La intolerancia social hacia los niños. No son pasajeros de segunda.

No se qué narices le pasa a esta sociedad, que trata a los niños como apestados. No en general, pero sí en lo que se refiere a los espacios públicos. Restaurantes, hoteles, medios de transportes, la presencia de un niño parece perturbar el estado de paz y tranquilidad de la burbuja social de los adultos yla intolerancia hacia los niños en ciertos espacios públicos como los medios de transporte comienza a ser enfermiza. Y es algo que no entiendo.


Antes de ser madre era una adulta que hacía vida social -como ahora, más o menos- y compartía espacios con los niños. Un restaurante, una cafetería, el autobús urbano, lo típico. Vale que siempre hay niños más ruidosos y padres que no controlan a sus hijos. De todo hay, sí. Pero no significa que todos los padres sean igual de descuidados e irresponsables con sus hijos en los espacios públicos ni todos los niños sean unos asalvajados maleducados. A mi me han molestado en cierto momento ciertos niños -y me sigue pasando algunas veces- pero no me molestan todos los niños del mundo mundial: me molestan aquellos cuyos padres no se ocupan de educarlos y enseñarlos a convivir y compartir espacios públicos. No hablo de niños inquietos y movidos - que es lo normal en un niño- sino los que alteran el orden deliberadamente o con el beneplácito - o desinterés - de sus padres.
Como madre, intento educar a mis hijos en este aspecto, enseñándoles a comportarse cuando estamos en un espacio público. No estamos en casa, no pueden hacer lo que quieran y deben respetar a quienes nos rodean. Por eso un restaurante no es lugar para hacer carreras, ni para gritar, ni se debe molestar a la gente que está comiendo. Por poner un ejemplo.
También, como madre, intento elegir muy bien los lugares a los que vamos. Soy la primera a la que le gusta tomarse una tapa, un café o comer tranquila, por lo que procuramos buscar un lugar donde sepamos que los niños van a estar cómodos, porque su comodidad es la nuestra. Y si se comportan mal, no están cómodos, además de llamarles la atención - no se trata de reñirles sino explicarles por qué no pueden compartarse de esa manera, y por supuesto no dejarles comportarse de manera que molesten - en caso de que veamos que aquel no es lugar o momento, nosotros somos los primeros en irnos.
Pero no quiero enrollarme con este tema, creo que todos sabemos muy bien a qué niños y a qué situaciones me refiero. Y creo que todos - o casi todos - somos conscientesde que, a ojos de muchos adultos, los niños, educados o no -porque a veces ni les dan el beneficio de la duda - son vistos como una molestia, en general. Los niños son ruidosos y molestos, sobre todo para los adultos no padres.
Hoy voy a hablar de un tema en especial. Los niños que viajan en transporte público, especialmente en trenes de media-larga distancia. Y lo hago a colación de un tuit que a mi me ha sentado a cuerno quemado por irrespetuoso. Hablo de la señora Laura Caballero, que no sería conocida de no ser porque se trata de la directora de la famosa - y malísima, para mi gusto - serie La que se avecina.
Se ve que el sábado viajaba en un tren media distancia Madrid-Murcia y nada más sentarse y ver que su compañera de viaje era una madre con un bebé, tuvo a bien quejarse de la situación, tal quer así.





No dio tiempo a ese bebé a ofrecerle motivos para quejarse. Todavía no había arrancado el tren pero el viaje prometía ser un suplicio por el mero hecho de compartirlo con un bebé. Porque es obvio que todos los niños molestan per se. Es curioso que con lo descolgada que estoy de Twitter desde hace un tiempo, el sábado leyera ese tuit nada más publicarse, casualidad. Y no pude callarme, como madre en general  madre que ha viajado con sus hijos en tren.
Lo primero, es de pésimo gusto hacer una foto a un bebé y a su madre y subirla públicamente a Twitter, aunque no se vean sus rostros. Eso ya es en sí una falta de respeto. Si además añadimos la mofa - "puede haber peor panorama (refiriéndose al hecho de tener que aguantar a un bebé) durante 4 horas?"- como si se tratara de una tortura medieval, ya ralla la mala educación.
En seguida lo comenté, y no me voy a cortar en enseñar mi tuit.

A lo mejor yo no debería haber calificado de basura su serie - lo siento, pero es lo que me parece, sinceramente -. Y no lo hago por menospreciar su trabajo sino porque si hablamos de "peor panorama", si a mi me ponen durante un viaje de 4 horas en tren su serie, como dice el famoso hastag, #mátamecamión. Pero es lo que me salió en ese momento, me falló el filtro.
En mi indingnación por el comentario, por dar por hecho que los niños son molestos en todas las circunstancias y por publicar la foto de ese bebé y su madre públicamente sin consentimiento de éstas, compartí mi opinión en mi página de facebook del blog, donde algunas madres empatizaron con ella, entendiendo que se refería a que "el peor panorama" era para la madre dada la falta de espacio y medios para que un bebé, una familia, viaje cómodamente en tren.
Pero la susodicha, lejos de reconocer el desafortunado comentario y disculparse por subir dicha imagen, lo dejó claro en la respuesta que me dio. Los niños son muy monos pero molestan.

Lo que saco en claro de este tuit es que ella tiene derecho a trabajar o leer en el vagón, y punto. Lo demás no importa. Y su derecho a trabajar y a leer está por encima al de un bebé a estar presente en ese vagón, a pesar de que el pobre no ha elegido viajar. Además, dar por hecho que los niños son molestos por naturaleza, es penoso y muy injusto. Ser adulto no es garantía de perfecto comportamiento y decoro. Por desgracia, adultos maleducados e irrespetuosos abundan a manos llenas y nos los encontramos en multitud de situaciones habituales y cotidianas.

Yo entiendo que mucha gente aprovecha el tiempo que dura un viaje en tren para trabajar. Pero un tren es un medio de transporte, no una oficina, y el derecho a trabajar de uno no se superpone a los derechos de otros. A mi me encanta dormir en el tren, pero entiendo que no puedo exigir silencio absoluto a todo el vagón para que yo pueda echarme una siesta a placer. Y soy tan consciente de ello que cuando me he visto en dicha circunstancia no he dicho ni media porque el mismo derecho tengo yo a dormir que el de al lado hablar con su colega de viaje, o lo que es lo mismo, el resto de pasajeros no tienen culpa de que yo quiera dormir.

Si hablamos de molestias en los viajes, creo que me quedaría corta enumerándolas: el que se cree que está en su oficina y habla por el móvil para que se entere todo el vagón. La señora que va escuchando copla en el móvil con el volumen para que lo escuche todo el vagón. La peña rociera con grupo flamenco incluído que montan su juerga flamenca como si el vagón fuera su casa de El Rocío. El que se descalza y se queda tan pancho a pesar de que tú te quieras morir con el olor de sus pies. O el que le huele la axila cosa mala y suda como si estuviera en una sauna. O el que se duerme, ocupa media plaza tuya, acomoda su cabeza sobre ti como si fueras una almohada y además te ronca. Los colegas que fardan de juergas y polvos.
Podría seguir largo y tendido, pero este es un resumen de las situaciones que he sufrido viajando en tren. Ya no os cuento el autocar -he echo varias veces la ruta Madrid-Huelva y precisamente por lo mal que lo paso he decidio no viajar en ese medio de transporte-, donde estas situaciones os aseguro que son pecata minuta.
Cuando mi mayor apenas tenía 11 meses viajamos en AVE desde Sevilla hasta Zaragoza. No recuerdo si fueran 4 o 5 horas de viaje, más o menos por ahí rondaron, lo que recuerdo es lo bien que lo llevamos. Pasó parte del viaje entretenido con sus libros y juguetes, y gran parte del viaje dormido sobre mi regazo. Si alguien me miró mal por el hecho de viajar un bebé y que éste fuera una molestia, ni me percaté, creo que en ese momento mi inocencia como madre no me llevaba a creer que los adultos dieran por hecho que un bebé es una molestia solo por ser un bebé.
Hace dos meses viajé a Madrid de nuevo con mi mayor. Esta vez no tenía uno sino seis años, hicimos la ida en Alvia -media distancia- y la vuelta en AVE. Yo iba preparada para viajar con él: su tablet, un pendrive con películas y los auriculares. Además una mochila con botellitas de agua, galletas y picoteo variado, por si le entraba hambre, no tener que levantarnos para ir a la cafetería (y de paso ahorrarnos el sablazo del servicio de bar). Puedo decir con orgullo que las casi 4 horas que duró el viaje de ida al niño no se le escuchó ni un momento. No se movió de su asiento, encendió su tablet, se puso los auriculares, se vio dos pelis y jugó un rato, el niño fue tranquilo en su asiento, se podía decir que en ese vagón no había ningún niño.
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Yo ya le había explicado de antemano que en el tren hay que estar calladito, no gritar ni hablar en algo, que hay gente que va trabajando, gente que va descansando, y que tenemos que respetar al resto de pasajeros. Me afané mucho a que entendiera que en vagón del tren no es nuestra casa ni el parque y que hay que saber comportarse en él.
A la vuelta, en los asientos de nuestra fila, al otro lado del pasillo, viajaba un matrimonio joven con un bebé que no tendría más de 3 meses. Y en nuestro vagón, entre otros pasajeros, una peña rociera entre los que estaba un conocido grupo musical de sevillanas. A mi hijo no se le escuchó. Al bebé no se le escuchó. Lo que escuchamos fueron las sevillanas, los fandangos, la salve rociera, las palmas y los jaleos quienes se creían que el vagón era su casa de El Rocío.
Lo más triste fue ver a ese bebé que no podía dormirse, y su madre desesperada porque no podía dormirlo con el jaleo pero además no se podía ir a ningún lugar tranquilo donde hacerlo. ¿La cafetería? Imposible. ¿Otro vagón? como mucho podría andar por el pasillo ante la mirada de los pasajeros. ¿El coche en silencio?. Vetado para niños, aunque no digan ni mu.
El panorama para esa madre era desolador, su bebé no podía dormir por el enorme jaleo de un numeroso grupo de pasajeros, pero no tenía otra opción. De verdad, qué impotencia.
Y con esto te das cuenta de que, además de la intolerancia de los adultos, Renfe y sus trenes no te lo ponen fácil cuando tienes que viajar con niños. A las miradas de los pasajeros como si en lugar de con tu hijo viajaras con el mismísimo Demonio de Tasmania, se añade lo poco o nada amigos de los niños que son los trenes. No hay espacio físico para el cochechito - salvo que la plaza de minusválidos esté libre y solicites expresamente los asientos contiguos a ella -, el cambiador es de risa - hay un cambiador plegable en los wc, que ya son pequeños de por si y cuesta trabajo hacer aguas menores o mayores dado su tamaño, imaginaros cambiar a un bebé dentro, con el mal olor habitual añadido -, hay cafetería para los adultos, coche en silencio para los adultos pero ningún lugar para que los niños, las familias, viajen cómodas. Lo único que hay son prejuicios y reproches.
Todo este tema no hace más que demostrarme una y otra vez lo intolerantes e intransigentes que somos los adultos con respecto a los niños. Los niños son molestos por naturaleza, vemos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en nuestro ojo. Como si no hubiera adultos maleducados e irrespetuosos.
Se ha habilitado un coche en silencio en el AVE para que los pasajeros que así lo desean puedan viajar con ese preciado tesoro que es el silencio, y me consta que en multitud de ocasiones el revisor ha tenido que llamar al orden e incluso invitar a abandonar dicho coche a adultos que no cumplen las normas. Adultos que, en teoría, conocen dichas normas y seguro que hasta las exigen, pero llegado el momento no las cumplen porque no les da la real gana.
Pero nadie piensa en que en los trenes también viajan niños, y no se lo ponemos nada fácil ni a ellos ni a las familias. Lo único que obtenenos son prejuicios, reproches y desprecios, como el del desafortunado tuit de esta señora. A los niños se les condena por adelantado, aún asumiendo que como niños se comportarán como tales, que no es un compartamiento malintencionado y consciente.
Exigimos zonas de confort para los adultos pero esperamos que los niños viajen quietos y en silencio, confinados en su asiento, para no molestar.
Siguiendo con lo que ha originado este post, el desafortunado tuit de esta señora, lejos de reconocer su error y pedir disculpas -ya no por el comentario en sí sino por subir la foto de un menor sin consentimiento expreso de sus padres-, buscaba motivos para justificarse. Entre ellos, que el bebé no dejaba de llorar y que la madre en lugar de atenderlo se dedicaba a jugar al móvil. Fue una de las respuestas a los reproches recibidos que leí, pero ya no tengo acceso a esos tuits, aunque la memoria no me falla y hay much@s testig@s que leyeron dicho tuit.
Es posible que fuera así, pero la foto que subió no mostraba eso. En primer lugar, hablaba de las 4 horas que tenía por delante, por lo que el viaje aún no había comenzado. En segundo lugar se ve que la mamá tiene a su bebé sobre su regazo, con una mano sujeta un peluche, con la otra se entiende que sujeta la espalda del bebé. Dudo que le queden manos para coger el móvil y jugar.
En caso de que fuera así, que el bebé llora y ella atiende el móvil, ¿de verdad es porque está jugando?.
Este es un prejuicio que a mi personalmente me afecta con bastante frecuencia. La gente me ve con el móvil en la mano y se cree -y además me reprocha- que vaya vicio, que no suelto el móvil. Piensan que estoy con el Facebook, con el Whatsapp o jugando. Pero no piensan que puedo estar respondiendo al email de una clienta que me pide asesoramiento. No piensan que estoy respondiendo por whatsapp a una mamá que me ha contactado porque quiere venir a comprarme un portabebés. No piensan que puedo estar buscando un enlace para ofrecer información a una mamá o papá que así me lo solicita. No piensan que puedo estar actualizando la web o solucionando alguna incidencia.
En resumen. No piensan que estoy trabajando. El móvil es más mi herramienta de trabajo que un modo de entretenimiento y diversión, y toca mucho las narices cuando, a la dificultad añadida de teclear en el móvil para responder un email, te vienen con semejantes reproches.
Esta señora que toma al bebé por una molestia, que reivindica su derecho a trabajar o leer en el tren, da por hecho que esa mamá va jugando con el móvil y no se para a pensar que quizás ella también esté atendiendo a su trabajo. Cero empatía hacia el bebé, cero empatía hacia la madre.
Pero además, se quedó tan pancha sentenciandque esa madre que según ella jugaba con el móvil y no atendía el llanto de su bebé, directamente era una maleducada y punto. Perdonad que no ponga la captura donde lo comenta textualmente "esa madre era una maleducada y punto" porque esta señora ha hecho dos cosas: eliminar dichos tuits y bloquearme. Pero os pongo mi respuestas, de las que no me arrepiento.




Esa madre, por supuesto, no ha tenido opción a explicarse o defenderse. Posiblemente ni sepa que se ha usado su persona y la de su bebé, además de su imagen -aunque no salgan sus rostros- para hacer de ellas una mofa en una red social. Desde luego, utilizando toda mi empatía, que no puedo evitarlo, si yo fuera esa madre, se me llevarían todos los demonios. Me sentiría burlada y muy ofendida con total seguridad.
Y es que tú no puedes llamar a una persona maleducada cuando eres tú la que falta a la educación y al respeto con una acción así. En este caso, Laura Caballero, tú sí que has demostrado mala educación y muy poca clase.
Lo último que he leído antes de que me bloquee -se ve que no le gustan mis respuestas- es que, parece que por la interacción de otras blogueras -porque no fui la única en reaccionar, obviamente- la queja ha llegado a Renfe, quien parece interesarse por lo sucedido y la señora en cuestión comenta que prefiere comentarlo por privado. Muy coherente con la actitud de publicar la foto de un menor y mofarse públicamente, eso no pensó en hacerlo de manera privada, entre colegas.
Le hubiera honrado reconocer el error y pedir disculpas, sinceramente, pero tras mi último tuit decide bloquearme, no le gusta lo que le estoy diciendo.


Y hasta aquí la conversación, o la discusión, porque la señora esta prefiere bloquear a quien no le ríe la gracia que asumir su metedura de pata.
No me gustan las polémicas ni enzarzarme en este tipo de discusiones, pero quiero que esto al menos sirva para algo.
Quiero aprovechar para pedir a RENFE que tome conciencia de una realidad. Los niños también son pasajeros, y no pasajeros de segunda, tampoco privilegiados, sino pasajeros como cualquier adulto. Y que si los adultos exigen zonas de confort y se habilita una zona de esparcimiento (cafetería) o de tranquilidad (coche en silencio), se les ofrece prensa o auriculares, para hacer más cómodo su viaje y y satisfacer sus necesidades, los niños, que también tienen derecho a viajar, necesitan a hacerlo con unas condiciones mínimas más allá de un cambiador plegable en los mini wc y se debe ofrecer facilidades a las familias (y más cuando es el padre o la madre quien viaja solo con su hij@).
Porque los niños también tienen derecho a viajar en tren y merecen el mismo respeto que los adultos.
Y porque los padres agradeceríamos que así se hiciera por nuestra comodidad, la de nuestros hijos y la de el resto de pasajeros.
No pedimos trato especial por ser padres como he escuchado alguna vez por ahí, solo pedimos que se nos facilite el viaje en la medida de lo posible, que viajar en tren sea un placer, no una tortura, que al viajar con nuestros hijos seamos considerados como el resto de pasajeros y no mirados como una molestia nada más poner el pie en el vagón.
Siento la parrafada pero creo que es un tema sumamente importante como para tratarlo a la ligera. No se si servirá para algo, aunque pienso que pequeños granos forman grandes montañas, y ya es hora de que nuestras quejas, nuestras sugerencias, se digan en voz alta y lleguen a quien tengan que llegar.
Espero que este pequeño grano de arena aporte algo, y que RENFE entienda que hay una realidad que no debe ser ignorada. Los niños también viajan, hagan algo por que los niños y las familias podamos viajar en sus trenes sin sufrir, por nuestros hijos y por el resto de pasajeros.
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