Lo peor ya no es no poder atender el blog, sino no poder atender a mi trabajo como corresponde. Y, como me ha llegado a pasar, ni siquiera poder atender a mis hijos, llegado el momento en el que no es que tenga que pedir ayuda con los niños, es que tienen que venir a atenderme a mi. La impotencia que siento me supera.
Desde abril he estado prácticamente sola con mis hijos "full-time". Después de tanto tiempo desempleado mi señor esposo por fin ha encontrado trabajo -no fijo, ni siquiera continuo, pero es trabajo-, pero éste le ha llevado a estar fuera de casa y de la ciudad desde entonces, volviendo alguna veces solo para dormir, y la gran mayoría una semana fuera completamente y uno o dos escasos días en casa, con más trabajo que hacer desde aquí.
Esto ha supuesto que lo que hasta ahora eran tareas compartidas haya tenido que asumirlas yo totalmente. Y no, no puedo delegar, pues para algo tan simple como llevar a mis hijos al colegio o a sus extraescolares necesitamos ir en coche y quienes pueden ayudarme, mis padres, no tienen, por lo que no he podido disponer de ayuda. Eso y que yo soy muy mía y no me gusta depender de nada.
Unido al final del curso, ensayos, actuaciones, festivales, recogida de notas, citas médicas ineludibles, veintilargas semanas de embarazo, calor... Ha sido acabar el curso, llegar mi señor esposo y mi cuerpo decir "hasta aquí, maja".
Este pasado fin de semana el caos fue absoluto. Que tres de cuatro miembros de la familia caigan con gastrointeritis, es una puñeta. Que uno de ellos sea mamá, ya no os cuento. Creo que hasta ahora jamás me había visto en la situación de tener que pedir que vinieran a cuidarme por miedo a llevarme un susto, por no poder ingerir ni un trago de agua, vomitar hasta el aire que respiro y ser poco más que un trapo tirado. Tener que tirar de familia para que unos cuiden al mayor que también está enfermo, otros a la pequeña que se ha librado, papá se vaya a trabajar con el estómago como si estuviera centrifugando y yo anulada totalmente. Acabé en el hospital con deshidratación leve y suero por vía intravenosa, como nunca en mi vida.
Para colmo, cuando me recupero comienzo a sentirme mal de nuevo, y lo que creo que es malestar por bajada de tensiónque me lleva a urgencias de nuevo, se traduce en un cuadro de vértigo que me obliga a hacer reposo casi absoluto. La impotencia elevada a la enésima potencia.
Y a día de hoy así voy, con responsabilidades que me pesan y la impotencia de no poder asumirlas como debo. Limitada, hay días que puedo salir y dar un paseo sin problemas y otros que no puedo ni incorporarme. Yo, que estoy acostumbrada a no depender de nadie, que me da igual estar embarazada de 7 meses y no permito que ello sea un límite a mi vida, que entro y salgo, voy y vengo, sola o con mis hijos, que mato por ir a la playa o a la piscina... De repente siento que no puedo hacer más que quedarme recostada en el sofá porque levantarme y caerme, son uno.
Hoy me encontraba bien y he salido con los niños porque tenía que hacer gestiones en la Seguridad Social y en Hacienda, he cogido el coche, eso sí, despacito y a mi ritmo. He aprovechado para recuperar trabajo atrasado, recoger un poco, poner lavadoras, me envalentono y al final vuelvo al principio.
Y es que quien inventó la palabra "reposo" no lo hizo pensando en las madres...