Cosas que cambian en tu vida cuando eres madre





Cuando vas a ser mamá, entre lo que crees que sabes y lo que te cuentan, te haces una ligera idea de lo que te espera. Pero, como la vida es así de simpática, la realidad siempre supera la ficción o, en su caso, aquellas expectativas que te creas.


Imagen extraída de Getty Images

Das por hecho que tu vida va a cambiar porque habrá una personita que se convertirá en el centro de tu vida. Nada será lo mismo y entrarás en una espiral de vivir por y para tu bebé en exclusiva los primeros meses de su vida, con mayor o menor dificultad. Y piensas en esas cosas que sabes que te esperan con tu bebé: llantos, noches sin dormir, cambios de pañales, organizarte en función a sus necesidades... Lo típico.

Pero hay pequeñas cosas en las que ni se nos ocurre reparar cuando nos acariciamos el barrigón pensando cómo será nuestro bebé. Cosas que te das cuenta que cambian sustancialmente cuando ya tienes al fruto de tus entrañas entre tus brazos. Y de repente te miras en el espejo y dices "madre mía, dónde estoy yo y que han hecho conmigo".

No os asustéis, no es nada que no se cure con el tiempo y un poco de voluntad por vuestra parte.. Ahí voy con la lista de esas cosas que cambiaron en mi vida, casi sin darme cuenta, cuando me convertí en madre:

- Ducha exprés: adiós a la ducha relajante, sin presiones, cantando a voz en grito y dándote con el exfoliante a placer. Las duchas se convierten en un "aprovecho ahora que puedo", y esto es que el bebé duerme o está entretenido sin reclamarte. Aunque sólo sean 2 minutos. Y entonces te metes corriendo debajo de la alcachofa de la ducha, te estás aclarando el champú casi antes de habértelo echado, y lo de la crema suavizante o la mascarilla es un lujo que sólo a veces puedes permitirte. Y entonces te haces fiel amiga del acondicionador sin aclarado, ese que te das un par de flus sobre el pelo mojado antes de secártelo, que no te deja el pelo igual de suave y sedoso pero al menos no te vas con el estropajo en la cabeza.

- Adiós el pelo largo: yo lucía preciosa cabellera cuando me estrené como madre, sobre todo cuando nació la peque, tenía melenaza que recuerdo con nostalgia cuando veo las fotos. El pelo largo es fácil de peinar y manejar porque con una melena puedes hacer lo que quieras. El problema es enjabonar con chambú la cabellera, aclararla bien, ahí no hay cuartel y hay que aplicar mascarilla sí o sí, dejar actuar, aclarar y luego secar. Que en verano aún te lo puedes dejar al aire pero en invierno no conviene salir a la calle con la mata de pelo mojada salvo que quieras morir de un buen enfriamiento. Así que si el tiempo para una ducha es más que limitado, con el pelo largo se suman complicaciones. Tras 9 meses saliendo a la calle que parecía la Bruja Avería por falta de tiempo para poder dedicar a mi bonito pelo, me fui a la peluquería y me hice un cambio de look total: de melenón a corte de pelo favorecedor y, sobre todo, manejable. Estéticamente echaba de menos mi melena, pero en la práctica, estaba encantada de haber reducido mi tiempo de ducha y arreglo.

- Uñas cortas: adiós a la manicura y a las uñas largas, arregladas y perfectas. Ya no por tiempo, sino por miedo a dejar a mi bebé como si lo hubiera atacado una gata en celo. La primera vez que arañé a mi niño sin querer cogí el cortauñas ipsofacto, y desde entonces uñas al ras para evitar el peligro. Con las uñas cortas la manicura no luce igual, por algún motivo que desconozco al llevar las uñas cortas se desactivó en mi el modo "píntate las uñas, mujer". Luego, cuando me fui viendo con algo más de tiempo y me las podía arreglar, esto es, dejarlas un poco más largas del ras y limármelas bien, recuperé la costumbre de pintármelas. Para sentirme un poco más femenina y eso.

- Alhajas no, gracias: ni pendientes, ni collares, ni gargantillas, ni pulseras, ni reloj. Te das cuenta de que con cualquier tontería de estas puedes rozar y hacer daño a tu bebé. Y lo peor, que cuando él va adquiriendo destreza en sus movimientos se convierten en un juguete maravilloso. Alguna vez he estado a punto de perder una oreja por tirón de pendiente, y tengo una gargantilla de oro blanco preciosa que una bebé de 3 meses me rompió de un tirón que le dio. Aún me pregunto de dónde sacó tanta fuerza la jodía, y la gargantilla sigue en el joyero, rota, porque soldar el oro blanco no sale barato.

- Me bajo de los tacones: ya lo había hecho durante el embarazo y, tonta de mi, deseaba parir para volver a ponerme mis centímetros de más. Los primeros meses, imposible ponerme más de un pequeño tacón, y cuando los bebés empiezan a caminar y tú a doblar la espalda para ayudarlos, cuando empiezan a correr y tú detrás de ellos, lo de los tacones es una valentía de narices. Tacones en ocasiones especiales con la suerte de no acabar con los pies reventados por falta de costumbre, y ya si eso cuando sales acompañada de tu señor esposo y él está dispuesto a correr detrás de los críos por tí. Entonces desearás y agradecerás la mínima oportunidad de salir sola para calzarte tus taconazos, aunque solo sea para ir al mercadillo a las 9 de la mañana.

- Vestuario pro-lactancia: "cómo sacarte la teta sin hacer un streptease", sin morirte de frío, o simplemente como vestir decentemente mientras amamantas a tu retoño. Si tenemos en cuenta que la lactancia del mayor fueron 20 meses y la de la pequeña sigue ahí, 31 meses de nada, se puede decir que tengo un master. En primer lugar, ¡odio la ropa de lactancia!. A ver, no es que tenga nada en contra de ella pero a mi no me gusta porque no he encontrado nada de mi estilo, son prendas con cortes muy similares, diseños monótonos y, salvo algunas expeciones, poco favorecedoras. Es la realidad, no he encontrado una prenda de lactancia que diga "oye, mira qué mona es", mucho menos en la que me vea agraciada. Tampoco me ha hecho falta, desde el primer momento he podido vestirme con ropa normal, dar el pecho a mi bebé sin necesidad de enseñar nada, y con el tiempo encontrar mis trucos para mirarme al espejo y decir "mira qué mona va esta mamá lactadora siempre". Te acostumbras a buscar prendas con un buen escote, botones estratégicos, huyes de cuellos altos y cerrados o si te los pones te haces una fiera en combinar camisetas de tirantes bajo los jerseys por si hay que sacar la teta por abajo en vez de por arriba, te haces con miles de fularesy pañuelos varios para disimular mientras no adquieres la destreza suficiente para sacar al teta sin enseñarla.

- Buscando "el momento": el momento para disfrutar de la faceta erótico-festiva del matrimonio. Momento en el que tu bebé no llore, no requiera teta, mimos, abrazos, baño, cambio de pañal. Momento en el que no te vayas cayendo de sueño o sientas que te ha pasado un tren de mercancías por encima. Momento en el que tus hormonas te den un respiro y no te dejen la líbido por el inframundo. Momento en el que intentes sentirte atractiva y el espejo no te devuelva la imagen de una zombie con resaca. Habrá que hacer un esfuercito y poner ganas cuando faltan, dejar los preliminares para otro momento, e intentar disfrutar del "aquí te pillo y aquí te mato", sexo improvisado, que también es muy divertido.

- Dejas de hacer planes con el grupo de amigos: si tienes amigos sinhijos os veréis de vez en cuando para mantener el contacto, pero el hecho de tener un bebé es un handicap, porque no se hacen las mismas cosas con niños que sin ellos. Y eso se nota cuando para algo tan sencillo como tomar un café tienes que buscar un lugar estratégico que te permita en la medida de lo posible sentarte unos minutos y dar sorbos a la taza mientras tu peque se entreteniene, cosa que es bastante complicada. Al final acabas quedando poco porque lo de tomar el café a gusto y charlar distendidamente es casi imposible si vas con niños. Eso sí, el día que los sinhijos se conviertan en papás, tu tendrás a tus churumbeles creciditos y los mirarás con condescencencia, "que os creíais que no os veríais en esta, muahahaha".

Si tienes amigos conhijos será más sencillo porque compartís una parcela importante de vuestra vida, y de bebés incluso quedaréis más a menudo. Pero a medida que crezcan y haya horarios dictaminados por trabajo, coles, guardes, extraescolares, médicos, visitas familiares... el tetris es más complicado. Por no decir que Murphy siempre estará presente y cuando tu hijo esté bueno el de tu amiga estará malo, y para cuando el suyo esté recuperado será el tuyo el que esté enfermo, y lo mismo pasan meses hasta que podéis encontrar un hueco. C"est la vie.

Si sois de esos que disfrutan de tener una buena pandilla de amigos, se puede disfrutar mucho juntos del primer hijo. Pero si ya entramos en la fase de tener más de un hijo la cosa se complica, o me vas a decir a mi que es fácil quedar para comer en un restaurante 10 adultos con 2 carros o sillitas de paseo cada uno. Lo bueno es que siempre nos quedará el campo para ir de barbacoa, cuando el tiempo lo permita, que hasta para eso Murphy es un poquito puñetero, porque seguro que el día que hace sol hay algún peque malo y cuando todos pueden cae la del pulpo. Qué os voy a contar. Al menos os seguiréos viendo de cumpleaños en cumpleaños, y mirad, si entre todos los amigos tenéis un buen puñado de hijos, será más a menudo de lo que quedabais antes.

- Dejas de contar para los demás: esto se suele dar sobre todo con los amigos sinhijos, o con familiares y amigos conhijos cuyos vástagos ya tienen cierta edad. Dan por hecho que como tienes un bebé ya no puedes hacer vida social ni según qué cosas y de repente te ves fuera de cenas, fiestas, salidas de fin de semana o algún viajecito porque además ni siquiera te han preguntado "por no ponerte en un compromiso" o porque "tu hijo es aún muy pequeño para esto". Y a ti te hubiera gustado que te preguntaran para al menos haber tenido la oportunidad decir NO por ti misma.

Pero da igual, porque una es aventurera, tiene iniciativa propia y no necesita de los demás para entretenerse. Así que cuando vean en tu facebook las fotos de las escapadas y salidas que te pegas con tus nenes y lo bien que os lo pasáis os vendrán con eso de "anda, ¿y cómo que no nos habéis avisado? ¡hubiéramos ido todos juntos!". A buenas horas, mangas verdes.

Y así de radicales pueden ser los cambios cuando una se convierte en madre. Ojo, que no es una verdad verdadera y universal, que aquí cada una cuenta al película como la vive, y en este caso, así la viví yo y así os la cuento. Muchas os sentiréis identificadas y otras ¡ni de coña!. Qué bonita que es la diversidad de experiencias y opiniones, ¿verdad?.

Pero no os preocupeis que no es tan terrible como lo pinto. A todo se hace una, y la normalidad, tarde o temprano, vuelve. 

Aprendes a ver las cosas de manera diferente, aprovechas los pequeños cambios como una renovación, que nunca está de más.

Y lo que es más importante, disfrutas de esas pequeñas cosas a las que antes no dabas importancia. 

Si hacerte la manicura, ir a la peluquería o disfrutar de un momento de lectura antes era normal, ahora será un lujo que disfrutarás con sumo placer e intensidad cuando puedas hacerlo, doy fe. Hasta los encuentros furtivos para tener un momento de love con tu pareja "ahora que el niño no nos ve" os hará sentir como cuando empezábais a conoceros. Y puede ser hasta divertido.

Por eso, no temas a la maternidad ni a sus cambios, hazte a ellos e intenta sacar siempre lo positivo. Que un corte de pelo se convierta en una imagen fresca y renovada. Que un viaje con tu bebé en lugar de con los amigos sea una nueva experiencia por vivir. 

Que no todo en la maternidad son llantos, pañales y tetas. Por muchos cambios que haya, no dejes de ser tú.

 
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