En mi tierra coger el coche y estar una hora conduciendo para subir a la capital se le denomina ponerse en viaje. La tesitura mental es la de vas a estar fuera de casa prepárate para sufrir en urinarios ajenos, comer en lugares extraños, sentarte en asientos poco confortables en comparación con tu sofá…. Si a eso le añades un bebote con pañales, potitos, snacks, agua, una muda, el cambiador, la tablet, la silla del coche, el carro, la manta, el saco, la ropa de abrigo, el viaje se hace más complejo. Ya ni hablamos de cuando el destino del viaje es una clínica a la que tienes que llevar el bebote lesionado junto con la carpeta con sus documentos médicos.
Siguiendo el relato del post anterior tras esta breve introducción, el día de la cita con el especialista infantil había llegado (por fin) y allí estaba yo nerviosa perdida con Mini Thor, queriendo bajar del carro porque evidentemente no deseaba encontrarse en semejante lugar rodeado de personal con batas blancas. En su corta vida ya los ha visto demasiado y no precisamente para su regocijo. La sala de espera suele ser torturadora. Entre que los espacios son mayoritariamente reducidos y nosotros que ocupamos mucho…. El padre que es grande como un armario de 2 puertas ocupando 3 asientos entre abrigos, bolsos, papeles, el niño que ni lesionado para quieto, el carro que no sabes dónde aparcarlo, los bártulos de los “por si acaso” inundándolo todo, y la madre loca de aquí para allá detrás del pequeño gran hombre… Lo dicho, somos un espectáculo en vivo y en directo. No casamos en el ambiente hospitalario. Afortunadamente, el Doctor no iba con retraso de forma que entramos a tiempo de alucinar. Expliqué brevemente el devenir de los acontecimientos que habían propiciado nuestra desafortunada visita, a saber, la caída en la guardería hacía 15 días, las dos visitas a urgencias, la placa de rayos X en la cadera, su andar con movimientos contra natura, y mi especialidad de madre orgullosa y precavida: TENGO UN NIÑO GRANDE, NACIÓ GRANDE Y CRECE GRANDE. Más que nada porque no quería derivar el foco de atención a otro asunto que no fuera el que nos angustiaba.
De nuevo pruebas. Lo inspeccionó con sus manos, cadera, piernas, pies, mientras el niño lloraba sin consuelo, mandó hacer otra placa, esta vez no de la cadera si no de las piernas, mientras el niño lloraba sin consuelo antes, durante y después de todo el proceso, y hora y pico después sin resultados concluyentes para nuestro desconcierto, nos mandó hacer una gammagrafía, ahora la que lloraba sin consuelo era yo. Sí, yo también tuve que buscar ese palabro en Google antes de salir del hospital. “La Gammagrafia ósea es un tipo especial de procedimiento de medicina nuclear que utiliza pequeñas cantidades de material radioactivo para diagnosticar y evaluar la gravedad de una gran variedad de enfermedades y condiciones de los huesos incuyendo fracturas, infecciones y cáncer” (fuente google)
La terminología médica no es mi fuerte, y tampoco voy a hacer un copia y pega de modo que sólo diré que como la prueba se hacía en otra clínica privada, de hecho sólo hay 2 clínicas en toda la capital que hagan esa prueba de nombre difícil de recordar, llamé antes de salir de la consulta médica. Milagrosamente me dieron cita para aquella misma tarde después de comer. Y digo milagrosamente porque al haber sólo 2 máquinas en toda la ciudad obviamente van muy demandadas. Hubo un hueco en el último momento y decidimos aprovecharlo, como para no hacerlo!!. Acudimos a las 16 horas súper puntuales tras pasar un rato en un restaurante con menú económico al que solemos ir cuando tocan visitas médicas. De hecho si tuviera confianza con el gerente del lugar le pediría que escribiera un post sobre Mini Thor desde su punto de vista porque si no recuerdo mal he ido con mi marido de recién casados, en sucesivas ocasiones mientras mi tripa crecía durante el embarazo, cuando nació el niño con cuco, con una silla, con otra silla y ahora Mini Thor se pasea por la estancia como si fuera casa de su abuela. Pero como no me atrevo a decírselo (todavía) sigo con mi narración…
Aunque he de decir que hay anécdotas muy chistosas en el restaurante, como la última en la que el bebote con su gran tamaño y desparpajo se acerca a una mesa en la que estaban comiendo 3 señoritas (de gran tamaño) tranquilamente y las saluda divertido con un: HOLAAAAAAAAA. Alto y claro. Como el pequeño gran bebé no pasa desapercibido en ningún sitio, se convirtió en la atracción de la comida de estas jóvenes divertidas. La situación se tornó incómoda en el momento en que el niño, con toda la confianza y naturalidad del mundo, se le acerca a una moza entrada en carnes, le levanta la camiseta sin avisar y le toca todo el michelín como diciendo, cuánta carne blanda! El niño encantado de su hazaña pero yo no sabía dónde esconderme!!! Qué vergüenza!! Agarro el niño por el brazo, pidiendo mil excusas a la señorita con la cara roja como un tomate mientras su compañera le dice: Jo qué suerte, a mí no me ha hecho ni caso.
Me quedé sin palabras, atónita, ojiplática.
En fin, que volviendo a la lesión escondida, con el coche nos desplazamos hasta la segunda clínica del día. Aparcamos prácticamente el la puerta, pero en zona azul en la calle. La clínica estaba integrada en un bloque de pisos. De nuevo sala de espera pequeña y atestada de gente enferma. Pasan los minutos… Media hora de reloj…. Inquieta me levanto voy al mostrador, pregunto a qué se debe el retraso y el enfermero me responde que está esperando a su compañero para sujetar al niño!!! En lugar de ataque de pánico le respondí: Mientras usted pincha el líquido fosforito al niño, mi marido lo sujeta y usted no sufra que ya estamos acostumbrados. Cómo gritaba el niño de dolor!! No puedo quitarme esa imagen de la cabeza. Su padre lo sujetó fuertemente para evitar daños mayores. El practicante le pinchó y salimos a comprar merienda mientras esperábamos a que la sustancia hiciera su efecto. Hora y media después de nuevo en consulta, con el pañal limpio que tuvimos que volver a cambiar frente a la máquina porque Mini Thor había vuelto a hacer pis y tenía que estar limpio si no la prueba daba error… observé que habíamos agotado todos pañales de repuesto en el peor momento posible porque mi marido tuvo que salir corriendo al comercio más cercano a por pañales talla 6 mientras yo acariciaba a Mini Thor con el culo al aire frente a una máquina gigante que me daba mucho respeto, ante los ojos de circunstancia de los 2 técnicos. Qué día tan largo y agotador!
Con el tema pañal resuelto, de nuevo sujeta al niño, niño llora desconsolado, se le hace la prueba y OH SORPRESA, la fractura está a la altura del dedo gordo del pie. Resultado, llamamos a la primera clínica, nos dan cita para el día siguiente, como son las 8 de la tarde volvemos a casa extenuados. Llegamos a las tantas: haz la cena, cena, acuéstate, duerme. Y al día siguiente, misma película. Despierta pronto, viste, lava, desayuna, recoge los bártulos, y hora y pico de coche más tarde, de nuevo en la clínica. El médico especialista no estaba, porque sólo atiende un día por semana (los jueves) pero yo no me esperaba otra semana con un pie fracturado porque ya llevábamos 15 días de angustia crónica. Le cuento a la pediatra todo lo anteriormente relatado y ella un poco saturada por tanta avalancha informativa llama por teléfono al especialista y el Doctor concluye: Hay que escayolar.
Y como una imagen vale más que mil palabras:
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