Que mi vecino decida que es mejor que su hijo vaya en tanga en pleno mes de febrero, a mi plin. Que la prima hermana de mi compañera prefiera que su hijo coma huevos de codorniz en lugar de los de gallina, a mi me trae al pairo. Cada uno es libre de criar a su hijo como le venga en gana y no seré yo quien juzgue. Ahora bien, siempre que sus decisiones no interfieran o afecten a lo que está establecido, nos guste o no. Y me imagino que sabéis por donde voy. Ayer nos levantamos con la noticia de que un niño de 6 años de edad está ingresado en la Unidad pediátrica de Cuidados Intensivos del Hospital Vall d"Hebron de Barcelona con difteria. Si, difteria. Esa enfermedad que ya estaba olvidada desde 1986, cuando se registró el último caso en España. Pero, ¿cómo es posible que un niño se haya contagiado? Pues todavía no está muy claro pero no estaba vacunado por decisión de los padres. De momento, y por lo que sabemos por los medios de comunicación, es un hecho aislado y parece que está controlado. Eso si, como haya más de un caso en su entorno y se haya propagado la enfermedad, entonces ¿qué?
Cuando tomemos una decisión que afecte directamente a nuestros hijos, por favor, hay que madurarla. Nuestros hijos no tienen porqué ser las víctimas de muchas de las decisiones equivocadas que los padres tomamos por ellos. Y, por su puesto, los hijos de los demás menos todavía.
Así que vamos a dejarnos de tonterías y volvamos al siglo XXI. Las vacunas han salvado 1.500 millones de vidas. No lo digo yo, lo dice Jules Hoffman, premio Nobel de Medicina y el "padre" del descubrimiento de la inmunidad innata.Yo respeto a los que quieren volver a la época de Cromañón, a los que quieren estar siempre en contacto con la madre tierra, a los que su leivmotive es la naturaleza. Pero con la salud de los demás no se juega.
¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!