Cabe destacar que estas características, que describiremos utilizando conceptos abiertos, pueden expresarse desde diferentes polaridades. Así, una persona con altos dotes de liderazgo puede convertirse en un líder amoroso y comprometido o caer el en autoritarismo totalitario. El ejercicio de observación consciente de nuestras cualidades y defectos (o simplemente predisposiciones naturales, si se prefiere) y el establecimiento de un compromiso con un continuo proceso de crecimiento personal nos llevará a encontrar el equilibrio interior que favorezca la expresión más elevada de estos atributos.
Temperamento Flemático
Elemento agua: fluidez, flexibilidad, adaptabilidad
Tranquilidad
Diplomacia
Poco dinamismo, a menudo personas ociosas
Ejerce gran influencia sobre los demás
Pacifismo
Quietud
Timidez
Contemplación
Sistema nervioso lento y equilibrado
Temperamento melancólico
Elemento tierra
Analítico
Crítico
Minucioso
Pesimista
Exceso de preocupación
Le afecta enormemente su entorno
Inteligencia
Talento artístico
Sistema nervioso débil
Temperamento sanguíneo
Elemento aire
Indisciplina
Comunicación
Diversión
Muy influenciable por el entorno
Voluntad débil
Sentimentalismo y alta sensibilidad
Humor variable y cambiante
Extroversión
Sistema nervioso rápido y equilibrado
Temperamento colérico
Elemento fuego
Rapidez
Acción
Impulsividad e impaciencia
Prepotencia
Eficiencia
Fuerte Voluntad
Liderazgo
Ira e irritabilidad
Sistema nervioso fuerte, rápido y desequilibrado
La pedagogía Waldorf, que establece el firme compromiso de acompañar a seres humanos para que puedan desarrollar libremente todo su potencial innato, hace uso de estos conocimientos. Las maestras y maestros, tras una observación minuciosa del temperamento de sus alumnas y alumnos, los acompañan amorosamente sin perder de vista sus predisposiciones naturales. Puesto que, como ya mencionamos, cada niño posee una combinación única e irrepetible de los cuatro, será tarea de los educadores tratarlos individualmente. La no estandarización de los procesos educativos logrará un equilibrio en la clase que tendrá como resultado un ambiente sano, armónico y motivador donde la libertad individual y colectiva se entrelazan para el mayor beneficio de la sociedad. Quien educa debe comprender la naturaleza y condiciones particulares de cada ser humano.
La ignorancia o desconocimiento de nosotros mismos como seres humanos se evidencia cada vez que pasamos por alto nuestra individualidad. No somos robots autómatas. No somos cosas. Las cosas solamente se mueven cuando algo externo, ajeno, ejerce su influencia, como la piedra que vuela cuando alguien la arroja. Hay fuerzas internas, superiores y suprasensibles, que motivan nuestra experiencia humana. Los temperamentos nos ayudan a tomar conciencia de estas fuerzas.
A pesar de que actualmente nos hallamos sumidos en un proceso de "cosificación" del ser humano, potenciado principalmente por los grandes medios propagandísticos neoliberales, no debemos perder de vista el verdadero significado etimológico de la palabra individuo.
El arte de la educación, en el que todos participamos (interior y exteriormente), solo puede ser cimentado sobre un profundo conocimiento del ser humano.
Ágil y con gracia salta el sanguíneo audaz sobre la piedra;
poco le preocupa si allí tropieza.
Es enérgico el puntapié con que la aparta el colérico
y con ojo chispeante disfruta del logro.
Al llegar el flemático, modera su andar:
"Si no te apartas de mi camino, entonces, te rodearé".
Pero el melancólico meditabundo se detiene ante ella,
con rostro descontento por su eterna desgracia.
– Heinrich Peitmann –
Autor: Jorge Benito