No sé si es lo que se nos ha inculcado desde bien pequeños (siendo víctimas de ellas), si es cosa del desespero al que se llega en determinados momentos y es una vía de escape rápida, o que no sabemos hacerlo de otra forma, pero en muchas ocasiones acabamos recurriendo a ellas. Demasiadas veces.
En nuestra experiencia personal con la HermanaMayor el modus operandi se repite con frecuencia: Comenzamos pidiéndole que haga algo; normalmente esa petición acaba perdida en el abismo de las peticiones perdidas, que suerte que es un abismo y es infinito, que sino ya lo tendríamos que haber ampliado. Es como si ya supiéramos que la primera vez que pedimos que haga algo es la de prueba, a ver si estamos bien afinados...
Como habitualmente no surte efecto acabamos pidiendo lo mismo varias veces explicándole por qué debe hacer ese algo. Alguna vez hay suerte y funciona (es un día para jugar a la lotería, estamos en racha) aunque lamentablemente no es lo normal. Cuando vemos que esto tampoco funciona, respiramos hondo varias veces y empezamos a probar otras cosas como puede ser negociar y/o chantajear. En no pocas
Nada más soltar una amenaza se nos aparece el enanito que nos avisa de que esa no es la forma de hacer las cosas y que no hay que abusar de su utilización: Lo sabemos (la teoría es fácil), pero si todo lo que hemos probado anteriormente no funciona, qué más alternativas quedan? Para acabarlo de adornar, muchas veces el tiempo apremia (ir al colegio, ir a dormir, salir de casa...), la tensión aumenta y acabamos con los nervios nerviosos.
La mayoría de las veces esta técnica
Vosotros, ¿Cumplís la teoría como toca o acabáis sucumbiendo a la presión?