Reproches y regañinas, día sí día también. A todas horas y por todo. ¿Te reconoces? ¿Estás todo el día enfadado o enfadada con tus hijos? ¿Te molesta todo cuanto hacen o dejan de hacer? ¿Te parece que de este modo tienes mejor control sobre su conducta? Pues si es así te diré que este modo de educar no es el más recomendable ya que te aleja afectivamente de ellos.
Consideraciones previas
Antes de continuar leyendo, quiero explicarte que lejos de buscar hacerte sentir culpable, si este es el modo que actualmente tienes de educar, este post quiere ayudarte a reflexionar sobre la importancia de intentar no confundir la autoridad con el autoritarismo. Algo que a veces nos ocurre a muchos padres, sobre todo cuando estamos sometidos a situaciones de gran estrés y queremos que nuestros hijos hagan las cosas rápido y las aprendan a hacer bien lo antes posible.
Créeme cuando te digo que yo también he experimentado esta sensación y sé, porque así lo hemos vivido, lo negativo que es para todos nosotros una educación dominada por emociones negativas, en las que el enfado, la ansiedad y el miedo se apoderan de nosotros.
Cuando empecé a escribir este post, tenía varias ideas en mente, algunas las he ido descartando porque no tenía del todo claro hacia dónde las quería desarrollar, otras porque me he dado cuenta que quizás estaba siendo injusta ya que no tenía en cuenta la multitud de situaciones familiares que podemos encontrar. Lo cierto es que al inicio quería hablaros sobre de qué manera perdemos a nuestros hijos, si es que les perdemos. Pero esta es una de las ideas que necesito madurar más porque me temo que es un tema mucho más complejo del que en un principio creía.
Al final, tras mucho meditar sobre el enfoque, me he quedado con ésta idea
Estar todo el día enfadado no es educativo. Los reproches y las regañinas no son educativas y son dos ingredientes que alimentan la mala relación entre padres e hijos.
Estar todo el día enfadado no es efectivo ni educativo.
Los niños no necesitan que les riñas todos los días y a todas las horas para aprender. Lo que necesitan es un padre o madre afectuoso que les motive, les elogie, les anime y les haga sentirse bien, únicos y especiales pero sin endiosarles.
Si algo tengo claro es que el enfado constante no es nada educativo. Reproches y regañinas, igual que los castigos, no educan ni enseñan. Aunque con ello no quiero decir que no debamos poner límites y normas a nuestros hijos y tener claras las consecuencias por incumplirlas, pero el enfado constante no es beneficioso para nadie.
Estar permanentemente enfadados y dando órdenes, recalcando siempre todo lo que está mal en lugar de ver las fortalezas, el potencial, el progreso, la mejora, … es una de las peores cosas que podemos hacer los padres y que, por supuesto, deteriora enormemente la relación con nuestros hijos.
Pero hay quienes adoptan este papel por diferentes motivos, uno de ellos porque no conocen otro o porque sencillamente este es su papel en la vida, el de mandar y ordenar. Algo que sinceramente recomiendo que abandones desde ya si quieres mantener a tus hijos a tu lado. Porque este estilo educativo, al que llamamos autoritario, es una de las principales causas de alejamiento entre padres e hijos. El que provoca incomunicación y rechazo.
El precio de educar a costa de reproches y regañinas
El precio de educar a costa de reproches y regañinas es un alejamiento emocional progresivo de nuestros hijos.
Poco a poco, muy lentamente y casi sin que te des cuenta dejarán de explicarte cosas significativas para ellos.
Te tendrán miedo. Te mentirán. Te dirán aquello que quieres oír, pero quizás no toda la verdad.
¿Por qué?
Porque tendrán miedo a las consecuencias, a tu enfado, en tus reproches a tus críticas, a tus «ya te lo había dicho», …
Educar no es controlar a nuestros hijos todo el tiempo y a toda costa. Educar es más que mandar. Educar es difícil, sí. Nadie dijo que fuera sencillo ni fácil o que sabríamos cómo hacerlo en todo momento.
No existen varitas mágicas para educar, ni pócimas secretas. Porque cada familia es única. Cada niño diferente. Cada momento vital requiere de unas estrategias que a unos niños les funcionan mientras a otros no. Lo que es cierto es que ni los castigos o los reproches y regañinas constantes van a mejorar la conducta de tus hijos.
¿Por qué?
Porque el cerebro aprende mejor en situaciones en las que no percibe estrés. Cuando gritamos, regañamos y reprochamos estamos activando una hormona llamada cortisol que dificulta el aprendizaje. Pero esto mejor te lo explico más detalladamente en otro post dedicado al efecto de las emociones en nuestro aprendizaje.
También porque nuestros hijos aprenden más imitándonos que escuchándonos. Sí.
Entonces … ¿qué podemos hacer?
Lo que te propongo no va a ser la solución mágica a todos los problemas pero puede ser un inicio.Si queremos que nuestros hijos sean educados y no nos falten el respeto, quizás deberíamos empezar por nosotros mismos y revisar el modo como les tratamos.
Si deseamos hijos más afectuosos, cariñosos y agradecidos quizás que nos miremos al espejo y revisemos cuán cariñosa, afectuosa y agredecida soy yo con ellos.
Y así con todas aquellos comportamientos y valores que queremos transmitir.
Porque ¿en algún momento te has planteado qué estás enseñando a tus hijos con tus reproches y regañinas constantes? De ello te hablo a continuación.
Qué enseñamos con reproches y regañinas
Gritando, regañando y reprochando enseñamos a nuestros hijos a ser precisamente gruñones, desagradables, rencorosos, mentirosos, fríos, contestones, y una larga lista de adjetivos con la que podría continuar.
¿Quieres resultados diferentes? Pues no sigas haciendo lo de siempre. Busca elogiar más, destacar cualidades, agradecer el esfuerzo, valorar cualquier pequeño progreso, …
Todos hacemos cosas mal y estoy convencida que a ti no te gustaría que te lo estuvieran recordando cada día. A mí no me gusta en absoluto.
Por eso te invito a reflexionar sobre todo cuánto has leído hasta aquí y a poner en práctica esta célebre frase de Albert Einstein.
Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.
Albert Einstein (c) Can Stock Photo / saiyoodsrikamon