Ya sabemos por qué es mejor no intervenir, lo vimos todo en la primera parte de este artículo. Pero, entonces ¿qué hacemos? Pues realmente no hace falta hacer mucho pero sí algo importante: Confiar en que los niños son capaces de resolver sus problemas y aprender de sus conflictos si se lo permitimos.
Sé qué puede parecer un mundo el no intervenir en sus conflictos. Pueden haber creencias detrás que te hagan sentir culpable si no haces nada, puede que aún creas que discutir o tener conflictos es malo…. el caso es que una puede quedarse bloqueada y pensar, “vale, pero cómo hago para no intervenir pero no pasar de todo y arriesgarme a que se rompan la cabeza?
Estrategias para no intervenir en los conflictos entre hermanos.
Como cada situación es distinta (la edad de los niños tiene mucho que ver y el lugar dónde se esté produciendo el conflicto también hay que tenerlo en cuenta) no existe una única cosa que puedas hacer frente a una pelea entre hermanos. Tendrás que prestar atención a todo el contexto. ¿Te imaginas que tus niños se están empujando en una habitación forrada de colchones y con un suelo hiperblandito? ¿Y si montamos en casa una habitación así y cuando quieran pelearse los encerramos adentro y que desfoguen? jejejeje es una broma! Quiero decir que es “más sencillo” no intervenir cuando no hay nada peligroso alrededor que cuando sí lo hay.
Jane Nelsen y Lynn Lott, en sus enseñanzas de Disciplina Positiva nos explican 3 opciones que podemos utilizar ante las peleas de los hermanos (puedes ampliar información en el libro “Disciplina Positiva” o “Cómo educar con firmeza y cariño”). Les llaman las 3 “S”:
Sal a fuera: Se trata de ir a los niños, asegurarte de que te vean, y luego irte a otro lado.
Yo lo he aplicado en algunas ocasiones aunque no lo he podido aplicar en todas….por ejemplo si estaban discutiendo por un juguete en una habitación con muchos muebles con picos y esquinas.
Sopórtalos: Se trata de acercarte a ellos y quedarte cerca mirándolos. Sin involucrarte, pase lo que pase.
Tan solo se trata de supervisar que no puedan hacerse daño con nada y separar en caso de que sea necesario (llegan a las manos) pero sin decir nada. Cuando utilizas esta opción te sientes como un árbitro de boxeo….es una experiencia curiosa…
Sácalos a ellos: El nombre lo dice, los coges (suavemente por supuesto) a los dos niños por el hombro para frenarlos y retíralos un poco de dónde estaban discutiendo, te agachas a su nivel y manteniendo el contacto con tus manos en sus hombros les dices “Esta bien discutir pero tendréis que hacerlo en otro sitio” o alguna frase que no suene a castigo, que los sitúe a los dos por igual y que los descoloque y les saque de la situación.
Ésta opción yo la he probado y en mi caso el resultado ha sido algo extraño… y me explico. Cuando yo los freno y les digo esto lo cierto es que si la frase es ingeniosa si que el factor sorpresa los frena y a veces dejan de pelear. Pero otras veces se niegan a irse y siguen la “lucha” de otra manera o al cabo de un rato….y yo no acabo de sentirme demasiado bien. Siento que estoy “avivando” de algún modo el conflicto, dándole demasiada importancia. Intuyo que no acabo de planteárselo de una manera neutral, desapegada de la situación y que me altero sin darme cuenta con ellos. Recuerda lo importante de estar calmada.
Hay más cosas que podemos hacer, especialmente cuando la discusión no ha llegado a las manos y es animarles y confiar en que pueden encontrar la solución. A mi esta opción me gusta mucho, pero como digo, cuando no hay una pelea de manos, empujones o insultos…. me resulta útil cuando están quejándose el uno del otro. Yo les suelo decir frases del tipo: Sé que podéis resolver este problema, ¿Qué plan tenéis para solucionarlo?, Pensad en una solución y me la explicáis…
¿Qué pasa cuando son ellos los que vienen a pedir que intervengamos?
Puede que tú estés muy dispuesta/o a no intervenir pero sean ellos los que te busquen, no paren de decirte “que si el tete ha hecho esto, o el tete ha hecho lo otro”….Incluso los más mayores imagino que pueden llegar a pedirte que tú resuelvas la situación y actúes como “juez”. Respóndeles con frases que les devuelvan la responsabilidad de la situación a ellos, que los animen a buscar la solución y no accedas a ser tu quién diga qué tienen que hacer (sé que podéis solucionarlo, haced un plan, contadme qué vais a hacer, etc).
También podéis utilizar el sentido del humor o cualquier cosa sorprendente y a la vez respetuosa que les ayude a llegar a un acuerdo (por ejemplo proponerles que hagan una lluvia de ideas o pedir que por turnos cada uno explique la versión de lo ocurrido para terminar preguntándoles qué van a hacer, ellos).
Muchos conflictos se irán resolviendo cuando dejes de intervenir y entonces la tensión en casa se irá reduciendo y te resultará mucho más fácil continuar “no interviniendo”. Pero no quiero crearte la expectativa de que todas las peleas se reducirán y que tus niños nunca más se pelearán. Eso es imposible, los conflictos entre hermanos están servidos, pero te aseguro que viviréis días en que no existirá ni un solo conflicto entre ellos o que habrán unos cuantos y los solucionarán airosamente ellos solos. Y también tendréis días en que todo serán problemas y no lograrán ponerse de acuerdo. Recuerda que entre hermanos las peleas o discusiones son inevitables porque es en el conflicto dónde se crece, así que son incluso necesarias. Es como los conflictos entre pareja.
Tomarte esta parte de las peleas como algo natural, necesario y positivo te ayudará a ver las peleas entre tus hijos desde otro punto de vista, a no intervenir tanto y, cuando intervengas, lo hagas de un modo neutral.
Te recomiendo que pruebes todas estas ideas que he compartido contigo. Es un alivio no tener que estar todo el día metida en sus problemas y es un alivio mayor cuando ves que han aprendido a resolver sus conflictos ellos solos. Elimina los juguetes peligrosos (duros) durante unos días, los muebles con los que se puedan golpear si uno empuja al otro…”prepara el terreno para tu entrenamiento” y lánzate a NO intervenir. Y comienza por dejar que solucionen sus problemas típicos de juguetes ellos solos.
Yo comencé así, si me sigues hace tiempo sabes que todo lo compruebo en mi casa con mis niños. Comencé una tarde en que estaba concienciada a dejar de intervenir en sus discusiones (tenían 3 y 5 años). Tuvimos 10 o 15 minutos intensos de quejidos, lloros, “¡¡Es mío!!”, “¡¡Que noooooo!!” etc….pero la locura cesó y nadie se hizo daño. Después, al ratito, volvieron a tener otro conflicto…y al ratito otro. Fueron 3 seguidos y después, pasaron el resto de la tarde sin discutir por nada más. Quedé sorprendida.
Desde entonces y poco a poco me van sorprendiendo cada día más con la capacidad de negociación que tienen con algunos asuntos. Siguen habiendo conflictos en casa, por supuesto, del mismo modo en que yo también discuto con mi marido o nos enfadamos. ¡¡Es en el conflicto dónde se crece!! ¡¡Es en las relaciones dónde tenemos la oportunidad de vivir conflictos!! Es maravilloso que tus hijos puedan tener alguien tan cerca suyo todos los días del año para aprender y nutrirse del conflicto que ahora están viviendo. ¡Confía en ellos!
Espero que éste artículo, así como el de la semana pasada te haya ayudado a enfocar de un modo distinto las discusiones entre hermanos, y ahora que llega el verano y pasan más tiempo juntos, disfrutéis de la armonía y también, del conflicto.
Un abrazo!
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