Hace no mucho, una “supuesta” clienta, me dijo que claro!, que como podía yo estar en terapia personal y ella haciendo su plan de vida conmigo. Que yo tenía que tener mi vida arreglada para poder ser un ejemplo de coach perfecta. Y ahí descubrí el engaño al que estamos sometidas con la vida perfecta, el trabajo perfecto, la maternidad perfecta, el coche perfecto, el piso perfecto.
Seguimos buscando en los demás (fuera de nosotras) la receta mágica, lo más reducida posible aún a sabiendas de que lo que funciona a unas, no funciona a otras, verdad?
Que yo haya decidido empezar una terapia personal y emocional es algo maravilloso! Siendo mis clientas las primeras que se benefician de ello. ¿Por qué? Pues porque no soy de piedra y también tengo problemas como todo el mundo. Simplemente, que los enfoco de un modo diferente, considerando que tengo herramientas para ello. Para caer y levantarme. Para cometer errores y corregirlos. Prefiero pedir ayuda y no ponerme a hablar sola con el espejo, haciéndome a mi misma un montón de preguntas, pareciendo una loca, divina de la muerte. :-)
Mi vida no es perfecta (y cada vez quiero que lo sea menos) y en esa diferenciación está mi esencia. No soy perfecta y si algo no sé, pido ayuda. Si algo me supera, busco como solventarlo. De esas situaciones y circunstancias aprendo, crezco y sobre todo, me siento realizada y libre de poder buscar y recibir conocimientos, me siento serena para transmitir esa misma lucidez que yo encuentro en esos procesos de búsqueda y aceptación interior.
Esto es lo mismo que si se me estropea el coche y lo llevo al dentista, en vez de a un mecánico. O si me quiero cambiar de color de pelo en la farmacia cuando eso lo tengo que hacer en la peluquería (excepto que vaya a comprar el tinte y lo haga yo). Lo mismo me pasó en 2014: EXPLOTÉ. Así de simple. Me sobrecargué emocionalmente y por eso pedí ayuda. Pero eso no me impide seguir ayudándote dado que el coaching no te da consejos sino que te pregunta para que, tú misma, descubras tu respuesta, y las herramientas que utilizo, son herramientas para que, tú misma, trabajes sobre ellas.
¿Qué tiene de malo pedir ayuda? Nada. Al contrario. A mí eso me da garantías y tranquilidad. Los médicos también enferman y no por eso se pone en duda la receta que nos emiten. Los mecánicos también tienen dudas cada vez que sale una pieza nueva o cambian alguna configuración en la centralita. Para ello, tienen cursos o accesos a personal cualificado al respecto.
Lo mismo he hecho yo. Y que liberada me siento!
Por fin asumo que, mis años y mis crisis son parte de la vida, son parte de mi realidad y son parte de mi crecimiento. Aunque lo mejor de todo es que puedo decir, con la cabeza bien alta, que lo que digo, pienso y hago está en perfecta coherencia con mi interior, con mi persona.
Así que, ahora es un buen momento para comentarte que, si buscas a una diosa perfecta, que todo lo sabe y todo lo entiende, esa no soy yo y, posiblemente, este tampoco es tu lugar.
En Mamá Golondrina me encontrarás a mi, a Yolanda Fortes, mujer y madre, sincera, honesta, con luces y sombras, que aprendo gracias a los errores y crezco gracias al autodescubrimiento, la autoaceptación y la formación constante. Aplico lo que aprendo y me quedo con lo que me funciona. Lo que me funciona a mi. Lo que no, lo aparto pero no lo descarto.
Y sobre todo, mi felicidad ya no depende de lo que digan los demás sino de lo que siento aquí, ahora. Decido con serenidad y lucidez. Siempre quiero transformar mi vida, según el momento, según la necesidad. Nada es estático. Todo cambia.
Si te apetece contarme como te sientes, escríbeme a yolandafortes@mamagolondrina.com o COMENTA ESTE POST (abajo).
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