Mucho se ha escrito sobre el valor del juego como contrafigura del ocio, pero nuevamente, es por mucho, más que eso. El juego es el verdadero y más oportuno momento de aprender y emprender, de ser y crear con autenticidad, es una certera proyección del futuro, libre de miedos, sin límites, con tantas posibilidades que, si lo hacemos de por vida con la debida seriedad y constancia; cada evento y cada idea serán una oportunidad única para dejarse llevar, inventar e impactar.
Sucede que en el juego son muchos los matices, aparecen emociones, incertidumbres, desacuerdos; pero nos sentimos tan confortables, que sin importar el final, sabemos que ganaremos una experiencia memorable. Será un momento fértil, siempre y cuando más allá de cualquier regla o acuerdo, la pasión por el bien común y el respeto estén presente.
En este sentido, mucho ayudaría, si cada vez que nuestros niños participen en un juego, rifa o competencia, les preguntáramos: ¿compartiste?, ¿te divertiste? en lugar de ¿ganaste? o ¿qué te dieron?
La invitación es a cultivar el juego, esa oportunidad única de recrear los sueños, de aprender a convivir y a vivir en la necesidad del otro. De priorizar el hecho antes que el dicho, y asumir con franqueza que un juego vale más que mil palabras…
Fuente: Prof. Salomé Cabrera Núñez
Salomé es edudadora con experiencia en el área de psicopedagogía, te invito a seguir sus actividades a través de las redes (twitter e instagram) le consigues por @juegosporlapaz y a conocer un poco más de la labor que quiere desarrollar en el ámbito educativo en issuu.com/juegosporlapaz