Después de haberme atrevido a compartir mi historia del proceso previo a mi embarazo he recibido múltiples mensajes de muchas de ustedes. Estos mensajes donde ustedes me confían sus historias me llenan de amor y me alientan a seguir adelante, porque confirmo que debemos hacer comunidad y acompañarnos en el camino.
Mi personalidad es muy estructurada y me encanta planear cada elemento de mi vida. Sin embargo una de las mayores lecciones que he apendido en la vida es que no puedes planear muchas cosas de tu vida, porque hay muchos factores que hacen que la historia vaya cambiando durante el proceso.
Siempre pensé que sería una arquitecta 24/7 y que nunca iba a querer hacer algo distinto a eso. Pensaba que iba a durar los cinco años que indicaba el plan de estudios para poder graduarme como arquitecta, y planeaba ser una mujer profesional soltera por un tiempo antes de encontrar el amor y empezar otras etapas.
Pero la vida me tenía otra historia, mucho mejor que la mía. Jamás hubiera pensado que iba a conocer al amor de mi vida cuando recién cumplía 18 años, con quien compartiría desde ese momento cada instante de mi vida. Jamás me imaginé que iba a presentar mi tesis de grado la misma semana en que me iba a casar, con apenas 25 años. Asistir a mi graduación con mi esposo nunca fue algo que pasara por mi cabeza.
Pero la vida nos llena de bendiciones cuando aprendemos a abrir los brazos para recibirlas. He aprendido a tener paciencia cuando las cosas no salen como pensaba, porque la vida termina siendo mejor de lo que yo hubiera podido planear. Sin embargo cuando la cosa se complica a veces es difícil recordarlo.
Desde que tengo diez años pensaba que iba a querer ser una arquitecta y siempre me vi con una pareja a mi lado. La maternidad fue otro tema aparte, y fue algo que durante mucho tiempo lo visualicé como una posibilidad y no una obligación. Cuando Joaquín y yo decidimos casarnos después de siete años de noviazgo no conversamos sobre este tema, o al menos no lo vimos como algo que fuera a llegar muy pronto. Al cumplir 30 años decidí hacer cambios en la vida. Hice cambios laborales, regresé a estudiar y me entregué al plan de tener hijos. Una vez más tracé el plan y me esforcé por lograr los objetivos, pero los años pasaron y el plan de ser madre no parecía llegar.
Nunca quise perder la esperanza por más complicada que se pusisera el panorama. No me permití pensar que no lo íbamos a lograr y tampoco me atreví a hablar de adopciones porque sentía que en parte era como aceptar mi incapacidad. Hablo por mí porque no me molesta ser sincera y confesar que después de darle tiempo a la naturaleza los exámenes médicos inidcaban que los inconvenientes eran míos.
Entre los momentos más intensos durante este proceso puedo recordar una conversación cuando entre llanto le expresaba a Joaquín mi angustia por no poder quedar embarazada. En ese momento él, a pesar de que moría por un bebé, se comportó como el caballero que me enamora cada día y con amor, lleno de confianza y tranquilidad me dijo que si no teníamos hijos no iba a pasar nada, que esa no era la razón por la que nos habíamos casado.
Así que seguimos adelante, un día a la vez. Cada nuevo tratamiento traía nuevos desafíos pero siempre permanecimos juntos, apoyándonos en las malas y encontrandole el lado amable a cada instante. Aprendimos a disfrutar de cada cosa que tenemos para dejar de pensar en lo que creíamos que nos hacía falta. Cuando uno aprende a valorar cada cosa se da cuenta que está rodeado de bendiciones.
Empecé a enumerar cada cosa que podía agradecer. Las listas crecían en mi mente cada día, logré entender que no hay bendiciones pequeñas. Aprendí a disfrutar de mi vida con lo que tenía, aprendí una vez más a reconocer que no depende únicamente de mí lo que pueda o no suceder.
Disfrutamos de nuestra vida en pareja, de nuestra familia, nuestras gatas, nuestros trabajos, nuestra salud. Volví a planear viajes, cenas, me propuse metas para mejorar mi salud física y seguí adelante luchando por alcanzar metas. Cada instante es especial si tenemos la actitud positiva y si algo está para nosotros algún día va a llegar.
Siempre vamos a anhelar cosas que no tenemos, pero no podemos ovbiar todo lo bueno por esa mancha en el panorama. No podía saber qué iba a pasar con mi vida, si iba poder quedar embarazada y cuándo, no sabía qué tratamiento iba a ser el indicado pero decidí que a pesar de seguir adelante luchando por ese objetivo mi historia no iba a centrarse únicamente en esto, porque hay muchas más cosas que me definen como ser humano, más allá de mi capacidad de ser madre.
Todos tenemos historias diferentes, pero todos tenemos bendiciones esperando que nos atrevamos a aceptarlas. Creo que Tacones y Sazones es una plataforma donde puedo llegar a ayudarle de alguna manera a las personas que me escuchan. Espero que mis palabras sean un aliento y brinde esperanza a quien se encuentre en una situación similar, así como llegó a serlo el saber que habían otras personas que pasaban por lo mismo.
un abrazo,