Para muchos niños, dormir con sus padres se ha convertido en un hábito. Y en alguno de los casos, son los propios padres los que impulsan esta costumbre, ya que disfrutan del contacto físico con su pequeño y de sus cientos de arrumacos. Pero a pesar de que ambas partes estén de acuerdo en pasar las noches juntos, el desarrollo emocional del niño puede verse afectado.
Además, la mayoría de los padres presentan alteraciones en su descanso, y la situación puede llegar a ser realmente incómoda. Por lo tanto, la práctica de dormir juntos padres e hijos tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y será cada familia la que deba decidir cuando es el momento de que el peque duerma en su propia cama. Si creéis que ha llegado la hora de que vuestro hijo se “independice”, os vamos a dar algunos consejos para hacerlo de la mejor manera posible, y siempre con mucho amor.
En primer lugar, debemos tener presente que cuando el niño va a dormir a la cama de sus padres está buscando la seguridad y el confort que le ofrecen sus progenitores. Y los adultos respondemos dándole esa protección que tanto necesitan. Hacer algunas concesiones, como por ejemplo cuando está enfermo, no implica ningún inconveniente, pero esto no debe convertirse en una práctica habitual.
En este sentido, si le dejáis dormir con vosotros cuando está malito, es preciso que vuelva a dormir de nuevo en su cama en cuanto se recupere. El niño debe descubrir el placer de dormir solo, y podéis ayudarle leyéndole un cuento antes de dormir, o pasando un tiempo abrazándole y mimándole cuando le lleves a la cama. Estos momentos sustituirán la sensación de seguridad que le aportaba dormir con vosotros.
Puede suceder que vuestro pequeño se levante a mitad de la noche llorando, diciendo que hay un monstruo en su habitación, que le duele la tripita o alguna excusa similar... Ante esta situación, y aunque sea muy tentador permitirle que duerma en vuestra cama, debéis acompañarle a la suya y tranquilizarle, abrazándole, besándole, incluso podéis quedaros a su lado en su cama hasta que vuelva a dormirse.
Otra buena solución, sobre todo, para aquellos que no queréis perder los arrumacos matutinos de vuestros hijos, es establecer una hora más aceptable para que los niños entren en la cama con vosotros. Por ejemplo, le podéis decir a vuestro hijo que no puede entrar en la habitación de papá y de mamá hasta que el sol haya salido, porque el sol también duerme “solito” y no le pasa nada. Y si esa hora os viene mal, y queréis que venga más tarde, podéis optar por elegir una canción que le guste y ponerla a una hora determinada, y él sabrá que es el momento de ir con sus padres.
También podéis colocar en su cuarto un calendario, en el que vuestro hijo irá señalando (con estrellas o puntos adhesivos) los días que duerme en su cama y, por ejemplo, cuando llegue a un número determinado de días, sabe que le espera una sorpresa, que puede ser un dulce, o algún detalle que le haga ilusión. Asimismo, su premio puede ser que le dejéis dormir con vosotros un día especial (un domingo, el cumpleaños de papá, etc), siempre recordándole que es un momento puntual, y que eso no va a ser lo habitual.
Es muy importante recordarle las normas establecidas, por lo tanto, si algún día no cumple lo pactado, deberéis acompañarle a su cuarto de nuevo. Deberéis ser muy pacientes, porque cada niño necesita su tiempo para adaptarse, y mientras algunos se acostumbran a dormir solos en pocos días, a otros les puede llevar semanas o meses. Lo único que necesita vuestro hijo es vuestra paciencia, comprensión y, sobre todo, vuestro amor (como vosotros el suyo).
¿Dejáis dormir a vuestro hijo con vosotros?
Imagen: kellyv/flickr.