Con mucha energía, desde los dos meses, empecé a hablar a mi hijo mayor en inglés y todavía hoy mantengo las mismas razones por las que empecé a hacerlo y las ganas seguir.
Cada vez va resultando más fácil hablar a nuestros hijos en una lengua que no es la nuestra nativa. Por un lado, cada vez hay más recursos con los que mejorar nuestro inglés, cada vez podemos ver en Internet a más familias que comparten su experiencia, cada vez hay más grupos en las redes sociales para apoyarnos y darnos ideas y, sobre todo, que cada vez nuestros hijos se van haciendo más mayores y lo que inicialmente es hablar a un pequeño que no interactúa mucho, se va convirtiendo en una comunicación más completa en la que son nuestros niños los que también hablan.
Para mí ha habido cinco momentos muy claros en los que he tenido un subidón de energía y un gran positivismo que me ha recargado las pilas para seguir hablando con mis hijos en inglés.
A los 8/10 meses
Los estudios indican que es alrededor de los diez meses cuando los bebés empiezan a comprender el significado de las palabras que les decimos. En el caso de mi hijo mayor, así fue. A esa edad recuerdo que gateando se acercó al un enchufe, fue a tocarlo y le dije: No! We dont touch that! y él se paró en seco, me miró y puso carita de pena. Fue la primera vez que vi clarísimo que me había comprendido, no sólo el tono de la voz y los gestos, sino también las palabras. Esto me hizo animarme mucho y hablar con él con una sensación diferente. Ya no era hablar con mi bebé, decirle lo que me apetecía y comérmelo a besos. Ahora era hablar con mi pequeño, intentar hacerme entender, gesticular y señalar mucho más para acompañar aquello que decían mis palabras y favorecer la comprensión y, sobre todo, saber que en su cabecita ya estaba interiorizando todo lo que yo le iba diciendo.
Además fue alrededor de esta edad cuando empecé a recibir las primeras traducciones de las conversaciones y vocabulario de nativos del libro Mejora tu inglés y haz que tu hijo sea bilingüe y me encantaba poner en práctica todo lo que iba aprendiendo.
En el caso de mi hijo pequeño, esto mismo me está pasando un poco antes, a los 8 meses. Me doy cuenta de que ya identifica las palabras como unidades con significado.
Al decir sus primeras palabras
En mi caso, esperar a que dijera sus primeras palabras me pareció un proceso lento. Tenía tantas ganas de que empezará hablar para saber si lo iba a hacer en español o en inglés y si todo mi esfuerzo daría frutos, que hizo que el tiempo pasara muy despacio. Me planteaba incluso si el hablarle en inglés sin ser nativa estaría retrasando su lenguaje. Sobre ello escribí en el blog y hablé con muchos amigos y afortunadamente me relajaba pronto. Tiempo al tiempo, todo iba a ir bien. Y así es, un día, íbamos por la calle y de repente dijo bird! Yo no reaccioné rápido, ¿había hablado? ¿Qué había dicho? ¡Madre mía! ¡Justo delante nuestro había una paloma, la estaba señalando y la había nombrado! Otro día le estaba cambiando el pañal en casa y desde la calle se oyó un ruido de un pitido de coche y mi hijo dijo horn! Increíble, mi hijo hablaba, y además, lo hacía en inglés.
Se paseaba por la casa buscando a su padre diciendo where is daddy? Al darle el biberón decía uuu itscold, no, no, no warm, its cold.
Me pedía que le diera la mano diciendo hand!
Otro día entró a la caseta de las herramientas de su abuelo y luego me contó mi padre emocionado que cuando entró dentro, mi hijo se quedó alucinado al ver tantas cosas por las paredes, techo, suelo... y dijo Oh dear!
Hablar con mi hijo en inglés ya tenía todo el sentido del mundo, no sólo nos entendíamos perfectamente, sino que entendía a cualquiera en inglés. Hablar con él, cantar, jugar, tenía todavía más importancia ya que su vocabulario estaba creciendo de una manera exponencial.
Este fue el momento en el que hablar delante de otras personas me dejó de dar vergüenza.
Al nacer un hermano
Cuando llegó el nuevo miembro de nuestra familia fue también un momento muy bonito. Hablar con el mayor y pedirle que le dijera a su hermano que no llorara, que no pasaba nada, que le dijera que ahora iba a venir mamá, que le preguntara que qué le pasaba... Era muy dulce. Él se lo repetía a su manera, y me resultaba muy emocionante ver sus primeras interacciones como hermanos.
Al repetir lo que yo digo
Ahora mismo, con dos años y medio, estamos viviendo un momento muy divertido en el que a veces repite las cosas que yo digo como un lorito. Palabras, frases, gestos... lo que sea. Él lo hace de manera natural y espontánea muchas veces y otras veces lo hacemos como un juego. Con su padre incluso escenifica cosas. ¡Qué teatrero! Y qué divertido ver como poco a poco enuncia y vocaliza mejor.
Al decir cosas por voluntad propia
El tema del que le encanta hablar es de las pupas, heriditas y caídas. Su mundo gira en torno a oh I fell, uh me caido, owchie hand... Le encanta decirme si se ha resbalado o caído y definitivamente, le encanta fingirlo algunas veces. También ha empezado a hablar cuando estamos en el coche o por la calle y nos paramos en los semáforos. La primera vez, también me pilló por sorpresa. Estábamos en el coche y dijo stop! y señalaba el semáforo, me di cuenta de que nos acabábamos de parar porque estaba rojo. Fue genial explicarle que cada vez que estaba el semáforo rojo nos teníamos que parar. Desde entonces, es el tema de conversación de los paseos: red light, green man... He empezado a hablar con él todavía más, mucho más que instrucciones y rutinas. Por ejemplo, ahora, pararnos a ver a los obreros con las excavadoras es divertidísimo ya que de todo lo que le explico, él interioriza alguna palabra que al día siguiente repite. También le dice a su hermano pequeño las cosas que no puede hacer. Otras veces me pide salir a jugar al parque, ir a ver a los abuelos o ir a la clase de música. Se está haciendo mayor...
La aventura del bilingüismo no es un camino de rosas, pero lo que tengo claro es que estoy disfrutando con todas las flores que van saliendo en nuestro jardín.