Esto que parece una frase hecha, tus hijos son buenos, aunque parezca mentira, es la pregunta/afirmación con la que más me encuentro prácticamente a diario. Creo que me pasa como cuando estaba embarazada y me decían cosas como “lo importante es que venga bien”, que no es que te parezca mal, es que simplemente te cansas de oirlo, y de repetirlo. Pues exactamente igual. No es que me queje, claro, pero cómo decirlo, tener que explicar y responder todos los días lo mismo puede ser un pelín cansino. Aunque es verdad que en ocasiones me ayuda a relativizar y, sobre todo, darme cuenta de que sí, mis hijos son buenos. Pero hay algo que me escama en esta frase. Y no es ni más ni menos que el concepto de “bueno”. Si algo he aprendido en mi maternidad es que los niños no son malos por sí mismos, y jamás, ni llevándome al límite de mi paciencia, he llegado a pensar que mis hijos puedan ser malos, aunque sea en un momento puntual. Los niños son niños. Más movidos, más traviesos, más atrevidos, más temerarios, más peligrosos. Eso no los convierte en malos. No niego que pueda haber un pequeño porcentaje -espero que muy, muy pequeños- de niños malos en el sentido extricto de “maldad”. Pero yo al menos pienso que eso son lamentables excepciones. Y que más bien somos los adultos quienes etiquetamos a los niños de “buenos” o “malos” según nuestro criterio. El caso es que esta frase me la encuentro prácticamente a diario y llevo tiempo pensando en ella. A veces es necesario profundizar un poco en estos pensamientos para entender un poco más a nuestros hijos. Recuerdo hace muchos años, mi hijo era un bebé de año y medio, calculo, que tuve digamos una “conversación” con una amiga que ahora ya no es amiga. Esas cosas pasan, a veces los hijos unen amistades, otras veces las rompen. Curioso. Bueno, va, que no es de lo que vengo a hablar. El caso es que en esa “conversación” ella se empeñaba en demostrarme que su hija era más mala que mi hijo. Y a mi me cogió con el pie cambiado, porque perdóname, pero yo a que un bebé tastee, te quite las llaves, vacíe la botella de agua, no pare quieto, lo califico de todo menos de malo. Joder, es que hay que tener mala leche para decir que un bebé es malo. ¡Un bebé es un bebé, coño ya! Si no quieres que se mueva, cómprate una muñeca. Lo peligroso de etiquetar comportamientos que pueden ser desesperantes, eso no hay quien lo niegue, pero normales en un bebé, como malos, es muy peligroso. Y si te rodeas de gente que utiliza ese calificativo, debes tener la prudencia de no dejarte arrastrar y cometer el mismo error. Porque al final pensarás que tu hijo es malo y eso te hace entrar en una espiral de negativa que te puede llevar a cambiar tus estrategias de resolución de conflictos. Pasar de hablar a castigar, de calmar a reñir, de tener paciencia a perderla. Cuando me preguntan o me dicen que mis hijos son buenos, lo confirmo. Sí, mis hijos son buenos. Deben de serlo, cuando llevo tres años solas con ellos, he parido y criado a un bebé con dos hermanos mayores siendo aún pequeños, y no solo sigo viva sino que hasta lo llevo bien. Deben ser buenos cuando puedo ir y voy sola con ellos a cualquier parte. Deben ser buenos cuando se cuidan, se quieren y se protegen entre ellos. Deben ser buenos cuando yo estoy regular, puedo descansar y además me cuidan. Deben ser buenos cuando colaboran en casa y me ayudan a llevarla al día. Deben ser buenos cuando no tengo casi que ocuparme del pequeño porque los mayores están por y para todo con él. Deben ser buenos cuando se preocupan de que mamá esté bien y feliz. Sí, definitivamente mis niños son buenos. Aunque sigan siendo niños y tengan sus cosas de niños. ¡Me preocuparía mucho si así no fuera!. También creo que el resto de niños que conozco, con sus cosas, son buenos. Sí, son buenos niños y confío que además serán buenas personas. Son niños sensibles, empáticos, generosos, respetuosos y educados. Siempre están dispuestos a ayudar, no abusan de los débiles, son buenos compañeros, son buenos amigos y son los mejores hermanos. Me ayudan muchísimo, me hacen la vida más fácil dentro de lo que podría ser, me cuidan y se cuidan. También se pelean entre ellos, se chinchan, se pasan de rosca, hacen el cafre de vez en cuando y hay días que digo eso de “un día de estos cojo la maleta y me voy”. Pero lo dicho, me preocuparía si no lo hicieran, porque entonces no es que no fueran buenos, es que no serían niños. Imagino que cuando alguien me dice eso de que mis hijos son buenos es porque los ven en el día a día, en acciones cotidianas que otros niños podrían ser más disruptivos, y que los míos son llevaderos. Y sí, en esos momentos me siento orgullosa de ello. Porque me ha costado mucho, no lo voy a negar, lograr un equilibrio y que estar siempre sola con mis tres hijos no sea una auténtica locura. Y es que esa es nuestra vida, de momento. Los cuatro hemos tenido que aprender y adaptarnos a estar solos. Yo he tenido que buscarme las maneras de poder hacer una vida normal – salir, hacer actividades juntos, viajar, seguir nuestras rutinas- sola con ellos, y ellos han ido aprendiendo a asumir responsabilidades en la medida que pueden, y ayudarme en todo lo posible. Podía haber sido de otra manera. Pero es así. Es la consecuencia de ser muy persistente día a día, a veces creo que demasiado coñazo, incluso probablemente un pelín estricta o sargento. Y de que mis hijos me aguanten y me sigan el ritmo. Sí, mis hijos son buenos. Pero […]
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