Mi gran vacío

Esta es una de esas entradas que se quedan mucho tiempo en el área de "pendientes", es de esas entradas que quieres escribir, pero a la vez no; es de esas entradas que te van sacando la sonrisa tal como la vas escribiendo, pero a la vez te van "rasgando" poco a poco el corazón; es de esas entradas que dudas en que siga estando en "pendientes" en tu intimidad, o que sientes que tienes que publicar. 

Mi abuela me dejó hace ya 11 años, y parece que fue ayer cuando le cogía de la mano en sus últimos días, y le leía los Pilares de la Tierra para hacerle compañía, mientras la morfina recorría su cuerpo para paliar sus dolores. Esas nauseas que sufrió la pobre, causadas por la morfina, y como yo a su lado le acariciaba el brazo y le decía que estuviese tranquila, que se le pasaría. Un nudo en la garganta, que a día de hoy sigue estando por estos recuerdos, me acompañaban en mis horas de guardia. Recuerdo ese sillón en su dormitorio, traído desde su piso de Málaga, en el cual nos habíamos sentado todos sus nietos, y como era ahora ocupado por sus hijos, donde hacían guardias sin dejarla sola.

Mi abuela vivía en mi bloque de pisos, se mudó de la capital a nuestra zona cuando ambos, ella y mi abuelo, se hicieron ya muy mayores, y los hijos, entre los que se encuentra mi padre, decidieron que necesitaban una atención más continua. Recuerdo cuando salíamos en pijama y bata, y subíamos dos plantas hasta su casa para verlos y estar con ellos, o como mi perrillo aprovechaba que abríamos la puerta para salir corriendo hacía su casa, adoraba a mi abuelo. O esas navidades, que se encerraba en la cocina con mi madre, a la cual adoraba como si fuera su hija, y mi madre la quería como a una madre, y no paraban de hacer pestiños, y demás dulces. 

Aprendí muchísimo a su lado, nadie como ella hacía los roscos de vino o esa paella, que aún llevando ná y menos, era famosa en la familia y todos repetíamos por lo deliciosa que estaba. El día que nos dejó, dije: -nunca probaré una paella igual de buena. Y así el tiempo lo ha corroborado. 

Recuerdo la noche que cayó muy enferma, era de madrugada y todos subimos porque nos había llamado por teléfono, no se encontraba bien. Llamamos al médico, y nos dijo que la cosa pintaba mal, que había que examinarla mejor, nos dieron el peor de los diagnóstico que una familia puede sufrir: Cáncer de Páncreas. Es el más agresivo, pero también el más silencioso, cuando da señales de su existencia, poco se puede hacer. 

Hace 11 años, en estas fechas justo, mi familia, toda ella, los de Cádiz, Granada, Melilla, todos, éramos un continuo ir y venir al hospital, solo nos quedaba acompañarla en sus últimas horas, esperando el fatal desenlace. Recuerdo mi última visita y lo que me dijo: - Aída, jamás dejes al padredelasfieras, es un buen hombre y te quiere con locura, te hará muy feliz. Por aquella época yo solo tenía 20 años, y llevaba 3 años con él. 

Me reía tanto con ella, tenía un humor tan irónico y era tan larga calando a las personas... recuerdo algunas de sus frases míticas, que conseguían sacarme una carcajada, o como cuando venía mi otra abuela con la cual yo no tenía una buena relación y me refugiaba en su casa. Como jugaba a peinarle, dejándola peor de como estaba y jamás se quejaba, solo me decía: -Nena, ¿pero que me has hecho?. O como jugaba con su piel arrugada de las manos... o esas uñas tan bonitas y rosadas que tenía siempre. Como jugaba poniéndole mis pies congelados siempre sobre su falda, para que ella me los calentara con sus manos. 

Fue una abuela de 10, siempre intentaba arreglarlo todo para cuando viniesen mis padres no vieran nada por medio, infinidad de veces la he visto recogiendo nuestros juguetes de mi hermano y míos, con un recogedor y el cepillo para que no nos regañase mi madre; o como se interponía entre mi padre y alguno de nosotros, si nos iban a echar la bronca. 

Siempre con su toquilla, siempre con esos andares de geisha provocados por unos pies planos, que todos hemos heredados, y con un ojo entre abierto porque la pobre veía ya poco. Gracias a ella, casi toda la familia heredó miopía y pies planos, es nuestra seña de identidad y me siento orgullosa de ello, pues hay en mí cosas de ella. 

Nunca fui una niña cariñosa, pero ella siempre me lo respetó, decía que yo era así, jamás juzgaba a nadie. Ahora me arrepiento de no habérmela comido a besos, pero sé que a día de hoy se siente igual de orgullosa de mí, porque, aunque en el tema de ser cariñosa he cambiado más bien poco, no es lo mismo en la persona que he llegado a ser y en todo lo que he conseguido con esfuerzo y trabajo.

Cuando me dejó, lloré lo impensable, me dejó un vacío que a día de hoy es irreparable; me atormenté durante mucho tiempo por no poder seguir contándole mis cosas, por presentarle a mi hija mayor, por decirle que había decidido estudiar la carrera que es nuestro estandarte en nuestra familia... si hubiese conocido a mi pequeña, se habría enamorado de ella, pues es un clon de mi hermano, su favorito desde que nació. 

Pero llegó un día, que soñé con ella, las dos sentadas en su sofá, como antaño, y yo le relataba todo lo que había sido de mi vida: mi boda, mi carrera, mi casa, y mi tesoro más preciado, mis hijas. Desperté llorando, porque sentí que había estado con ella. 

Muchas veces he llevado a mis hijas al cementerio a ponerle flores, y le cuento anécdotas que tenía de ella; muchas veces siento que en mi casa hay alguien más, pero yo sonrío, porque sé que es ella y como era tan bromista se lo digo: - Abuela, sé que eres tú. 

Mi abuela fue mi segunda madre, mi abuela era el eje sobre el que giraba toda mi familia al completo: - la Abuela. Así es como le llamaban nueras, nietos... 

Abuela a día de hoy aún conservo la colcha que me tejiste a mano en especial para mí, aún conservo tu toquilla, fue lo primero que cogí cuando me dieron tan nefasta noticia y que aún la huelo, y huele a ti.  Abuela sé que contigo está el abuelo y otra gran ausencia en nuestra familia, que en este mes hace un año que nos dejó, no dejando sino consigo, otro gran vacío imposible de reemplazar, dales a los dos un gran beso de mi parte.
Abuela, no sabes cuanto te sigo echando de menos, y cuanta pena me da que mis hijas no te hayan conocido, solo deseo, que me sigas visitando en sueños, que sigamos teniendo nuestras charlas, y que sigas paseándote por mi casa. 
Abuela, tu aniversario se acerca, y me llena de pena y desazón, pero sé que sigues viva, en mis recuerdos, en mí, porque fuiste piedra angular de esta gran familia, porque fuiste una madre para mí, y porque como tú, jamás he tenido una abuela igual.
Te Quiero. 

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Etiquetas: generaldiario

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