembla, si suena fuerte su corazón o si es una gran ilusión la que tienen por ver a los Reyes Magos. Sea lo que sea lo que creen sentir debemos ayudarles a poner palabras a sus emociones a la vez que les proporcionamos algunas estrategias de autocontrol, como por ejemplo parar y respirar profundamente o cerrar los ojos e intentar visualizar un mar lleno de olas que vienen y van al ritmo de su respiración.
La Navidad es una época de emociones desbordadas en las que los niños pierden fácilmente su equilibrio emocional, si a los adultos ya nos ocurre imagina cómo se siente tu pequeño que no tiene aún suficientes herramientas para saberlas gestionar adecuadamente.
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