Me gustaría dejar clara una cosa: que cuando hablo de maestros no lo hago únicamente refiriéndome a quién explica y comparte sus conocimientos sobre una materia con los alumnos, ni a quién corrige exámenes, ni a quién asiste a las reuniones de los centros donde trabajan. Para mí esas personas son docentes incompletos. Creo que todos sabemos que ser docente significa mucho más.
Con ser docente, me refiero a esos maestros que lo viven, que se entusiasman, que llegan al aula con una sonrisa de oreja a oreja en la cara, los que están dispuestos a enseñar y a aprender cosas nuevas de sus estudiantes, los que fomentan el trabajo en equipo, el compañerismo, la empatía y los valores. Los que utilizan y ponen en práctica pautas y actividades de Inteligencia Emocional para formar mejores personas. Los que enseñan a futuros adultos a pensar por ellos mismos, a ser críticos, a no juzgar y a ser conscientes del mundo que les rodea. A ser sensibles con los demás y el medio ambiente. Esos son los buenos docentes.
¿Y es que quién no recuerda a ese maestro de la infancia o de la adolescencia que marcó su vida? Yo, por ejemplo guardo en mi corazón a mi profesora de primero de primaria por su implicación, valentía, paciencia, dedicación, cariño y dulzura. Aportó su granito de arena para ayudar a convertirme en la persona que soy ahora. ¿Quién no recuerda al maestro de Educación Física jugando con nosotros a baloncesto, al fútbol o a cualquier deporte, y que nos hacía reír a tope?
¿Y al profesor de matemáticas que traía a clases legumbres para explicar las cantidades y mediciones? Pobre maestro, ¡tenía más paciencia que el Santo Job! (Al menos conmigo, ¿eh?). ¿Y qué me decís del profesor de educación plástica que ayudaba a fomentar nuestra creatividad? ¿Y el de música que nos enseñó a tocar la flauta (y no se enfadaba cuando desafinábamos), a bailar y a leer partituras?
Lamentablemente, también tengo que hablar de aquellas personas que no disfrutan de la profesión, que han elegido trabajar en la enseñanza porque no les quedaba otra, porque veían la carrera más fácil y con más salidas y encima teniendo derecho a vacaciones en Navidad, Semana Santa y Verano. Tengo varias amigas que me dicen casi a diario pues hoy la profesora de mi hijo me ha dicho que no tengo que estar tan pendiente de él, que le estoy mimando demasiado, y que ella no tiene paciencia ni tiempo para dedicarse a un solo niño
O profesores que únicamente llegan a la clase y escupen la lección sin hacer nada más. Y esos educadores infantiles, que creen que un niño de dos años es un robot y se enfada porque se levante de la mesa cuando está explicando algo (sí, por desgracia los hay). Amigos y amigas, la enseñanza es una profesión vocacional. Si no os gusta, no os dediquéis a ello. Si habéis sacado un cinco en selectividad y no os da la nota para hacer Derecho, intentadlo de nuevo en septiembre.
En el mundo en que vivimos hoy, los que nos dirigen están haciendo que miles de personas que están dispuestas a educar en todas sus variantes a los que hoy son niños, adolescentes y universitarios, no puedan desempeñar su trabajo. Están haciendo que el sueño y la pasión de esas personas tan importantes en nuestra vida, no se pueda cumplir. Está más que visto que los altos mandatarios han preferido invertir en otras cosas y no en un proyecto que es para toda la vida como la educación.
Les importa un pepino (perdón por la expresión), si despiden a multitud de maestros, si recortan en recursos educativos y si contratan a maestros interinos para servir de apoyo en el aula, y luego les echan. Señores y señoras de altas alcurnias, ¿se han preguntado qué sería de España sin docentes? ¿Qué sería del mundo sin ellos? Me imagino que no, están más ocupados pensando en el restaurante de lujo al que irán a cenar por la noche. O cómo robar el dinero a los ciudadanos, vaya.
Compañeros y compañeras del sector educativo, no dejéis que empañen vuestra profesión ni que menosprecien la dedicación, ilusión, compromiso y la emoción con la que trabajáis. En esta época difícil que os toca luchar porque se cumpla este derecho (sí, parece mentira que tengamos que luchar por el derecho de una educación de calidad), quedaos con las sonrisas de los niños, con ver sus manos pintadas al hacer un mural, por la alegría de sus ojos al hacer una pequeña obra de teatro, con sus risas.
Quedaos con su evolución, con ver poco a poco como van aprendiendo a ser personas comprometidas y con valores gracias a vosotros, como van creciendo como personas. Quedaos con el gracias, profe y el ¿me ayudas a atarme los cordones?. Porque son esas cosas las que nos mueven por dentro, y nos hace estar todavía más involucrados en esta acción que hemos elegido. Le pese a quién le pese. Porque como dijo Gandhi: La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la humanidad?
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