Cualquier cambio puede afectar a sus patrones de sueño. Observa si muestra signos de cansancio entre las siestas y ajusta su horario para satisfacer sus necesidades.
Piensa si ha habido cambios en la vida de tu hijo o hija, en su crecimiento y su desarrollo. ¿Ha aprendido a gatear, ha empezado a comer con cuchara, a ir a la guardería, o le cuida una persona nueva?
Si un niño está acostumbrado a dormirse de una forma determinada, puede que si tratas de ponerlo a echar la siesta en condiciones diferentes no pueda conseguirlo. Para comprender la necesidad de asociación del niño puedes pensar en lo que probablemente te ocurra a ti cuando tienes que dormir en un lugar distinto. Es posible que duermas bien en tu cama, pero te resulte difícil dormir en un hotel, o en otra casa. Para algunos niños, la asociación es tan fuerte que pretender que duerma bajo otras condiciones podría compararse con pedirte que durmieras en una montaña rusa.
Las asociaciones más comunes son tomar el pecho o el biberón para dormir, ser acunado en unos brazos amorosos, o dormir balanceado en una hamaca o una silla de auto. Estos son lugares maravillosos y tranquilizantes para que un niño eche la siesta, pero cuando se convierten en indispensables par dormir es probable que supongan un problema para el padre o la madre que ayuda a dormir al niño. Estas asociaciones suelen ser tan necesarias para que el niño se duerma que superan cualquier otra razón o solución
La primera fase del sueño puede durar sólo cinco minutos y puede reducir la sensación de sueño, justo lo suficiente para desvelarse. Si el niño está cansado y está echado en el sofá o va en el coche, es posible que desconecte y se duerma durante unos minutos. Esta microsiesta no le proporciona al niño los plenos beneficios de una verdadera siesta, pero puede ser suficiente para refrescarlo e impedir que pueda volver a dormirse si luego lo pones a echar una siesta en la cama.
Problemas de salud
Si el niño está molesto por cualquier problema de salud, puede que afecte a su sueño. Las alergias y el asma son dos de las enfermedades más comunes en la infancia, y ambas pueden impedir que el niño pueda respirar bien estando tumbado. Los cólicos, el reflujo, las infecciones de oído, la erupción de los dientes son otras molestias que impiden que el niño duerma bien.
Si tu hijo o hija sufre de cualquier problema médico, echar buenas siestas será especialmente importante para su salud. Si es el caso, te será de gran ayuda ser muy flexible y abierto a cualquier solución que funcione para tu hijo o hija. Deja de lado cualquier idea de que tu hijo o hija debería dormir en un lugar determinado, o de una manera determinada, y abre tu mente a la idea de que cualquier tipo de siesta es mejor que ninguna siesta en absoluto. Al mismo tiempo, habla con varios expertos médicos sobre los problemas de salud de tu hijo o hija, y busca las mejores soluciones para su caso
Ideas para animar a la siesta
Independientemente del motivo por el que tu hijo o hija no eche la siesta, hay algunos puntos específicos que pueden ser de ayuda para animar a tu hijo o hija a dormir la siesta con regularidad. Ten en mente estos principios básicos:
Mantén un horario diario adaptado al reloj interno de tu hijo o hija. Crea un esquema predecible de rutinas diarias, con comidas y horas de sueño aproximadamente a la misma hora.
Modifica tu horario de acuerdo con los signos de sueño del niño. No importa lo que diga el reloj: es hora de dormir cuando el niño se queda tranquilo, pierde interés en los juguetes o el juego, se muestra irritable, tiene la mirada perdida, se frota los ojos o las orejas, y, por supuesto, si empieza a bostezar.
Piensa en una rutina previa a la siesta para hacer ver a tu hijo o hija que se acerca la hora de la siesta y ayudarle a reducir el ritmo y relajarse.
Prepara un lugar para dormir que le resulte acogedor y prepara la escena para el sueño. Ponle al niño ropa cómoda para dormir.
Procura que las mañanas sean brillantes y activas, y que la media hora antes de cada siesta sea un momento de calma, luz baja y tranquilidad.Recuerda que no puedes obligar a un niño a dormir, pero sí que puedes seguir los esquemas básicos de la biología, observar las señales de sueño de tu hijo o hija, y crear un escenario que invite a la relajación y al sueño