¿Desde qué emoción educas a tus hijos? Esta es la pregunta que hoy me planteo y que deseo compartir con vosotros, padres y madres, que me seguís habitualmente pero también con los que recién acabáis de llegar.
Ésta no es una pregunta cualquiera. Porque, como veréis a lo largo del post, de saber desde qué emoción educamos a nuestros hijos e hijas determinará la forma que tengamos de actuar con ellos y por consiguiente su desarrollo personal, familiar, social y emocional.
Piensa desde qué emoción educas a tus hijos y sabrás cómo mejorar tu papel como madre o padre
Plantéatelo por un instante. Para un momento. Piensa y anota en un papel qué emoción sueles sentir cuando estás con tus hijos. Aprovecha que ahora tienes esta oportunidad para evaluarte e intenta contestar una a una estas preguntas que te voy a plantear:
¿Cómo crees que educas, lo haces desde el miedo, el enfado o desde la alegría, la tranquilidad y la calma?
¿Controlas tus emociones? ¿Sabes gestionarlas, regularlas e integrarlas o por el contrario suelen arrastrarte y acabas cediendo a ellas?
¿Sientes miedo a perder el control sobre las conductas de tus hijos o quizás lo que temes es a no saber cómo educarles, a fallarles como madre o padre?
¿Sientes angustia, intranquilidad por el qué dirán cuando tus hijos tienen una explosión emocional en público?
¿Te pasas el día gruñendo, gritando y enfadada por que no te obedecen, porque crees que no hacen nada de lo que tu quisieras que hicieran?
…
Tener en cuenta las emociones en las que nos hemos instalado, desde las que actuamos con el piloto automático puesto, nos ofrece una idea bastante buena sobre los puntos que podemos mejorar para que nuestra relación con nuestros hijos sea más adecuada. Y cuando digo adecuada me refiero a que lo sea para todos, pero sobre todo para ellos, los más pequeños. Puesto que son ellos quienes están desarrollando su personalidad, su autoestima, su autoconcepto y su inteligencia emocional.
Educar desde el miedo.
Cuando educamos desde el miedo a fracasar como padres, o de no ser una buena madre, o de no saber educar adecuadamente a nuestros hijos a ojos de los demás, entonces inevitablemente, nos invade una terrible necesidad de control. Un control excesivo que ejercemos automáticamente hacia hacia nuestros hijos que nos nubla la mente y nos hace perder de vista que educar es otra cosa. Porque educar no es controlar.
Educar es guiar, acompañar, iluminar, estar ahí cuando se nos necesita y desaparecer cuando es preciso. Educar es preparar a los niños para el camino y no el camino para los niños. Educar es buscar que nuestros hijos sean los mejores niños que el mundo pueda tener y no querer que sean los mejores niños del mundo. Frases que no son mías, se las he tomado prestadas alguien a quien admiro mucho por su gran labor educativa y divulgativa: Cristina Guitierrez-Lestón, directora de La Granja-Escola, autora de numerosos libros como El Emocuaderno o Entrénalo para la vida.
Cuando educamos desde el miedo y la necesidad de control se ha instalado ya en nosotros ésta se manifiesta en formas muy diversas como : prohibiciones absurdas, chantajes, manipulaciones o directamente gritos y castigos sin sentido. De esos que no educan, de esos que justo tienen el efecto contrario al que pretendemos. Y es justamente este miedo a fracasar como padres lo que nos lleva al fracaso real.
Educar desde el enfado
Cuando educamos desde el enfado porque ya se ha instalado en nosotros la emoción negativa de estar fracasando como padres ejercemos todavía mayor control sobre nuestros hijos. Creyendo que este control es autoridad y que la autoridad nos ayudará a tener éxito. Nada más lejos de la realidad cuando esta autoridad es autoritarismo y nos convertimos en ese tipo de padres exigentes y perfeccionistas que no dejan pasar un error.
Fracaso tras fracaso. El enfado, la irritación, la frustración, … van en aumento. Y nuestros esfuerzos por ser esos buenos padres que soñábamos ser se ven truncados y la frustración se torna desesperación, decepción y desengaño. Emociones desde las cuales es muy complicado educar a nuestros hijos y crean ese ambiente que promueva una actitud positiva ante la vida y permita el desarrollo de una sana y fuerte autoestima.
Si utilizamos constantemente nuestro ego para educar, si intentamos que las reacciones, acciones y emociones de nuestros hijos e hijas se amolden a nuestras necesidades, lo que conseguimos es que creen su personalidad en función de lo que nos parezca bien o no a nosotros como padres, algo que los marcará y que arrastrarán de por vida.
Tania García. “Educar sin perder los nervios“ Educar desde la calma y la tranquilidad
Este es el objetivo al que debemos aspirar, al de educar desde la calma y la tranquilidad. Desde la calma de saber que somos los mejores padres que nuestros hijos podrían tener y desde la tranquilidad de que lo estamos haciendo lo mejor que sabemos.
Educar de la calma significa poder entender qué necesita nuestro hijo en cada etapa de su desarrollo y por qué hace lo que hace. Educar desde la calma no es otra cosa que comprender que los niños necesitan moverse, gritar, tocar, divertirse y jugar. En definitiva necesitan ser niños por mucho que nos cueste tolerar su inagotable energía y vitalidad.
Educar desde la tranquilidad significa también adaptarnos a las circunstancias cambiantes que supone la crianza de un hijo o hija. Significa dejar de controlar, de intentar tenerlo todo bajo nuestro dominio, dejar de sobreproteger y de intentar cambiar a nuestros pequeños para que sean quienes nosotros quisiéramos que fueran.
Educar desde la calma y la tranquilidad es ofrecerles espacio para que desarrollen su habilidades y su capacidad de independencia y autonomía. Educar desde estas emociones nos permitirá crear ese hogar donde crecer sin miedo a hacer, decir, pensar o sentir algo que no guste a papá o mamá. Pero cuidado, que con esto no quiero decir que no debamos incorporar una serie de normas y límites que nos permitan a todos convivir en harmonía.
Y tú ¿desde qué emoción educas a tus hijos? Si este post te ha resultado interesante y te ha ayudado a reflexionar te invito a compartirlo entre tus redes sociales para que pueda llegar a más personas. Pero antes de irte te dejo con otros de mis artículos sobre ser padres que quizás te puedan interesar.
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