Hace unos días, una de vosotras me preguntaba sobre el tema de los celos entre hermanos y cómo lo habíamos gestionado. Me preguntaba si Mini C notó la llegada de Mini A y entonces caí en la cuenta de que he escrito muy poco sobre este tema que, estoy segura, os interesa a más de una.
Celos entre hermanos: nuestra experiencia
Preparando el terreno
Mini C tenía seis meses cuando encargamos a Mini A. Era muy pequeño para prepararle el terreno (o eso pensaba yo). ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo se lo podía explicar? Al ser una situación completamente nueva para mí, (una de tantas), aproveché una visita al pediatra para preguntarle si había alguna manera de preparar al “hermano mayor” para la llegada del bebé. El pediatra me dijo lo que yo ya me imaginaba, Mini C era tan pequeño que prácticamente no iba a notar la llegada de un nuevo miembro a la familia. ¡Error! Claro que lo notó.
Los meses pasaban. Mi barriga crecía conforme la movilidad de Mini C iba en aumento. Mini A aterrizó entre nosotros dos días después de que Mini C cumpliera los quince meses. Aún no andaba. Las últimas semanas era su padre quien más jugaba con él, ya que a mi me flaqueaban las fuerzas. Tumbarme en el suelo no era el principal problema. El problema llegaba cuando me tenía que levantar con Mini C en brazos y el barrigón de nueve meses incorporado.
Mi sensación durante las últimas semanas era que Mini C se olía algo. No te sabría dar datos concretos, pero creo que intuía que se avecinaban cambios.
El día de las presentaciones y la llegada a casa
Mini A llegó con una semana de retraso, pero sin titubear demasiado. Tres horitas de travesía y voilà. Allí apareció ella con su carita perfecta, sonriente y dispuesta a comerse el mundo. Mini C la conoció un día más tarde. Vino a visitarnos al hospital con sus abuelos y su padre. Al entrar en la habitación, yo tenía a Mini A en brazos y esto Mini C que creo no lo entendió. ¿Qué hacía su madre con un bebé encima? A la falta de juego en común de los últimos meses, se le unía que ahora su madre estaba con un bebé pegado a ella las veinticuatro horas del día.
A los dos días de nacer Mini A, nos fuimos a casa. Mini C se quedó en casa con los abuelos y fue Mr B quien vino a recogeros al hospital. Una vez más, mamá entraba en casa con esa mini personita en brazos. Ahora sé que Mini C sí que percibía los cambios aunque no los entendía. ¿Cómo iba a entender que su madre no pudiera cogerle en brazos como cogía a ese nuevo bebé? Yo hacía lo que podía y lo subía en brazos mientras estaba sentada. Pero claro, eso era un rollo en comparación con el juego que le daba su padre. Tirándose al suelo o lanzándolo al aire.
El rechazo no tardó en llegar
Te diría que poco a poco Mini C fue pasando más de mí. Pero en realidad fue bastante rápido. Al menos más rápido que la capacidad que yo tuve para ir asimilando todos los cambios. Mini C se acercaba cada vez menos a mí. Su padre y sus abuelos eran sus héroes y yo en su mundo cada vez pintaba menos. Al bebé lo miraba de vez en cuando y recuerdo que le echaba cosas en el moisés. Pero tampoco mostraba un interés especial por ella. También me miraba confundido cuando me veía dándole el pecho. Imagínate la impotencia que sentía yo. ¿Cómo se lo podría explicar? Yo no le había cambiado por “la nueva”, pero la naturaleza es así de caprichosa. A la paliza de un posparto, se le suma la demanda que el bebé tiene de su madre los primeros meses. Yo dejaba a Mini A en la cuna y me ponía a jugar con Mini C, pero notaba que cualquiera era más interesante que yo.
Encima, dos semanas después de nacer Mini A, Mini C tuvo que ser ingresado en el hospital. Casualidad o no (yo cada vez creo menos en las casualidades). Esto no mejoró la situación. Teniendo un bebé de dos semanas lactante en casa, sobra decir que yo no me podía quedar en el hospital cuidando de Mini C. Fue su héroe de aquel entonces (su padre) quien lo acompañó. Lo cual no ayudó a nuestra relación y a mí, sinceramente, me partió en dos.
El punto de inflexión
Tras cinco noches en el hospital, Mini C volvió a casa. Yo había sentido mucha impotencia por no haberle podido acompañar como me hubiera gustado. Por otro lado, tampoco quería ser injusta con el bebé que acaba de llegar, quien también me necesitaba. Una vez pasado el mal trago y con todos en casa, tuve que presenciar como Mini C no sólo no me echaba los brazos sino que me rechazaba si yo se los ofrecía. O como me intentaba cerrar la puerta de casa en las narices cuando quería entrar. La situación era insostenible para mí. No podía ser que yo, que no había hecho nada más que dar a luz a su hermana y quererlo como a nadie, estuviera sufriendo las consecuencias de su confusión. Lo teníamos que parar y pronto, o a mi me iba a costar reponerme de aquello.
Finalmente hablamos Mr B y yo, y pensamos en cómo darle solución. A mí me molestaba que Mr B “aprobara” el comportamiento de rechazo hacia mí. Mini C se había apoyado mucho en su padre las últimas semanas y si él le hacía ver que no estaba bien comportarse así con su madre, él lo aceptaría. Y así fue. Con relativa rapidez, Mini C empezó a aceptar que ahora su madre tenía que compartirla con alguien más, sin que eso significara que él representara menos para ella. Algo que nos ayudó mucho fue pasar tiempo solos. Aprovechar los fines de semana para que Mr B se quedara un rato con el bebé mientras nosotros nos íbamos al parque o jugábamos juntos.
Esta etapa duraría unos tres meses si no me falla la memoria. Aún recuerdo que en Navidad (Mini A nació en octubre) Mini C tenía aún claro favorito entre nosotros. Actualmente Mini C sigue tirando más para su padre. No sabría decirte si esto habría sido igual si aún siguiera siendo hijo único, pero la intuición me dice que sí.
En resumen
Mini C notó la llegada de Mini A, pero bien. Y lo pagó conmigo. Con la persona que llevaba más de un año cuidado de él en casa. La que a sus ojos, de un día para otro le había dejado por ese “otro bebé” que no se sabía muy bien de donde había salido. Aunque creo que el bebé en sí no fue el problema. El problema fue que su madre no podía estar con él cuando él lo necesitaba, y darle lo que él en aquel momento quería.
Mirándolo con perspectiva, creo que cometimos varios fallos. El primero fue que la primera vez que Mini C vio al bebé lo hizo estando en mis brazos. Si tuviera que repetir la escena de la primera vez que se vieron en el hospital, cuidaría que el bebé estuviera en su cuna para que Mini C pudiera venir directo a mí. Así él podría ver al bebé la primera vez en un terreno “neutral” y no sobre su madre.
Igual con la llegada a casa. Si volviera a hacerlo, sería Mr B quien llevaría al bebé al entrar en casa y no yo. Y por último, me prepararía mentalmente para el rechazo de mi hijo de un año. Evitando así que me pillara por sorpresa en pleno cóctel hormonal posparto.
¿Cuál ha sido tu experiencia sobre celos entre hermanos? ¿Te preparaste para ello? ¿También cambiarías algunas cosas, ahora que ha pasado el tiempo? Me encantaría leer tu experiencia y arrojar un poco de luz sobre este tema.