Cuando la enfermera me preguntó: "¿En tu familia hay casos gemelares?" A mí me salió del alma: "No me jodas". Recuerdo ese cuadro, y todo lo que paso después, a la perfección, ella me mostró dos saquitos en una pantalla, muy pequeñitos y ¡con latidos! La siguiente imagen debió ser para verla: salgo de la consulta a cámara lenta, medio en shock, esperándome fuera estaban mi chico y mi hijo mayor, sin despegar la vista de la puerta; como no era capaz de hablar, lo único que pude hacer fue el gesto "II" con los dedos. Claro... mi chico me decía con cara de susto: "¿Dos? ¿Dos qué?", y yo seguía sin poder hablar y haciendo el mismo gesto. Al final ató cabos, se echó los brazos a la cabeza y nos abrazamos los tres, sin hablar, pero flipando, con una mezcla de emociones que no lograré ser capaz de describir.
Así comenzó mi andadura por el fascinante mundo de los múltiples. Estaba en la quinta semana y empecé a manchar, por eso fui a urgencias y descubrí que venían dos preciosos bebés; pero como, obviamente, me mandaron reposo absoluto por riesgo de aborto, el primer trimestre de embarazo se me hizo eterno. Me dijeron que era algo muy común, pero que como precaución debía permanecer en cama, y así estuve hasta la tan esperada semana 12, EN CAMA, os podréis imaginar la situación: tantas cosas por hacer en casa, un niño que por aquella tenía 11 años, el cole, los deberes, y el día a día que tanto se extraña cuando no te puedes mover.
A esto súmenle las tan asquerosas nauseas, el estómago a fuego abrasador, reflujos constantes, mareos... en fin, todo lo que no tuve en mi primer embarazo ¡lo tuve con ellos dos! Llegué a tenerle asco al chocolate... Sí, sí como lo lees, al CHOCOLATE, algo que toda mi vida fue mi perdición y ahora no lo podía ni ver, porque verlo y potar ¡¡era todo uno!!
Al cumplir las 12 semanas y no volver a manchar, me levantaron el castigo (perdón, el reposo absoluto), pero me limitaron mucho mis acciones: nada de esfuerzos y estrés cero (suena fácil, ¿eh?).
Mi segundo trimestre fue una delicia. Empezar a ver cómo mi tripa crecía a velocidad acelerada era algo maravilloso. En mi primer embarazo tuve que esperar casi al sexto mes para que se me notara tripa, y de los mellis, con tres meses ¡ya tenía un panzón enorme! Pobre de mí, qué ilusa era en ese momento, me parecía tan grande y no era capaz de imaginar las dimensiones que tendría jajaja.
En este trimestre empecé a hacer algunas compras. Primero me encargué de verificar toda la ropa que mis enanos heredarían, hice una lista de los imprescindibles y la revisé tres veces. Muchas cosas taché de mi lista porque sabía que si con Rober no las usé, con ellos probablemente tampoco; y muchas cosas las compré de segunda mano. Todo esto os lo cuento porque si alguien que me lee está pasando por esto, quiero que sepa que cuando vas a tener dos de golpe, teniendo ya uno mayor, el primer cambio que harás será empezar a preocuparte por AHORRAR, y yo ahorré mucho de esta manera. Me dejaron mucha ropita, y las cunas y su carro los compré de segunda mano. La chica de las cunas y las tronas fue tan encantadora, y nos caímos tan bien, que a la semana me llamó para darme dos bolsas enormes llenas de zapatos preciosos y nuevos (ya sabéis que los bebes crecen tan rápido que dejan casi todo nuevo), me dio muchos juguetes también, así que después de una buena lavada mis niños ya tenían de todo y por muy poco dinero. Claro que les compré muchas cositas, sobre todo ropa, es inevitable no hacerlo, ¡hace tanta ilusión!
Cuando estaba finalizando ese trimestre tuve una premonición "de esas inexplicables y milagrosas" y me puse a lavar y planchar todo, organizarlo por tallas y preparar su armario. ¡Qué sabia fui! Porque lo que vendría más adelante me lo impediría por completo.
Fuimos comprando paquetes de pañales y toallitas poco a poco, así el bolsillo se resentiría menos; sus cremas y jabones no los quise comprar porque estaban tan de moda las famosas cestas de pañales que sabía que me llenarían el baño con todas las marcas disponibles del mercado, y así fue. No me equivoco si os digo que tuve más de 10 cestas, ¡aún tengo crema y jabones sin estrenar!
Cuando comencé el tercer trimestre ya tenía sus cosas preparadas y organizadas en el armario, y menos mal, porque empecé muy bien, hasta que de mí se apoderó el dolor más insoportable que jamás sentí. Mi barriga había crecido tanto que ya casi no podía respirar, no estaba cómoda en ninguna posición, pero lo peor fue el pinzamiento dorsal que tuve: a partir de la semana 26 no pude volver a dormir en mi cama, el dolor me impedía acostarme por completo y tuve que empezar a dormir en el sofá del salón; sí, ese sofá al que siempre recordaré con una mezcla de cariño y odio, fue mi compañía durante más de un mes, fue testigo de muchos llantos y mucho nervios, fue mi mejor amigo.
Cuando logré llegar a la semana 34 (como pude) empecé con contracciones: a correr al hospital porque además eran cada 5 minutos. Efectivamente: tenía amenaza de parto prematuro, así que estuve hospitalizada desde el 18 de diciembre al 7 de enero (Feliz Navidad). Me frenaron el parto cinco veces. Cinco ciclos de frenada, cosa con la que no estoy contenta para nada, pero ya hablaremos en otro post de eso.
Después de 20 días en el hospital me mandan "pa casa", con un control semanal. Hasta el lunes 27 de enero, que en un control en monitores detectan sufrimiento fetal y deciden hacerme una cesárea de urgencia. Fue todo tan rápido que no tuve tiempo de tener miedo, en menos de media hora estaba viendo la carita de mi Sebas y en menos de dos minutos la de mi Sergio. Nacieron perfectos: ¡2,550 kg y 2,600 kg de puro amor! 38 semanas dentro de mí y, de pronto, esas dos personitas pegaditas a mi cara... ¡Cuánto amor!
Me pasaron a recuperación, y mientras mis mellis hacían piel con piel con papá. Esa misma noche empezaría la ultima de mis angustias: Sebas empezó con hipoglucemias y tuvieron que llevárselo a neonatos; casi no tuve tiempo de verlo ¡y lo separaban de mí! Luego se llevaron a su hermano, por precaución, y así pasamos una semana, hasta que al fin nos dieron el alta. Por fin me los pude llevar a casa.
Aquí comenzaron otro montón de andaduras, peripecias, adaptaciones y trucos que viví y vivo en este fascinante mundo de mellizos, pero eso si tal ya lo dejamos para el siguiente post sobre mis historias con mellizos.
Con este, solo quería contaros cómo fue mi embarazo gemelar por si alguien está ahora en la misma situación, ¡hay esperanza! Este tipo de experiencias ayudan muchísimo, ¡y más si tienen este final tan feliz! ¡Estos dos bichillos bomboniles!