Seguro que lo primero que habéis leído es el título de la entrada: Reflexiones post-navideñas. Y os estaréis preguntando porqué carajo me pongo a hablar ahora de la Navidad, después de 3 semanas. Pues porque esta entrada la empecé a escribir entonces, hace 3 semanas, pero la pereza, la vaguería y las lágrimas hicieron que no la acabara nunca. Normalmente se hace balance del año que acaba, pero yo quiero hacer mi primer balance navideño, de unas Navidades que sin duda, han sido muy diferentes a las que he vivido durante 30 años.
Poco antes de las fiestas leí que ya no son lo mismo cuando empiezan a haber ausencias en la mesa y si hay algo que ha caracterizado estas Navidades ha sido justamente eso, una gran ausencia. Hace ya 6 años se fue de mi lado una de las personas más importantes de mi vida. Su ausencia se notó mucho, muchísimo. Las Navidades dejaron de ser lo que eran, él era la alegría de las fiestas. Sin embargo, nuestras rutinas y tradiciones navideñas poco cambiaron, lo que ayudó a llevarlo mejor. En 2014 se fue otra gran persona, también muy importante en mi vida y esta vez sí que ha cambiado todo.
Ya no nos hemos reunido en el mismo lugar que recuerdo desde que nací. Este ha sido el mayor cambio, el que nos ha hecho ser conscientes, más si cabe, de esas sillas vacías en la mesa.
No nos hemos reunido 12 personas como acostumbrabamos, sino 6. Dos de esas personas, ya sabéis el motivo. Otra no pudo por motivos laborales. El resto... Soy muy consciente que mi familia nunca ha sido una familia unida y que el nexo de unión eran justamente esas dos personas que no podían hacer nada por estar físicamente junto a nosotros estas fiestas, pero en lo más hondo de mi corazón albergaba la esperanza de que en estas Navidades solo faltaran ellos dos. Ahora ya he corroborado, una vez más, que no puedo esperar nada de esas personas.
La fiesta los días de Nochebuena y Navidad fue una fiesta apagada. No se celebró ningún cumpleaños ni se abrieron regalos. Sí, hubo fiesta, cantos, alegrías, risas, chistes, brindis, mucha comida,... pero faltaba algo, algo empañaba el momento y no nos dejaba disfrutarlo al 100%. No fue la gran fiesta a la que estaba acostumbrada.
Pero no todo es malo. De estas Navidades me quedo con mis amigos, siempre dispuestos a hacer cualquier cosa por sacarme una sonrisa. Con la fortaleza de mis padres, especialmente de mi madre. Con mi marido siempre a mi lado, apoyándome en silencio y con las palabras idóneas para cada momento. Con doña Cuchufleta, con su alegría, su ilusión, su cara al ver los regalos debajo del árbol, sus besos, sus abrazos,... Con la ilusión y la felicidad de toda mi familia y amigos la noche de Reyes y el día de Reyes, volvimos a ser niños. Con la magía de esos días.
Las Navidades 2014 marcan un antes y un después en mi vida, pero a pesar de todo, seguiremos celebrándolas por todo lo alto e ilusionándonos como cuando éramos pequeños. Mis padres lo hicieron por mí hace ya muchos años, y ahora nosotros lo haremos por doña Cuchufleta.